Narra Diego.
-¿Te gusta? – Dije un poco dubitativo.
-Me encanta, en serio, solía venir siempre de pequeña y hacía mucho tiempo que no venía a este parque de atracciones, así que gracias y venga que me quiero montar en todooooooo.
La vi que me cogió de la mano y salió corriendo arrastrándome con ella.
Cuando notaba que ya me iba a morir sin poder respirar llegamos a la montaña rusa. Mierda con lo poco que me gustan a mí las atracciones fuertes y esta montaña rusa es gigante, pero tendré que hacer un esfuerzo por Aurora.
-¿En qué piensas, Diego? No tendrás miedo ¿no? – Aurora soltó una carcajada y yo negué rápidamente con la cabeza.
-¿Miedo yo? No inventes eh.
Ya nos tocaba montarnos, estaba viendo que iba a morir ahí dentro. Nos sentamos en los asientos y me agarré fuertemente a la barra y Aurora puso su mano encima de la mía.
-Venga chico duro, que esto no es nada para ti. – En verdad la odiaba porque se estaba riendo de mí pero es que no, no podía odiarla. La atracción empezó a moverse y a coger velocidad. - ¿Quieres ver que no te enteras de nada? – Asentí con la cabeza y de repente estaba besándome, un beso lento, suave, un beso que no me dejaba pensar en otra cosa, solo en él. Cuando me quise dar cuenta Aurora estaba sonriendo. Ya habíamos parado y no había notado nada, esto era un milagro vamos.
-Así me monto en las atracciones que tú quieras, chica.
Me guiñó un ojo y nos dirigimos a un puesto de derribar latas.
-Anda haz algo de provecho y consígueme un peluche. – Le puse cara de enfado y ella se rió. – Sabes que es broma, tonto, pero quiero ese ocho de peluche para abrazarlo cuando tú no estés. – Me estrujó los mofletes y me dio un corto beso.
Le pagué al del puesto y empecé tirando. Tiré dos bolas mal a propósito y me quedé solo con la última.
-¿Qué peluche habías dicho que querías? – Le dije a Aurora que se estaba poniendo nerviosa.
-Ese aunque a este paso creo que ninguno, no has rozado ni una lata eh…
-¿Qué me das si te lo consigo?
-Lo que quieras.
- Te tomo la palabra.
Tiré la última bola y derribé las latas. Le señalé el peluche que quería al de la tienda mientras miraba de reojo a Aurora que estaba con la boca abierta, no se imaginaba que lo fuera a hacer.
-Toma boba y cierra la boca que te entran moscas. – Me reí y ella me dio un golpe en el hombro.
-Muchas gracias, siempre quise tener uno así. ¿Qué vas a querer tú?
-Ya veremos. – Le guiñé un ojo y ella se abalanzó contra mí, la cogí y seguimos besando un largo rato.
Era tarde y ya estábamos a punto de irnos pero antes compré un algodón de azúcar y estuve pegándoselo por toda la cara y comiéndomelo, ella no se quejaba hasta que después se notó pegajosa entera entonces se llevó todo el rato quejándose pero la callaba con besos y se calmaba, era demasiado adorable. Demasiado buena para ser verdad.
Estábamos en la puerta de su casa y ella estaba bastante cansada.
-¿Diego, me llevas a la cama? Por favor.
La cogí en brazos y la llevé a su cama. La tumbé en su cama pero ella se enganchó a mi cuello y me empezó a besar, de una manera apasionada que a cualquiera que estuviera en la sala se le hubiera subido la temperatura. De repente nos estábamos besando, tocando y quitándonos ropa y una cosa llevó a la otra y esa noche lo hicimos, perdí mi virginidad con Aurora, con la que nunca me hubiera imaginado que lo haría. Antes de dormirse se acercó a mi oído y me susurró.
-Te quiero, Diego.
-Y yo a ti, Aurora.
Y con una sonrisa se quedó dormida encima de mi pecho. Aún no sé muy bien si la quería pero parecía que me estaba empezando a enamorar y he sentido el impulso de decírselo y no me arrepiento.
Me quedé completamente dormido abrazando a Aurora y pensando que ese había sido el mejor día de toda mi vida desde hace mucho.