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Escuchó la puerta cerrarse frente a él, respingando un poco por ésto. Levantó la mirada encontrandose un par de orbes esmeraldas que le miraban con una profunda tristeza y añoranza.

—Oh... Buenas tardes, Aioros.

El chico no contestó, parece que había venido en cuanto salió de la preparatoria pues aún tenía su mochila en el hombro que parecía muy pesada, se limitó a mirarlo en silencio pues sabía que si decía una sola palabra iba a bombardearlo con preguntas sobre Saga y no quería parecer tan desdesperado.

—Buenas tardes, Señor Arietis

Shion bufó, no importa cuantas veces le dijera que le llamara por su nombre, siempre le llamaba por su título de señor.

—Estoy empezando a creer que solo quieres llevarme la contra.— admitió con diversión a lo que el semblante de Aioros titubeó.

—No es esa mi intención señor, disculpeme...— jugó con sus dedos nervioso unos cuantos segundos para después hablar de nuevo. —Supongo que sabe a lo que vine ¿cierto?

—Tengo una idea.

—Solo... quiero saber como está ha pasado ya un mes y... la única carta que he recibido de él, fue la de su despedida.

—Entiendo tu preocupación, Aioros.— se removió un poco en su asiento mientras buscaba la manera correcta de formular sus palabras. —Bueno, no voy a mentirte... está de mal en peor.

El corazón de Aioros se estremeció, temía que esto le sucediera que empeorara cuando se separara de él. El simple hecho de imaginar a Saga teniendo un ataque de ansiedad sin nadie a su lado, le rasgaba el alma.

—Está muy delgado, tiene unas ojeras enormes y se marcan sus pómulos, siempre tiene la mirada apagada y perdida.— su mirada se endureció —Pero... tengo la ligera sospecha de que no es por la propia voluntad de Saga.

Las palabras sorprendieron al castaño que abrió los ojos con curiosidad.

—¿De qué está hablando, señor?

—Estoy hablando, Aioros, de una medicación clandestina, verás he estado investigando con unos conocidos acerca de los medicamentos que Saga debería tomar y sus efectos secundarios... pero algo no concuerda con los que presenta él, deberían ser contrarios pues en lugar de perder peso debería ganar y eso es uno de la gran lista de contradicciones, voy a investigar que esta pasando y si ese... doctor esta usando a Saga como conejillo de indias ni en su próxima reencarnación será suficiente como para pagar que haya tocado a mi pequeño.

—Yo... ¡Quiero ayudarlo! Dígame en que puedo ayudarlo por favor, señor.

Shion abrió los ojos sorprendido, pensó que al explicarle todo esto al chico, se ahorraría horas de drama y tragedia diciéndole que no le interesaba nada de Saga... al parecer su hijo había escogido muy bien a su próximo yerno.

—¿estás seguro de querer hacerlo?

—Claro... todo por el bienestar de Saga.

El borrego sonrió, parece que tendría más ayuda de lo que pensó.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Enjuagó sus lágrimas con las manos y se giró a ver al brazileño que le miraba con preocupación.

—¿Qué pasa león? Sabes que puedes confiar en el viejo toro. Vamos, cuéntame lo que te pasa, pequeño.

El nene había estado muy decaído y llorón algo muy raro en él, que incluso ni metiéndose unos buenos golpes soltaba lágrimas, por la pinta que tenía presentía de que se trataba. Tragó con fuerza y tomó toda su voluntad para poder expresar el motivo de su llanto.

—Me duele...— las alertas del moreno se prendieron como fuegos artificiales en carnaval así que tomó al chiquillo y lo sentó en sus piernas.

—¿Qué te duele, bebé?— rápidamente le dio un chequeo con la mirada a ver si no tenía algún golpe o morete.

—Me duele aquí— con su dedito señaló su pechito donde se supone que estaba su corazón algo que lejos de enternecerlo, lo conmovió.

—¿Sabes por qué te duele?

—No... pero me duele mucho.

Nuevamente, de sus ojos salieron lágrimas que rodaban sin piedad por las mejillas sonrosadas del pequeño rubio. Lo abrazó con todas sus fuerzas, con suerte y le podía trasmitir algo de amor en esos momentos.

—¿Aioria?— su hermano mayor que iba llegando se acercó con intriga al escuchar los hipeos del niño. —¡Dios mío! ¿Estás bien, Aioria? ¿Alguien te molestó hoy? ¿Fue Shura otra vez? ¿O fue Shaka? ¡Ya verán ese par de mocosos!

—Je, tranquilo Aioros no pasó nada— el toro se levantó para tocar el hombro del castaño y susurrar en su oído. —Creo que debías hablar con él.

Dicho esto, se alejó a la recepción para recibir a Mu que venía llegando a la par con Shaka que siempre venían juntos. Aioros se acercó a su hermanito y lo abrazó, acarició su cabello soltando palabras para disipar su llanto.

—Ya pequeño, todo va a estar bien... todo estará bien...— de un momento a otro, sus lágrimas aparcaron todo el espacio en sus ojos causando que abrazara con más fuerza al nene.

—Yo... solo quiero que Saga vuelva con nosotros... ¿Se fue por qué dejé esa goma de mascar en su cabello el otro día? ¡Llámalo! Y dile que no lo volveré a hacer, dile que seré bueno y le prestaré mis juguetes, dile...

La voz del leoncito se quebró y empezó a sollozar con más intensidad repitiendo el nombre de Saga con la tristeza impregnada en su voz. Con todo lo que había estado en su cabeza ese último mes, no le había tomado ninguna importancia explicarle la situación a su hermano que en ese momento le pareció el error más cruel que pudo cometer, después de todo, el gatito también había encontrado en Saga un compañero de juego, una figura de autoridad más allá de él, alguien en quien confiaba plenamente y el hecho de que se lo quitaran como había llegado era obvio que le impactaría a tal grado.

—Ya mi amor, todo va a estar bien... yo voy a cuidarte ¿si?— se separaró de su bebé para tomarlo de ambos lados de la cabeza y mirarlo a los ojitos que se veían igual de tristes que los suyos —Escúchame, Saga se tuvo que ir porque necesitaba ir al doctor y... debía quedarse ahí, pero el me prometió que en cuanto salga vendrá con nosotros a buscarnos y a jugar todos los días contigo.

—Pero ¿por qué se fue ahora? Nos dejó solitos ya no jugará más conmigo, ya... ya... ¡Ya no nos quiere!

—No mi amor, yo te juro que no es así— limpió las nuevas lágrimas que habían escapado de los ópalos del pequeño y continuó, tenía que buscar una forma de poder explicarle el porqué de la ausencia de su compañero —Saga nos quiere mucho... pero no quiere contagiarnos de su enfermedad, así que vamos a estar felices por él ¿estás de acuerdo?

Aioria asintió lentamente y después lo miró a los ojos.

—Promete que tú tampoco llorarás más, por favor, no quiero que llores más.— Aioros sonrió con ternura, al parecer su hermano no era tan despistado después de todo.

—Lo prometo.

Ambos juntaron sus frentes y cerraron los ojos, entrelazando los dedos como si su promesa ganara fuerza con ese simple acto.

Ahí fue cuando decidió que esperaría, pero no lo haría a costa de su hermano, debía ser fuerte por él y luchar contra todo y todos.

Sonrió entre lágrimas, prometiendo que eran las últimas que tiraría por tristeza.

Esperaba que las siguientes fueran de alegría al ver a Saga muchísimo mejor.

Casualidad no tan casual (SagaxAioros)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora