Capítulo XI

10.6K 983 410
                                    

Las cálidas manos del líder continuaron sus caricias sobre la piel descubierta de mis piernas por unos segundos antes de detenerse. Namjoon me observó un instante para después mover su cuerpo, que estaba sobre el mío, hacía un costado, y acomodarse a mi lado. Se mantuvo con su cuerpo ladeado hacia mí y con la mirada fija en mi rostro, mientras yo miraba el techo de la sala sin ponerle mayor atención, sólo esperando el próximo movimiento de mi compañero.

Sus dedos pronto se manifestaron en la misma zona en la que estaban hace unos segundos, pero esta vez la caricia se presentó de manera diferente. No eran sus manos las que sentía, eran apenas las yemas de sus dedos, deslizándose sobre mi piel mientras formaban ondas, que iban desde arriba hacia abajo. Era un movimiento lento, dulce, que jugaba en mi cuerpo con tanta delicadeza como de quien quiere sostener una burbuja en sus manos. 

Al inicio, era uno solo de sus dedos, paseándose por mi pierna en forma de ochos, con el cuidado de no recargar tanto su peso sobre mí. Bajaba sin prisa y sin fiereza, y volvía de la misma forma después de dar vuelta. Con cada giro que daba, el vaivén se iba agrandando un poco más, sólo unos milímetros, que a la larga se volvían distancias notorias que antes no abarcaba. Luego un dedo más se añadió, y fueron dos los que recorrían mi piel, pero no había más fuerza, más velocidad, más nada, sólo era mayor la superficie de mi cuerpo que ahora rozaba.


Jamás hubiera imaginado que la escena se desarrollaría de esta forma, con Namjoon acariciando suavemente mi pierna sin ningún atisbo de lujuria o deseo en sus movimientos, sin palabras, sin nada tan grotesco como lo que llegué a desear con él. Y, no obstante, tampoco había imaginado que un acto tan simple, como aquél que realizaba mi compañero, pudiera provocarme tanto placer.

No era un placer sexual, sin embargo. Era un placer como el que se siente después de beber café por la mañana, o el de recostarse en la cama tras un largo día de trabajo. Era un placer que, a su vez, producía en mí una sensación relajante, una sensación de haber encontrado mi lugar de confort después de estar buscándolo por semanas. Un placer que, sin más, me hizo cerrar los ojos y entregarme por completo ante él.

Pensé, entonces, en lo que se sentiría combinar ambas sensaciones en mi vida. Combinar los descansos después del trabajo, recostado tranquilamente en mi cama, con una cariñosa mano recorriendo mi figura sin libido; o combinar las mañanas en las que, después de una noche de sueño tacaño, el café es como un elixir que me vuelve a la vida, con la mirada y el contacto tierno que ahora sentía.

Un suspiro se escapó de mi boca cuando el sentimiento se hizo tan ameno que sólo pensaba en obtener más. Parecía increíble que aquel roce fuese tan confortable a pesar de su leve intensidad, pero era esa misma sutileza la que le otorgaba la magia al momento.

Sin que me diera cuenta, Namjoon se había acercado tanto que podía sentir su respiración chocando contra mí, y pronto sus labios se colocaron en el costado de mi abdomen, manteniéndose ahí, inmóviles, mientras sus dedos continuaban su trazo. Ahora no era sólo una, sino dos las partes de mi cuerpo que desprendían energía ante el tacto sensible del líder. Era como una corriente nerviosa que viajaba desde la zona en contacto hacia todo mi cuerpo sin excepción. Se colaba por mis piernas y hasta mi cuello, desde mi abdomen hasta la punta de mis pies, en forma de un suave y grato cosquilleo.

Pero se detuvo.

Mis ojos se abrieron de golpe cuando ya no pude sentir el tacto de Namjoon sobre mi piel. Tanto sus dedos como sus labios se habían alejado al mismo tiempo y sin explicación, pero, más que decepción me produjo, por primera vez en mi vida, el sentimiento de extrañar algo que acababa de vivir hace cuestión de segundos.

Quería girarme, encarar a Namjoon, protestar, quejarme, exigirle más o hacer algo para que me explicara su detenimiento y continuara con sus caricias, mas no había nada de qué quejarme. Esas pequeñas muestras de cariño me habían dejado tan satisfecho que en mi mente no cabía la opción de siquiera reclamarle al hombre que tenía a mi lado, sólo podía disfrutarlo y recordar en mi mente esos últimos minutos, para no olvidar jamás la manera en la que su tacto me hizo sentir.

H I P O X I F I L I A || NamMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora