7

1K 118 18
                                    

Estaba feliz.

Había logrado por fin que ese terco peliazul lo dejará aclararle la situación y no podía sentirse más contento.

Durante su camino a casa, repasó los momentos que anteriormente había pasado en el apartamento de Saga que era bastante acogedor y hogareño.

Pero... ¿por qué había muebles acondicionados para dos personas?

Nunca había visto a Saga con alguien más aparte de esos dos chicos con los que lo encontró hablando el la cafetería de la escuela.

Y tampoco escuchó a alguien más ahí en toda la noche... la duda se le incrustó en la mente y ya no quiso salir de ahí.

-¿Qué me está pasando?- suspiró bajándose del autobús para dirigirse a su apartamento.

Después de cambiarse y tomar su mochila, tocó en el departamento de su vecina.

-¿Si?- una mujer peliplata se asomó por la puerta -Oh, Aioros eres tú- le sonrió con amabilidad y abrió la puerta para dejarlo entrar.

-Lamento mucho que haya dejado por tanto tiempo a mi hermano contigo pero tenía que arreglar un asunt...-

-No hay problema, sabes cuanto me gusta cuidar a tu pequeño hermano- Hilda le aseguró con su tono de voz, a veces le recordaba a su madre, tan maternal y cariñosa.

Ambos caminaron a la cocina donde un chiquillo de cabello rubio se encontraba viendo la televisión mientras comía cereal de chocolate.

-Se despertó hace cinco minutos y trepó a la gabeta donde estaba el cereal, al parecer tenía mucha hambre- la chica soltó una ligera risa que hizo que el niño girará la cabeza en su dirección.

-Hermano!- gritando se bajó de la silla y corrió a donde su hermano que divertido lo alzó por el aire para después abrazarlo.

-Aioria... ¿te portaste bien con Hilda, verdad?- el pequeño asintió con euforia y le sonrió grande.

-Bueno, supongo que ya nos retiramos Hilda, muchísimas gracias por cuidar de mi leoncito- le sonrió a la peliplata y se dirigió a la puerta.

-Sabes que lo hago con mucho gusto- se acercó para despedirlos.

-Dale las gracias, Aioria-

-Gracias- el pequeño le dió otra gran sonrisa que parecía alumbrar la triste y melancólica vida que Aioros tenía desde que sus padres se fueron.

Su vida tampoco había sido fácil.

Sus padres murieron en un accidente de carretera cuando él solo tenia 15 años, tuvo que luchar muchísimo para sacar adelante a su hermanito.

En esos momentos agradeció ser tan inteligente ya que era acredor de  una beca educativa que ganó gracias a un concurso de conocimientos, no le daban mucho, pero era algo.

Tuvo dos trabajos en turno vespertino y nocturno antes de que la hermana de Hilda lo contratara en la guardería, su hermano prácticamente vivía con su vecina y casi nunca lo veía, por lo que ésta le tuvo compasión y le hechó la mano con el trabajo.

Y por ello le estaba infinitamente agradecido, si no fuera por ella ya se hubiera salido de la escuela para trabajar de tiempo completo en la fabrica donde laboraba antes.

-Vamos Aioria, debo ir a la escuela así que te dejaré con Aldebaran- le abrió la puerta de la guardería y su gigante compañero lo recibió con alegría.

-Hola Aioria!- gritó con euforia agitando con frenesí la mano, ese chico lo que tenía de intimidante lo tenía de amable -Aioros ¿todo bien?- tocó el hombro de el castaño.

-Todo bien Alde, disculpa que me vaya pero debo ir a la escuela ¿puedo encargarte al león?- preguntó despeinando a su hermanito que ya veía con insistencia los juguetes de la sala.

-Pero claro! Vete sin preocupaciones que yo cuidare de este gatito- tomó a Aioria de los brazos y lo elevó por el aire causándole carcajadas al menor.

-No soy un gatito, soy un león ¡RAAAAW!- cuando Aldebaran lo bajó, infló sus mejillas en señal de molestia y rugió tan fuerte como pudo.

-Bueno, entonces... nos vemos Aioria, portate bien y obedece a Aldebaran en todo- le dió un pequeño beso y salió de la guardería.

Miró su reloj y casi se infarta al ver que hora era: 8:40.

-¡Mierda!- se soltó a correr por las calles con nerviosismo, los peatones que caminaban por la acera lo veían con curiosidad no siempre ves a un adolescente correr con tantos animos a la escuela. -Ya es tarde, tarde, tarde- se repetía mientras doblaba la esquina para poder tomar un atajo que lo llevó casi a la entrada de la escuela.

Corrió con todas sus fuerzas hacia la entrada y dió un maravilloso salto por las escaleras, rezando internamente que su profesor aún no iniciara la clase, pasó a lado de un chico que parecía que había corrido tanto como él.

Frenó de golpe al ver de quien se trataba.

Saga estaba tirado de rodillas en el suelo, sudando y respirando agitadamente.

-Santo cielo, ¡Saga!¿te encuentras bien?- tiró su mochila a un lado y se acercó al peliazul que se desvaneció lentamente en sus brazos susurrando cosas incoherentes.

La gente empezó a rodearlos como hormigas al rededor de un cubo de azúcar y estos a su alrededor comenzaron a murmurar cosas sobre Saga y su "complejo" de querer llamar la atención a toda costa, cosa que le fastidió por completo al moreno.

-¡HÁGANSE A UN LADO, IDIOTAS!- gritó desesperado, se preocupó más por el hecho de que era Saga a quien estaba sosteniendo a quien hace unas horas había dejado bien en su apartamento.

Sin perder ni un segundo más, trató de cargarlo con todas sus fuerzas y lo llevó a la enfermería.

Donde únicamente se encontraba el ayudante de primer año... ¿Dónde diablos se había metido el imbécil del Doctor Odysseus?

Dejó de hacer berrinche mentalmente y suspiró... bueno, peor es nada así que le encomendaría a este chico el cuidado de su... amigo.

-Ayúdalo, por favor, se desmayó y parece que tiene fiebre, no deja de murmurar cosas que no entiendo- sin esperar ninguna orden colocó a su compañero en una camilla mientras que el pequeño peliverde buscaba entre sus cosas el alcohol y los algodones.

Un ruido detrás de él lo asustó.

-¿Qué pasa aquí, Shun?- el doctor de la preparatoria venía entrando, parece que también se le hizo tarde.

-Parece un ataque de ansiedad- le dijo inocente su ayudante.

-Bien...necesito que salgas, por favor- se giró a ver a Aioros y le pidió de la manera más amable que pudo, entendía que ese chico estuviera preocupado por su amigo, pero de verdad necesitaba que saliera para poder trabajar bien.

-Pero...-

-Él va a estar bien, en cuanto despierte mando a alguien a buscarte a tu aula... mientras, ve a clase- Shun intentó darle una cálida sonrisa para calmarlo pero Aioros dudó antes de salir por la puerta.

Odysseus revisó los signos vitales de Saga, le tomó la presión y le hizo aspirar el alcohol para hacerlo volver en sí.

Pero el Géminis, solamente alzó más la voz e hizo más entendibles los murmullos.

-Mamá... por favor... yo no estoy enfermo... Diles Papá... Kanon... por favor... regresen...- ignoró la importancia que tenían estas palabras pues no conocía bien al chico y no sabia nada de él antes de esta mañana.

No.

Ya lo había visto antes.

Pero... no sabía donde...

Divagó en sus recuerdos tratando de recordar algún indicio o pista...¿dónde había visto a ese chico?





¿Dónde?

Casualidad no tan casual (SagaxAioros)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora