Capítulo 15

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Con un dedo me empujó hacia atrás y caí suavemente sobre el colchón. Era extraño no poder verlo, solo podía escucharlo o sentirlo rozar mi piel. Sonaba "Patience" y era irónico, porque acompañaba perfectamente mi estado de ánimo.

Octavio apoyó el índice sobre mi cuello y me estremecí, lo sentí helado. Lo hizo descender lentamente por todo el cuerpo hasta llegar al abdomen donde finalmente se detuvo. Temblaba. De pronto, la humedad de sus labios volvió a electrizarme, con la lengua repasó mi ombligo. Cada movimiento me llevaba un grado más arriba de temperatura. Y ahora, sentía arder en un averno.

—¿Me deseas, verdad? —preguntó imperante deteniendo sus besos y colocó uno de sus dedos en el elástico del boxer haciendo equilibrio.

—¡Por Dios, demasiado! continúa, ¿quieres enloquecerme? —exclamé afónica y un poco ofuscada por no poder mirarlo.

Rió de manera extraña.

—Tal vez —susurró misterioso con una gravedad novel y me tomó con potencia entre sus manos para darme vuelta de un solo movimiento. Quedé boca abajo, de espaldas a él sobre la cama y sin aliento. Sus movimientos habían tomado un vigor inusual. Con sus manos aprisionó las mías contra el colchón apoyando sus rodillas a los costados de mi cuerpo. ¡Oh, esto se estaba poniendo intenso, tal vez, demasiado...! Sentí nuevamente la humedad de su lengua en mis cervicales y me sacudí. Comenzó un recorrido lento desde allí a lo largo de la columna hasta llegar al coxis provocado que arqueara mi espalda en cada pasada. De repente, se detuvo en los hoyuelos que estaban sobre mis glúteos.

—Son perfectos —exclamó desde allí y giré mi cabeza, aunque no podía verlo—, dan ganas de comerlos. —agregó levemente agitado.

—¡Oh, por Dios! ¡Muérdelos! ¡Bebe cada parte de mí, quítame de una vez esta maldita fiebre de tí! No aguanto más esta puta espera...—grité sin aliento ni filtros.

De fondo sonaba un celular y se confundía con los acordes de la canción.

—¡Just a little patience! —susurró a mi oído acompañando la letra de la canción.

—¡Santo Dios! ¡Hazlo ya! —supliqué fuera de mí.

—Dalo por sentado, nena —exhaló—, que voy hacerlo aquí, sobre la mesa, contra el espejo del baño y en cada lugar de esta "fucking" casa, hasta que me pidas que pare —culminó tomándome con fuerza del cabello y lo sentí sin ningún aviso acceder dentro de mí lentamente, abriendo caminos de placer a través de cada pequeño y estrecho músculo de mi interior. ¡Se sentía inmenso! Comenzó a moverse despacio para acceder profundo. Percibí una presión punzante y placentera a la vez. Quise moverme y me di cuenta que estaba completamente inmovilizada en esta posición. Escuché de repente sonar el timbre de manera intempestiva y la avanzada se detuvo. El se quedó quieto dentro mío unos segundos.

—¡Oh, no! —protesté.

—Dejame despachar al inoportuno, ¡por favor, no te muevas de aquí! —exclamó verdaderamente urgido con su erección inocultable. Resoplé, ya estaba cansada este jueguito, definitivamente iba a enloquecer. 

Escuché el correteo de sus pasos y nada mas, comenzaba a sonar knocking on heavens door y nuevamente los Guns acompañaban mis emociones ¡Ya quería ver el cielo! refunfuñe con el antifaz puesto, boca abajo. Estaba empezando a sentirme una tonta mientras pasaban los segundos esperando que vuelva. Hasta que lo escuché entrar de nuevo. Sus pasos parecían sigilosos.

—Por favor —supliqué—. No más interrupciones.

Hubo silencio puro. Soló escuché un click metálico que me descolocó un poco, disparando de inmediato mi mano hacia la cabeza, instintivamente, para sacarme el antifaz, pero mis manos fueron aprisionadas contra los barrotes de la cama con un cerrojo. ¡Me sobresalté, ¿eran esposas?! ¡Oh, esto sí que no me convencía! Quise darme la vuelta y no pude, estaba realmente inmovilizada.

—No, no hagas esto, definitivamente —advertí riendo nerviosa, estaba comenzando a preocuparme.

Pero no hubo respuesta, solo escuché su respiración agitada. Me alarmé, algo había cambiado en el ambiente, comencé a tironear intentando zafarme.

—De verdad lo digo, — hice una pausa, mi corazón ya galopaba —no es broma lo que digo —dije seriamente.

Me dió una palmada seca, sin decir palabra nuevamente. La situación empezó a exasperarme pero no quería desesperar, no estaba en condiciones...

—¡Quitamelas ya! —protesté en un grito, pero sus manos me separaron las piernas de manera abrupta y espasmódica. Estaban frías, tensas, distintas. Sentí terror de un momento a otro. No sabía que habría de suceder. Era como si hubiera cambiado radicalmente de actitud. Sus manos me recorrieron torpes nuevamente. Se sentían groseras y ascépticas a la vez.

—¿Qué estás haciendo?  Por favor, reflexiona ¡suéltame! —grité aterrorizada ya.

Pero sus manos parecían acéfalas, hubiera jurado que no eran las mismas. Las desconocía, parecían ser las manos de un ser cruel, frío y oscuro, un monstruo que habría de mostrarme el peor horror.

Muñeca Trunca ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora