CAPÍTULO 57

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–– Está haciendo mal clima, iremos mañana –– Hablo saliendo del automóvil. Edward no me mira, se limita a mantener sus ojos lejos de mi y fruncir el ceño como cada vez que me niego a darle gusto en algo. Parece que pronto va a empezar a nevar y no es buen momento para ir al parque, como ha estado diciéndome desde que lo recogí esta tarde en casa de mi madre.

–– Mañana no.

–– Mañana si. Hoy veremos una película, ¿De acuerdo?

–– No quiero ver una película.

–– Entonces tendré que verla yo, triste y sola –– Susurro mientras saco a mi hijo de el auto.

Luego, entramos a casa mientras el permanece en su pequeño momento dramático.
H

oras después, el pequeño Ed se encuentra dormido a mi lado posterior a haber visto dos películas seguidas sin haber dejado de protestar.

Me quedo a su lado, viéndolo dormir y acariciando los cabellos rizados y castaños que caen por sus mejillas, sintiéndome extrañamente tranquila. Sintiendo esa tranquilidad que solo Ed puede traer a mi vida, aún sabiendo que a unos kilómetros de aquí, su padre está celebrando su compromiso con la mujer que ama. Lo sé porque fui lo suficientemente masoquista como para mirar la fecha en la revista cuando me enteré de ello. Pasan minutos, horas tal vez mientras empiezo a sentirme cansada. Mis párpados pesan y todo lo que quiero hacer es quedarme aquí y olvidarlo todo.
El timbre de la puerta principal se escucha como un eco lejano que me arranca de la bruma del  sueño y me trae de vuelta a la consciencia de forma tan repentina que me hace sentir mareada. Así que me levanto, aún tambaleándome un poco con un potente dolor de  cabeza y verifico la hora en mi teléfono. Es casi medianoche.

No quiero pensar en quien puede estar tocando mi puerta, porque siempre sucede algo repentino a estas horas. Además, aún me siento lo suficientemente adormecida como para no cuestionarme nada ni detenerme a pensar con claridad.

La nieve ha comenzado a cubrir la ciudad, y lo primero que noto al abrir la puerta, es la ráfaga de frío glacial que golpea de lleno mi rostro. Apenas puedo registrar que hay alguien de pie en mi puerta, sus manos grandes ahuecan mis mejillas y sus labios, jadeantes y necesitados toman posesión de los míos como si fuera allí donde pertenecieran. Su aliento helado golpea de lleno mi boca, sus labios fríos hacen que un escalofrío recorra mi espina dorsal cuando se mueven imperiosamente sobre los míos, su beso no sabe como ninguno que me haya dado antes. Su perfume es familiar, característico de él, tan cálido, tan varonil. Puedo dibujar sus ojos verdes brillantes en mi memoria, y  entonces me aparto porque este es el hombre por el que he estado sufriendo durante la última semana. Porque estoy recibiendo lo que no me pertenece, pero me he empeñado en reclamar. Porque ahora mismo, él debería estar celebrando su compromiso y besando a la mujer con la que está próximo a casarse.

Doy unos pasos titubeantes hacia atrás, demasiado confundida e incrédula, sin estar segura si esto es producto de mi imaginación.

–– Necesito que me escuches –– Susurra. La poca luz apenas me permite distinguir el gesto decidido en su rostro y su traje elegante. Tiene el cabello húmedo, cubierto de algunos pequeños copos de nieve.
Ahora estoy completamente despierta.

–– No, Harry. Vete.

–– Por favor, necesito que me escuches esta vez –– Farfulla. Su voz más ronca que de costumbre, suplicante. Y yo sólo me encuentro intentando deshacerme de la sensación que siento aún tan vívida, la de sus labios sobre los míos hace tan solo segundos atrás.

CONTRATO MATRIMONIAL• |H.S| (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora