VI

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Leer con la canción
02:45 am Club Perdición

- Una hermosa dama en este horrible lugar, dígame ¿Cuál es su despecho? - dijo un joven de 24 años, castaño, ojos verdes, una sonrisa hermosa, los hoyuelos le marcaban perfectamente al sonreír, vestido por una camiseta de a cuadros negros y rojos, manga larga arremangada, unos jeans azules y unos zapatos negros, su cabello perfectamente peinado hacia atrás.

- El amor, ya no hay hombres que den todo por su amada - la joven de ojos dorados levantó la vista, su vestido floreado que le queda 4 dedos abajo de las rodillas, medio abultado en la falda, unas zapatillas blancas, su cabello negro recogido en una diadema blanca.

- Puede que el amor le haya fallado señorita pero déjeme decirle que una pieza de baile le ayudará a olvidar todo - le ofreció la mano para iniciar su baile, la joven acepto gustosa para olvidar las penas que trae encima.

Me despierto agitada, hacia tiempo que no tenía un recuerdo del pasado, la cabeza me está matando, el caos que se tuvo el día anterior, me desencadeno por completo recuerdo que creía que nunca más tendría que poder recordar o al menos que mi mente me regresará a esos tiempos.

Veo el avión privado que mandaron por mi, completamente sola, solo una azafata, los dos pilotos, no he comido nada desde que vine en el avión, todo blanco con detalles dorados, suspiro y dejo que mi cabeza se recargue, una opresión en el pecho me impide obtener una respiración continua, observo el techo, con solo pensar lo que sucedió ayer la nuca hace que el dolor sea peor, el escuchar los gritos de mis hermanos, Athan, Adán, cierro los ojos con fuerza, necesito controlarme.

- Alpha, estamos por llegar - escucho la voz de la azafata, levantó la mano derecha, dándole a entender que la escuche, escucho sus pasos retirándose, abro los ojos y observó por la ventana el cielo, la ciudad de destino, por más loco que suene, el consejo está aquí, La ciudad del Vaticano, un país aparte de Roma, con sus propias leyes, abrocho mi cinturón al sentir el cambio de velocidad e inclinación, la Ciudad del Vaticano, su religión por un solo Dios es impresionante, lo que la masa puede hacer y lograr por solo querer que su Dios sea respetado.

Siento el choque de los neumáticos con el asfalto, el rechinar me ensordece un poco, ya cuando por fin se detiene el avión, la azafata hace todos los procedimientos para poder bajar, apenas termina me hace la señal para poder bajar, me quito el cinturón, me levanto y los rayos del sol me dan directamente al rostro, bajo las escaleras, no me sorprendo al ver personal del consejo, me esperan dos uniformados, como si fuera ejército, uno me abre la puerta, camino hacia ellos, mi cabeza en alto, si la van a cortar no quitare los ojos de aquel que lo haga, apenas estoy sentada en el asiento de piel negra, cierra la puerta, veo un solo conductor, los otros dos se van hacia una camioneta blindada, escuchó como el motor del auto ruge, siento el movimiento, se que estos tipos de autos son de acero blindado, además de que sus vidrios son especiales; no me asombro de la estructura y la cultura que tiene el Vaticano, las calles llenas de humanos o seres como yo, viviendo una vida normal.

Siento como el conductor me observa por el retrovisor, no es la primera vez que vengo y no será la última que venga, llegamos directamente al Vaticano, la plaza de San Pedro, el auto no entra, es terreno sagrado, se estaciona enfrente, veo la plaza, recuerdos llegan a mi, cierro los ojos por un momento, apenas los abro, abro la puerta, salgo con elegancia, mis tacones resuenan el suelo de piedra, mi abrigo largo de tono verde, un vestido corto de color azul marino, siento la brisa fría de la mañana, cierro la puerta sin mirar atrás, puedo sentir la presencia de dos seres detrás de mi, mi espalda erguida, barbilla arriba, mi cabello cae con gracia, camino directamente a mi destino.

Entro al Vaticano, veo la seguridad de siempre, seguridad que solo tiene en mente la religión y cuidar al líder con su vida, si es necesario, sigo caminado, al parecer alerte a uno por la dirección en la que voy, hacia la capilla Sixtina, me detengo ya que veo como empieza a sacar su arma, las dos presencias que vienen conmigo lo hacen parar, nunca vi el rostro del humano, miro de reojo, una silueta negra está a su lado, sus ojos centellan, lo está manipulando, algo más peligroso que los humanos, son los guardianes del Vaticano, guardianes que tiene más que la edad humana viviendo en el planeta, apenas termina de manipularlo siento un frío recorrer mi cuerpo, dándome entender que siga, camino hasta llegar a la puerta de la capilla, no entró, en la pared derecha se abre un pasadizo, pasadizo que lleva al juzgado de mi mundo, entro y puedo sentir que las presencias se retiran.

Soy de la AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora