—Buenos días, pequeña. —Sonó su voz lejana.
Un haz de luz se incrustó en una de mis pupilas como una lanza. Las sabanas se sentían suaves y el colchón soñado, pero... ¡no eran los míos! Tras unos segundos de confusión recordé lo sucedido en la escalera y caí en la cuenta aterrorizada.
¡No! ¡estaba en su casa!
Miré de inmediato hacia adentro de las sábanas. Tenía solo la ropa interior.
¡Oh! Me dolía todo el cuerpo y hasta me costaba moverme.
Giré la cabeza en forma panorámica en busca de mis prendas. Un aroma a huevos revueltos y tostadas despertó mi apetito. Estaba en una especie de Loft inmenso.Para mi desgracia la remera no se encontraba en el piso de la cama. Lo corroboré revoleando la cabeza hacia allí haciendo que el mundo gire como una rueda de la fortuna averiada. Tampoco en el sillón que se encontraba a algunos metros, en donde ¿solo había un estetoscopio? ¡Ay, eso si que era extraño!
Me rasqué la cabeza, seguía mareada.
Quise saltar de la cama pero no pude, me sentía muy débil. Mi apetito seguía en aumento porque el olor inundaba ya todo el apartamento. Escuché el sonido metálico de una tostadora, pero no lograba divisar la cocina desde aquí.
—¡Ey, no te muevas mucho muchacha que no es bueno para tí! —exclamó Octavio. Se apareció con una bandeja reluciente de madera y una sonrisa enorme. Llevaba unos jeans gastados, bien rotos y una camiseta blanca que marcaba su torso trabajado. ¡Oh, su rostro a la luz del día era todavía más perfecto! Esa barba incipiente lo hacía ver deliciosamente rústico.
Me puse pálida de repente ¡Estaba en la casa de un desconocido semidesnuda!
—Sé lo que piensas, pero no te asustes niña —proclamó sereno con mirada piadosa dejando la bandeja a un lado.
Quedé tildada con el tatuaje de su antebrazo. No era el mismo que recordaba haber visto de niña. Unos mechones grisáceos en su cabellera me hicieron recordar la diferencia de edad entre nosotros, pero le quedaban tan bien que ni importaba.
—Aquí no ha sucedido nada —agregó con seriedad para darse credibilidad y solté el aire aliviada, pero tenía mis dudas. Fruncí el ceño —¿Y, cómo se le llama a ésto? —Subí las cejas, señalé el apartamento.
—Te has desmayado, de todo lo que has bebido... supongo. —Hizo un gesto de resignación.
Se manejaba con tranquilidad frente a mis preguntas. Intentaba incluso una cierta distancia para que no me sintiera intimidada por la situación.
Volví a fruncir el ceño, no me lo creía. No había bebido tanto.
—No quería meter las manos en tu bolso y te traje hasta aquí —agregó despreocupado—. Me pareció lo correcto—. Seguía serio pero calmo.
Me mordí el labio, no cerraba. Aunque tampoco se estaba abalanzando sobre mí, ni me tenía secuestrada.
—Si, pero y ¿mi ropa? —Me puse roja como un ají putaparió.
—No te preocupes, juro que todo estaba a oscuras aquí cuando llegamos —agregó con una sonrisa, sus ojos brillaron.
Lo dejé pasar porque lo cierto es que me estaba sintiendo cómoda. Además, me atraía, no lo podía negar.
Se acercó a un placard que estaba al lado del marco de la cama y tomó mis prendas perfectamente dobladas para dejarlas a mis pies. Se alejó un poco mas todavía. Evidentemente quería demostrarme que no era peligroso.
—Voy al baño así tu puedes cambiarte cómoda.
Intenté poner los pies en el perfecto piso de madera lustroso y mis piernas flaquearon. Volví a sentirme mareada, pero esta vez creí que habría de desmayarme.
![](https://img.wattpad.com/cover/145799920-288-k322471.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Muñeca Trunca ©
Misterio / SuspensoEva se enamoró perdidamente de su guapo vecino tras recibir una escandalosa nota secreta cuando ella era apenas una adolescente y él un muchacho de las grandes ligas. Pero, extrañamente, aquel chico de exóticos tatuajes y poesía oscura, desapareci...