Capítulo 7

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Me besó intensamente y mi cuerpo se estremeció. Seguía siendo desquiciadamente atractivo. Me rozó las caderas y de un arrebato me aprisionó sobre una de las paredes de la entrada del bar tomando mi cabeza por detrás. Me dejé llevar por sus caprichosos impulsos. Había dejado la vergüenza bien lejos de aquí.

—¡Sí que sabes rico! —hizo una pausa y sonrió. Se quedó unos instantes observándome con fascinación.

No lo podía creer, mi ex vecino, me deseaba y mucho.

Me tomó con fuerza nuevamente y con la punta de su lengua humedeció los labios. Se me erizó la piel y expulsé de manera entrecortada el aliento contenido. Estaba experimentando sensaciones desconocidas por allí abajo, mi ropa interior me lo advertía.

—¿Dónde has estado, niña hechicera, todo este tiempo? —hizo una pausa— ¡Debes saber que portas una belleza hipnótica! —Tomó con vigor mi cabeza. ¡Por Dios! me incendiaba frente a la mirada de una multitud.

—Gracias —susurré y miré hacia el suelo, lo sentí demasiado halago.

—¡No quiero perder mas tiempo, quiero conocer todo de tí! —dijo entre dientes y me estampó un beso largo.

Besaba exquisito, mi cuerpo se entregaba a él como si fuera el amo de mis deseos.

—También yo —agregué con un hilo de voz.

Su cuerpo hizo presión contra el mío y percibí su firmeza. Un calor intenso me invadió ¡Iba a suceder! aquello para lo cual me había reservado tantos años estaba aconteciendo.

Una muchedumbre nos rodeaba en las afueras del bar.

—Vamos a un lugar en donde podamos estar a solas —aventuró.

Mi corazón comenzó a tamborear, mis piernas se aflojaron. Sentí terror, nunca había tenido sexo. Con 25 años y apariencia de chica ruda era Virgen. Si bien evitaba hablar del tema con mis amigas, nunca daba detalles de mis relaciones, la mayoría de ellas suponía que era una muchacha experimentada. Nadie sabía que el fondo era una tonta romántica e impoluta.

Lo mejor era ir a mi apartamento. Al menos allí tendría algún tipo de salvaguarda. ¡Estaba por entregarme sin red a un total desconocido! De verdad, a pesar de haber sido mi vecino por años, no sabía quien era y había una probabilidad importante de que fuera un psico ¡Vamos, le había escrito una carta a una incipiente puber! ¡Santo Dios, podía incluso ser un degenerado!

Pero ¿otra vez lo mismo? me estaba abandonando a conductas evasivas que me habían acompañado en toda la adolescencia. Era hoy o nunca.

—Podemos ir a mi casa —afirmé tratando de sostener mi mirada para ocultar todos mis miedos.

Octavio levantó una ceja, la oscuridad de sus ojos relució.

—Me encantaría conocerla, pero estamos mas cerca de la mía.

Me desconcertó un poco su respuesta, pero las cartas estaban echadas, lo había decidido. Era hoy, no podía negarme. A esta altura además echaría todo a perder pareciendo una tonta colegiala virginal.

Me arriesgué.

—¿Porqué no? —dije intentando soltura —Pero solo si me prometes que te vas a comportar como un total caballero —agregué—. Es ésta nuestra primera cita... —sonreí torpemente.

—Nunca voy a hacer nada que tú no quieras, recuérdalo —dijo seriamente y me tomó un cabello para llevarlo cerca de su nariz —. Ante todo soy un verdadero caballero señorita Santana.

Muñeca Trunca ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora