☆DESTACADA en el perfil oficial de FantasiaES
☆Obra publicada en la iniciativa "Caja de Pandora" en el perfil de Embajadores~
Dos bandos celestes enfrentados. Dos deidades en pugna. Un engaño que pone en riesgo la vida de los mortales y una promes...
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Varios días después.
La joven pelirroja no podía creer lo que iba a hacer.
‹‹¿En serio iré al Castillo de Brodick, a encontrarme con el misterioso encantador de serpientes?›› se cuestionó.
Cailean, tras esa fachada narcisista que lo investía, había resultado ser bastante divertido, como Shenna lo había comprobado aquel día en el valle.
Luego del lamentable episodio, ambos habían tenido un nuevo inicio, menos brusco, y pronto encontraron que tenían gustos y pasatiempos comunes, por lo que se pasaron un buen rato hablando.
Los días sucesivos también compartieron más encuentros esporádicos y era notorio que comenzaba a florecer una mutua atracción entre los jóvenes. Sin embargo, él aún seguía siendo un extraño y podía llegar a ser peligroso.
‹‹Debo estar loca o muy aburrida›› pensó la chica.
Era la primera vez que salía de su casa, después de una semana de reclusión forzosa, debido a los brotes de viruela. Los síntomas del virus, habían comenzado a manifestarse también en sitios alejados del poblado, pese a los tratamientos médicos modernos, pues el viejo flagelo había retornado renovado y más letal que nunca. Por eso ella había salido escabulléndose de sus padres.
La muerte se sentía en el aire, incluso había visto su parco manto desplazándose sobre el valle, de campos cenicientos y ganado famélico, mientras lo atravesaba a hurtadillas a la hora del crepúsculo, al abrigo de tempranas sombras.
Llegó a la imponente construcción cuando la noche había descendido plenamente. Pese a que el castillo había sido reconstruido, aún conservaba muchos de sus viejos rasgos medievales, y su acorazada fachada se erguía señorial y prieta, recortando la perdida nebulosa.
Shenna no debió golpear la puerta, pues Cailean la estaba esperando, como una esfinge, de pie en la galería de entrada. Su silueta era apenas visible por la mortecina luz de los incipientes astros que lograba filtrarse tras la vaporosa muralla de las nubes, pero sobre todo era perceptible gracias a aquel punto luminoso del cigarro que llevaba en su boca.
—Creí que no vendrías— repuso él—. Pero me alegra que lo hicieras. Aunque en general disfruto de mi soledad, tu compañía no me resulta tan molesta— dibujó una sonrisa ladeada, dando una última calada y arrojando la colilla.
Al principio a la joven le había molestado un poco ese hábito. El humo de los puros era asqueroso. Pero luego de un tiempo se había acostumbrado y ya identificaba ese olor con el aroma propio de Cailean. Además, la mezcla de tabaco y menta, de los caramelos que solía ingerir luego de fumar, y que brotaba de sus labios cuando hablaba, resultaba hasta agradable.
—Lo mismo digo de tus hábitos— retrucó la chica guiñando, pues ya conocía aquel sentido del humor ácido que caracterizaba al contrario, y había aprendido a responder de la misma forma—. Entonces, ¿me invitará a pasar a su fortaleza My Lord?