Capítulo 39

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—Mentalmente hice un plano de lo que tiene que hacer cada uno —lo condujo hasta la sala—. Tú te encargarás de barrer y trapear los pisos, sacudir y ordenar, juntar la ropa sucia y tirar la basura. De tu cuarto y de todas las habitaciones. 

—¿Qué? —levantó, horrorizado, los ojos—. Eso suena a que lo haré todo yo. ¿Qué harás tú por mientras?, ¿ponerte todos esos colores horrendos, que te compré, en las uñas?

—Pintauñas, Sasuke —carcajeó enérgica—. Yo me encargaré del baño y del balcón. Dime tú si no es justo.

Él lo meditó un momento. Rayos. Tenía razón y la aborrecía.

Vociferó una palabra en francés que Ino no conocía, pero ella solamente rió más.

—Está bien.

—De los platos y la ropa sucia ya lo hacemos los dos, ¿sí?

Sasuke se detuvo.

—Ajá —respondió, dubitativo.

Ino deseaba preguntar, pero no lo hizo. Se aferró con firmeza a su mano y gritó entusiasta un: ¡Let's go!

...

A Ino le tocaba el baño, y vaya que era un desastre; ni hablar de toda la porquería que se encontraba allí. Y, sin embargo, no pudo hacer nada.

También le tocaba arreglar el balcón. Ella tenía unas ideas fabulosas de decoración. Sólo tenía que comenzar quitando una montaña de hojas secas, un poco de polvo, hacer unas cosas más y comprar otras para que quedara como lo imaginó desde el principio. Y, sin embargo, no pudo hacer nada.

Ino no hizo nada de eso. Ni siquiera empezó.

La culpa era de Sasuke. Porque Sasuke nunca en su vida había hecho tareas domésticas, vamos, no tenía ni idea de cómo tomar una escoba. E Ino, amablemente (entrecomillas), tuvo que explicarle desde lo básico. Aunque claro, Ino siempre trataba de quedarse con las cosas buenas, como cuando Sasuke se desesperó tanto que optó por aventar el trapeador, o como cuando el cubo con agua se le cayó sobre el pantalón de mezclilla, justo en la entrepierna, y parecía que se había orinado; en ambas situaciones Ino rió a grandes carcajadas. Pero lo que nunca olvidaría, ni él, fue cuando ella tuvo que enseñarle a tomar la escoba, colocándose a su espalda y posando las manos sobre las de él. Estaban muy juntos y ella podía oler perfectamente el sudor del cuello de Sasuke, inclusive, ver su cabello grasoso. ¿Cómo es que podía gustarle un chico así, tan poco higiénico y que seguramente no se había bañado, vaya a saber por cuántos días?

Tenía que estar loca. Sí, porque encontraba a Sasuke sumamente atractivo.

A Ino se le ocurrió una brillante idea. En realidad era una idea estúpida, pero la llevó a cabo de todos modos. Lo había visto en un programa de televisión, y se le antojó mucho. ¿Por qué no?

Sujetó a Sasuke de la cintura y éste giró un poco el cuello para verla. Luego, ella lo empinó por la parte trasera. Una vez, luego otra y otra. Como dos amantes teniendo relaciones, sólo que ella pretendía tener el papel del hombre viril. 

—Ino, ¿qué se supone que estás haciendo?

—¿Eh? —se ruborizó, soltándolo—. Yo... es que...

—Ino, no soy gay.

—¡Ya lo sé!

—¿Entonces...? 

—Es que... es una broma común entre parejas.

Para cuando se dio cuenta de lo que había dicho, ya estaba hecha un tomate por la vergüenza. Metió la pata otra vez. Y virando la cabeza a un lado, esperó que Sasuke le dijera una grosería, pero Sasuke rió un poco. Carcajeó levemente, mostrando una sonrisa muy encantadora y sus dientes perfectamente alineados.

Se veía guapo. Todo un chico repleto de sonrisas muy encantadoras. Ino ya no pudo dejar de verlo.

Y dieron las tantas de la noche y únicamente consiguieron levantar toda la suciedad del piso, trapear y sacar la basura. Aunque era evidente que quedaban mil cosas más pendientes, pero al menos el primer paso ya estaba dado.

Un Destino Para Los DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora