Capítulo 4: Sus vidas

100 13 4
                                    

Ya era viernes.

Aome, Inuyasha, Sango y Miroku se encontraban en el patio de la escuela bajo la sombra de un árbol conversando sobre lo ocurrido dos días atrás.

- Según lo poco que he averiguado este tipo de cosas no suele ocurrir a menos que sean invenciones de gente trastornada -dijo Miroku.

- Pero no somos gente trastornada y no pudimos inventar lo mismo -observó Sango-. Dime, ¿no le comentaste nada al anciano Mushin acerca de los pergaminos?

- Ese anciano no tiene mucha idea de nada.

Inuyasha le había contado a Aome que Miroku vivía en un antiguo templo con Mushin, un amigo de su abuelo, desde que su padre falleció.

Mientras que Sango, por lo poco que Miroku le había contado, era capitana del equipo de lanzamiento de disco y vivía con su hermanito y su padre quién tenía una tienda de armas.

- ¿Armas? -preguntó Aome.

- Sí, pero no cualquier arma, se especializa en armas antiguas como espadas, sables y esas cosas. Como Miroku es capitán del equipo de kendo debía comprar una nueva espada y creo que ahí se conocieron.

Sango y Miroku tenían un año más que Inuyasha y Aome, pero a diferencia de éstos no iban al mismo salón, pero eso no impedía que Miroku se dedicara a coquetearle a ella y a toda chica bonita que se cruzara en su camino.

- Los pergaminos sagrados sirven para alejar espíritus malignos pero no creo que funcionen solos -comentó Aome recordando otra charla con su abuelo.

- ¿A qué te refieres? -preguntó Inuyasha mientras devoraba su almuerzo.

- Que los pergaminos pueden proteger pero si la persona que los usa no tiene algo espiritual nunca servirían del modo que nos funcionaron.

- ¿Entonces crees que Hoshi tiene algún tipo de poder espiritual? -preguntó Sango, intrigada.

- No lo sé, pero no todos los amuletos hacen lo que hizo el de él.

- Y tú Inuyasha ¿le preguntaste a K...?

- No -lo cortó Inuyasha.

- Pero ella podría saber alg...

- No creo que sepa nada -volvió a interrumpir el platinado.

Aome lo miró extrañada. ¿A quién se habría referido Miroku?

Regresaron a sus aulas. El resto de las clases pasó muy lento y aburrido. Lo único bueno era que era viernes y Aome podría ir al centro comercial con sus amigas y tal vez podría presentarles a Sango.

Pero cuando salió, sus amigas ya tenían otros planes.

- Lo sentimos Aome, tal vez en otra ocasión.

- De acuerdo -dijo desanimada- pero podríamos dar una vuelta por las tiendas -le propuso a Sango.

Así fueron caminando con los chicos por detrás.

Inuyasha observaba a Aome que conversaba con Sango, hasta que Miroku le dió un codazo.

- Oye, es linda, ¿no crees?

- ¿Quién?

- Pues Higurashi, quién más -movió su cabeza-. Ya sabes que Sango es linda y es mía.

- Sango no es tuya.

- Por ahora -puntualizó-, pero contéstame ¿verdad que es linda?

- Si te gustan esa clase de chicas, pero he visto mejores -dijo encogiéndose de hombros.

Aome sentía que estaban hablando a sus espaldas y observó a los dos chicos que estaban detrás de ellas.

- No crees que nos sigan, ¿o sí?

- No creo -respondió Sango-, aunque Miroku seguramente se detenga en una tienda de lencería y trate de convencernos de probarnos algo o se quede embobado imaginando como se nos vería puesto.

Aome sólo quería una tarde tranquila así que se giró y les dijo:

- Oigan, ¿acaso piensan seguirnos toda la tarde?

Los chicos se quedaron quietos e Inuyasha respondió:

- No te preocupes, no nos interesan sus cosas de chicas, nosotros ya nos íbamos -dijo cruzando los brazos por detrás de la cabeza. Llevaba su uniforme azul desprendido dejando ver su camisa blanca y el cuello de una remera roja debajo.

Miroku miraba a uno y a otro. En verdad quería acompañarlas pero cabizbajo dijo:

- Nos veremos el lunes.

Ellos cruzaron y doblaron en una calle mientras que las chicas siguieron derecho.

- Ya deja de suspirar -se quejó Inuyasha ya muy lejos de donde las habían dejado.

- Es que no puedo evitarlo -suspiró-. Y dime por qué no le has preguntado a Kaede sobre los monstruos.

- Eso no le interesa -trató de restarle importancia.

- Yo creo que sí y además por qué me cortaste cuando estaba hablando.

Inuyasha no contestó, sólo frunció la boca.

- Es porque no quieres que sepan de tu vida, ¿no es cierto? -preguntó astutamente.

Inuyasha siguió callado dándole así una respuesta a su amigo.

- Sabes, confiar un poco no te matará.

- No tienen por qué saber nada -respondió malhumorado.

- De acuerdo, hablarás cuando estés listo. Nos vemos el lunes -dijo alejándose.

Inuyasha siguió caminando. Pasó cerca de la casa de la chica y continuó hasta la suya pensando por qué no era más confiado.

Había pasado por mucho, muchas cosas y siempre estuvo solo, enfrentando las adversidades sin nadie y ahora era difícil hablar de su vida con alguien. Pero se preguntó si ese alguien era la chica de grandes ojos marrones.

Se preguntó cuándo estaría listo.

Conexión de la Época actual con la antiguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora