Decidí usar el tiempo libre para probar la computadora, que se encontraba en una pequeña habitación que me costó mucho encontrar por lo recóndito de su ubicación. La habitación tenía paredes grises, el suelo era de madera al igual que el mueble en el que estaba la computadora y la silla que estaba frente a ésta. No había ventanas, por lo cual había cierto olor a encierro y la luz natural no se filtraba.
Pero había una computadora.
Rápidamente me acerqué a la misma y me senté en la silla, que era muy incómoda, aunque eso era lo que menos me importaba en ese momento. El aparato era algo viejo, pero parecía funcionar bien, como comprobé al encenderlo y oír el característico sonido de Windows reiniciándose. Había dos sesiones disponibles para abrir: "Paul", y "Baby"; y aunque la curiosidad fue demasiado grande por ver qué habría en la primera sesión, mis intentos de entrar fueron en vano debido a que tenía contraseña. Entré a la otra y pronto apareció frente a mis ojos un fondo de pantalla color rosa pastel, muy estéticamente agradable.
Abrí el navegador y en la pantalla aparecieron letras a medida que tecleaba f-a-c-e, y antes de terminar la palabra Google ya me había dado la opción de meterme en Facebook. Rápidamente puse mi cuenta y en menos de dos minutos mi inicio estaba ahí, mostrando las publicaciones de los estúpidos de mis amigos. No podía creer que siguieran usando Facebook, pero al parecer el dicho "hierba mala nunca muere" aplicaba perfectamente a este caso.
¿Cómo podía enviar señales? Un mensaje directo a Stuart no era opción, no sólo porque lo odiaba por haberme entregado a cambio de su libertad, sino porque literalmente la casilla de mensajes no aparecía. Tampoco podía publicar en su perfil, ni en el de nadie; incluso el mío parecía bloqueado de alguna manera.
Llevaba más de cinco tazas de café y aún así el sueño me estaba venciendo. Pero no podía dormirme, no cuando había un chico desaparecido con una tía mentalmente inestable pisándome los talones. La señora me mataría si el caso no se esclarecía pronto, y aunque sabía que no se atrevería a ir a una estación de policías con un arma en la mano, había logrado intimidarme.
El reloj marcaba las cuatro y media de la mañana, oficialmente llevaba 72 horas sin dormir. Y de esas 72, al menos 36 frente a la computadora, revisando las redes sociales de mi víctima actual. Era de esperar que si estaba secuestrado no tuviera acceso a Internet, pero a veces revisar lo publicado con anterioridad daba indicios de posibles conexiones entre la víctima y el victimario.
En este caso no había tales indicios, su perfil de Facebook sólo mostraba el perfil normal de un chico de su edad. Subía muchas fotos de sí mismo, lo que me hizo pensar que tiene un ego muy grande. Al parecer le gustaba la música, dibujar y tomar drogas de forma recreativa; decidí enviar la página a un psicólogo conocido para que hiciera un perfil del chico.
Justo cuando estaba por quedarme dormido, el teléfono sonó y me hizo saltar del susto.
—¿Hola? —pregunté somnoliento, ya eran las cinco menos diez.
—Gabrielli ¿has avanzado con el caso?—la voz de mi jefe sonaba muy despierta y viva, seguro había descansado.
—Un poco, jefe...
Detestaba mentir, pero sabía que si le le decía la verdad sería lo último que diría.
—Bien, sigue así. Nos vemos en la oficina en una hora.
Y sin más, colgó.
Permanecí unos minutos mirando un punto fijo y con la mente en blanco, y cuando reaccioné habían pasado diez minutos. Suspiré, froté mis ojos con ambas manos y decidí levantarme para lavarme la cara.
Al estar en el baño mojé mi rostro con agua fría para despabilarme, pero lo que funcionó mejor que eso fue notar dos ojos brillantes en el reflejo del espejo.
—¡Vittorio, casi me matas!
El felino maulló como disculpándose y bajó de la tapa del retrete para comenzar a pasear entre mis piernas. Sequé mi rostro y dejé la toalla en su lugar, para luego tomar a Vittorio entre mis brazos y dirigirme a la cocina a preparar un café.
Una vez que estuve en mi lugar de trabajo de nuevo, con una taza humeante junto a la computadora y el gato durmiendo en mi regazo, recargué por accidente la página donde tenía abierto el perfil de John. Maldije entre dientes porque debía empezar de cero, pero antes de lanzar la computadora por la ventana y morir de estrés; noté que había una publicación nueva, de hacía veinte horas.
A veces cierro los ojos y no veo
Era una publicación estúpida, pero estaba seguro de que había algo más detrás de él. Como sospeché, no podía rastrear el IP, que sirve para ubicar la dirección de un dispositivo electrónico, utilizando un número identificatorio. De todos modos le daría la publicación a los profesionales de la tecnología, que tal vez podrían ser más útiles que yo en ese sentido.
—"A veces cierro los ojos y no veo"—repetí la frase y rápidamente la anoté en una libreta.
De acuerdo, lo que podía deducir de todo esto era que, esté donde esté, John tiene acceso a Internet y a la tecnología ¿habrá usado un teléfono o una computadora? Iba más por la segunda, ya que es posible bloquear fácilmente el código IP de una computadora, no así en el caso de un teléfono. Pero era un avance.
Con mi nuevo descubrimiento en manos, apagué todo y fui a mi habitación para tratar de dormir al menos un poco antes de ir a la estación de policía. Me fui a dormir con una sonrisa al pensar que estaba al menos un poco más cerca de salvar a ese pobre chico.
ESTÁS LEYENDO
Daddy's Boy [McLennon] #BeatleYaoi
Fiksi Penggemar-N-no...Suéltame, por favor... -No hasta que lo digas. -¡Por favor! -Dilo. -¡Da-daddy! -Buen chico. Portada hecha por @AndreaHarrisonLane