INTRUSO

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Capítulo 5: Sucesos inesperados.

Se despertó porque un movimiento consecutivo no dejaba de repetirse. Luis abrió los ojos soñolientos y notó que un chico yacía montado encima suyo, moviéndose sobre su regazo libidinosamente. Tardó un rato en notar que era Aarón y por un momento, pensó que estaba soñando. Porque era irreal que Aarón lo estuviera montando. No se le ocurría nada para justificarlo. Pero él chico seguía en lo suyo, moviéndose escandalosamente e incluso gimiendo. No era más que teatro, por supuesto, aun así Luis se preguntó porqué.

Se quedó mirándole, en primera instancia, sorprendido por aquella manera tan sorpresiva de despertar y después agudizó su mirada, deleitándose del teatro del joven, de ver como su cuerpo subía y bajaba en un ritmo rápido, como si de verdad estuvieran teniendo sexo.

De repente, oyó la voz de Elizabeth y todo encajó.

Claro, era posible que el muchacho estuviese celoso de la idea de que él se reconciliara con Elizabeth. Era lo único que se le ocurría para explicar la escena tan comprometedora.

Ella lo vio, balbuceó algo y salió corriendo de allí. A Luis no le quedó ninguna duda de que está vez no iba a poder recuperarla. Que está era la última vez. La ultima. Se sintió molesto. Aarón había estropeado todo, y sin embargo, muy en el fondo disfrutaba de la vista, de sus celos y de su cuerpo joven.

Cuando se quedaron solos y no hubo más ruido que el de su respiración nasal, se atrevió a interrumpir la ilusión.

—Chico malo —dijo con voz cargada de burla—, haberme dicho que querías a jugar a esto del caballito.

Las facciones del joven cambiaron y ahora le miraba con espanto y con la cara pálida como un papel. Le dieron ganas de reírse de esa cara porque Aarón siempre lo miraba con odio e ira, y ahora lo observaba aterrado, lleno de pánico y sin ser capaz de reaccionar.

En un movimiento rápido, Luis cambió las posiciones. Ahora era él quien estaba encima del joven, lo había estampado contra la cama y le estaba apresando las muñecas con sus manos.

Aarón forcejeó, recuperando la cordura y apretando los dientes.

—Suéltame. —siseó.

— ¿Sabes lo que acabas de hacer? —pregunto Luis, sonriente—. Acabas de destruir el último haz de luz que tenía de recuperar a mi familia.

Aarón desvió la mirada, sintiéndose culpable.

—Yo... lo siento. De verdad, no pensé que...

— ¿No pensaste que qué? ¿Qué Elizabeth no te vería? ¿Qué ella no entraría al cuarto? ¡Venga Aarón, claro que sí lo pensaste, por eso lo hiciste! Sabías tan bien como yo que ella te vería. Eres un chico malo, Aarón... Un chico malo...

—¿Y qué? ¿Qué quieres ahora?

Aarón tuvo su respuesta clara y concisa cuando los labios de Luis se apoderaron de los suyos. Un beso subyugante, abrazador y ardiente.

—Serás cabrón...—espetó molesto, respirando agitadamente y ladeando el rostro para impedir otro beso.

Luis sonrió de lado y apretó más las muñecas. No iba a permitir que se escapara. Le pasó la lengua desde el mentón hasta la mejilla y mordisqueó levemente su oreja, susurrando:

—¿Sabes cómo me la pones?

Aarón sintió que Luis se apretó contra él, haciéndole notar su erección; parecía algo grande. Se sonrojó aún más de lo que estaba y empezó a forcejar como loco porque sabía lo que se avecinaba.

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