Relato I: INTRUSO

197 12 0
                                    

Primer relato concerniente a la pareja de Luis y Aarón.

Capitulo 1: El ladrón de besos.

Unas manos tocaron su piel, colándose inquietas por debajo de la camisa, haciendo que su cuerpo se estremeciera ante la caricia de esos dedos inquietos y ante el ímpetu de esa boca ajena que con descaro tomaba la suya. Su intención no era ceder al deseo, pero no importaba cuánto forcejara, simplemente no podía librarse. Aun así, Aarón no dejó de poner resistencia, empujó intentando apartar al intruso. No lo consiguió. Sólo logró que sus manos fueran puestas sobre su cabeza y capturaran nuevamente sus labios.

Aarón cerró los ojos con fuerza.

Esos labios moviéndose sobre los suyos, le incitaban a abrir un poco la boca y sin querer se vio invadido por la lengua intrusa que escrudiñaba y se mostraba inquieta y ansiosa ante el sabor experimentado. Estaba casi devorándolo, inspeccionando cada parte de su cavidad como un ladrón que entra en casa ajena y se niega a irse.

Prácticamente lo estaban asaltando sin dejarlo respirar.

Aarón entreabrió los ojos, mirando de soslayo por si venía alguien. No le gustaba la idea de ser pillado in fraganti. De hecho, esa idea le asqueaba. Apretó los puños y quiso morderle la lengua a su contrincante, aunque hacer eso significaba darle pase libre y no estaba dispuesto a eso. Pero esa era la única idea que se le ocurría dada las circunstancias. Realmente no deseaba que su hermano o su cuñado llegaran y le vieran allí, en la cocina, acorralado a la pared y siendo besando por un salvaje como aquel.

Bueno, era poco probable que lo pillaran. Su hermano Adrián se encontraba bañándose con el profesor Leandro y suponía que tardarían lo suyo. Desde donde estaba, entre esos brazos fuertes, podía oír el agua caer en la regadera y algunas risitas picaras. No, definitivamente su hermano no saldría todavía del baño. Y con ese pensamiento se relajó y se rindió. Cerrando lánguidamente los ojos, se entregó por completo, permitiéndole a su asaltador lo que quisiera con su boca.

Eran unos deliciosos labios lo que besaba y lo besaban. Se movió a su mismo ritmo, devolviéndole el beso, cediendo a su propio anhelo. Tanto que incluso respirar dejó de ser una necesidad para ambos.

El ladrón de besos mordisqueó su piel tierna, haciéndolo gemir en voz baja. Aarón pensó que aquella sensación era extrañamente deliciosa y no se opuso cuando volvió a tomar sus labios, suspirando antes de entregarse. Sentía que toda su piel era como mantequilla derretida y que podía volar entre espuma de cerveza. Podía pasar así el resto de su vida...

Y entonces, reaccionó.

¡¿Qué mierda pensaba que estaba haciendo ese sujeto?!

Su respuesta fue inmediata y sus fuerzas volvieron con renovado ánimo. Dándole una patada en los testículos al ladrón, pudo librarse de aquella prisión de brazos y labios. El sujeto se alejó, aunque lo hizo con una sonrisa cínica en esos labios tan deliciosamente tentadores.

Maldito.

—Te he dicho que no hagas eso —siseó.

—Pero a ti te encanta que te bese —respondió con igual cinismo y sólo por eso, Aarón lo odió más.

Ambos se encontraban en la cocina de Leandro. Esa mañana había ido temprano para buscar a su hermano en casa de su cuñado y en su curso se encontró a Luis, el intruso que no le dejaba en paz y vivía besándolo a la fuerza a escondida de los demás. Lo peor era que al final terminaba cediendo a esos besos y temía que al final fueran más allá de eso.

Aarón ni siquiera se atrevía a pensar en eso. A pensar en lo que significaba ir más allá.

Se pasó el brazo por la boca con evidente disgusto para quitar el sabor de aquel subyugante beso. Miró a Luis con todo el rencor posible. Como lo odiaba. Odiaba esa sonrisa cínica, sus ojos color caramelo y su presencia altanera. Como lo detestaba.

Historias Extras (ME PERTENECES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora