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Nos escondimos en una tienda en donde vendían puras chácharas (cosas), justo al otro lado de la calle, como una pelota de pimpón que hubiera rebotado, y miramos a hurtadillas a través de las estanterías llenas de qué sé yo, esperando y esperando. Supongo que no podíamos estar merodeando, o quién sabe por qué acabamos en esta tienda con las dos arpías malhumoradas que lo regentaban y todas aquellas tonterías, caras y coloristas, que las personas compran a otros para sus cumpleaños cuando no los conocen lo suficientemente bien para saber, encontrar y comprar lo que en realidad les gusta. Al menos, esta cámara es lo único que me compraste aquí, YoonGi, eso tengo que admitirlo. Paseé entre animales de cuerda y tarjetas de felicitación mientras tú te agachabas bajo los móviles que colgaban del techo hasta que, por fin, dijiste lo que te rondaba la cabeza.

— No conozco a ningún chico como tú — aseguraste.

— ¿Cómo?

— Que no conozco a nadie...

— ¿Qué quieres decir como yo?

Suspiraste y luego sonreíste y te encogiste de hombros y volviste a sonreír.

— ¿Bohemio?

Me puse delante de ti.

— ¡Yo no soy bohemio!

— Lo siento. Tal vez listo es a lo que me refiero. La otra noche, por ejemplo, ni siquiera sabías que habíamos perdido el partido. Pensé que todo el mundo lo sabría.

— Yo ni siquiera sabia que había un partido.

— Y la película esa — sacudiste la cabeza y lanzaste un suspiro. — Si Hoseok se enterara de que he visto algo así, pensaría,...no sé lo que pensaría. Esas películas son para raritos, sin animo de ofender a tu amigo NamJoon.

— NamJoon no es raro — protesté.

— Ese chico hizo un pastel.

— Yo lo hice.

— ¿Tú? Pues sin ofenderte, estaba asqueroso.

— De eso se trataba, debía de estar amargo, horrible como una fiesta de cumpleaños de los amargos 16, en vez de dulce.

— Nadie lo probo, sin ofender.

— Deja de decir 'sin ofender' cuando haces comentarios ofensivos — me quejé. — Eso no te da carta blanca.

Me miraste moviendo la cabeza, YoonGi, como un gatito que se pregunta por qué esta el periódico en el suelo. En ese momento, me pareció un gesto lindo.

— ¿Estás enojado conmigo?

— No, no lo estoy.

— Ves, esa es otra cosa. No sé cómo explicarlo. Eres un chico diferente, sin ofender Tae, ups, lo siento.

— ¿Qué hacen los demás cuando se enojan?

Suspiraste y te manoseaste el pelo como si fuese una gorra de beisbol a la que quisieras darle la vuelta.

— Bueno, los demás no me besan como nosotros hace un rato. Me refiero a que no toman la iniciativa, pero luego, cuando se enojan, dejan de besarme y no me hablan y cruzan los brazos, como si estuvieran muy enojados, y se quedan con sus amigas.

— ¿Y tú que haces?

— Les compro flores.

— Eso es caro.

— Si, bueno, eso es otro asunto. Las chicas no hubieran comprado los boletos para la película como tú lo hiciste, tampoco los chicos. Yo pago todo, o tenemos otra discusión y les vuelvo a comprar flores.

Nunca Fuimos Nada | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora