05

129 20 1
                                    


— ¡Se está abriendo!

— ¿Por dónde?

— ¡No, la puerta!

— ¿Cómo?

— ¡Al otro lado de la calle! ¡Es ella! ¡Se va!

— Está bien, déjame abrirla.

— ¡Date prisa!

— Tranquilo, Tae.

— Pero es nuestra oportunidad. Tómale una foto.

— Ya voy, deja leo las instrucciones.

— No hay tiempo, sólo hazlo.

— Está bien, está bien. <<Enrollar la película firmemente con la manivela A >>

— YoonGi, se va.

— Espera — risas. — Dile que espere.

— ¿Espere porque creemos que es usted una estrella de cine y queremos tomarle una foto para asegurarnos? Yo lo hago, dámela.

— Tae.

— De todas maneras es mía, tú me la compraste.

— Si, pero...

— ¿Crees que no sé como utilizar una cámara?

— Creo que la estas sosteniendo al revés.

Tratando de averiguar de como se utilizaba aquella cámara y siguiendo a la supuesta actriz. Hasta que por fin hizo clic.

— ¿Estarás así cuando estés dirigiendo una película?

— Mandare a otra persona que lo haga por mi. Por ejemplo, algún jugador de basquetbol acabado.

— Ya basta.

— Esta bien, esta bien, ahora ¿lo enrollas de nuevo? ¿Así?

— ¿Eh?

— Vamos, eres bueno con las mateeees.

— Basta, ademas esto no tiene nada que ver con las matemáticas.

— Voy a sacar otra.

— No seas tan obvio.

— Bueno, te toca.

— ¿Me toca?

— Te toca, YoonGi. Tómala. Saca varias.

— Bueno, bueno. ¿Cuántas hay?

— Vamos a tomar todas las que podamos. Luego las llevaremos a revelar y las veremos.

Pero nunca lo hicimos, ¿verdad? Aquí está sin revelar, un rollo fotográfico con todos sus misterios encerrados dentro. Nunca lo llevé a ninguna tienda, simplemente lo deje esperando en un cajón soñando con estrellas. Aquella fue nuestra oportunidad de comprobar si Lottie era quien pensábamos que era, todas aquellas fotografías que sacamos, muriendo de risa, besándonos con la boca abierta, riendo, pero nunca lo revelamos.

Pensábamos que teníamos tiempo, corriendo detrás de ella, subiendo de un salto al autobús. Nos escondimos detrás de buzones y faroles, a media cuadra de distancia; el cielo oscurecía ya en nuestra primera cita, pensando todo el rato que las revelaríamos más tarde. Te colaste corriendo en su desgastado y adornado zaguán, perfecto para ella, mientras yo esperaba con las manos sobre la valla, contemplando cómo ibas y venías a saltos. En cinco segundos subiste por las púas de hierro forjado que enfriaban mis manos al anochecer, y rápido, rápido, rápido atravesaste el jardín. Te abriste camino con rapidez entre aquellas silenciosas estatuas de piedra, y si pudiera, las lanzaría todas a tu jodida puerta, tan ruidosamente como tú fuiste silencioso, con tanta furia como diversión que hubo entre nosotros, tan frío y desdeñoso como emocionado me sentía al observar cómo te colabas en busca de pruebas y regresabas encogiéndote de hombros y con las manos vacías.

Así que todavía no lo sabíamos, todavía no podíamos estar seguros, no hasta que las fotografías fueran reveladas. Aquellos intensos besos en el largo recorrido en autobús a casa, por la noche, nadie excepto nosotros recostados en la última fila de asientos y el conductor con los ojos fijos en la carretera, sabiendo que no era asunto suyo. Y más besos en la parada, cuando terminó aquella cita, y tu grito al alejarte en zigzag después de que no te dejara acompañarme hasta la puerta, por no soportar a mi madre mirándote de reojo a lo largo de toda la baqueta mientras me preguntaba dónde diablos había estado.

— ¡Nos vemos el lunes! — gritaste como si acabaras de descubrir los días de la semana.

Pensábamos que teníamos tiempo. Me despedí con la mano, pero fui incapaz de responder, ya que por fin estaba permitiéndome sonreír tan ampliamente como había deseado durante toda la tarde, toda la noche, cada segundo de cada minuto contigo, YoonGi. Mierda, supongo que ya te quería desde entonces. Condenado como una copa de vino que sabe que algún día se romperá, como unos zapatos que se rasparían rápidamente, como esa playera nueva que no tardarás en manchar. Es probable que NamJoon notara en mi voz mucha felicidad cuando le llamé, despertándolo, porque era demasiado tarde, y luego le dije que no importaba, <<olvídalo, perdón por despertarte, vuelve a la cama, no, estoy bien, yo también estoy cansado, mañana seguimos>>, cuando dijo que no tenía ninguna opinión al respecto. Ya te quería. La primera cita, ¿qué podía hacer con mi estúpida persona y el estremecimiento de <<te veo el lunes>>, pensando que había tiempo, mucho tiempo para ver fotografías que habíamos tomado? Pero nunca las revelamos. Sin revelar, el rollo entero tirado dentro de una caja antes de que tuviéramos oportunidad de saber lo que habíamos conseguido, y es porque nunca fuimos nada.

Nunca Fuimos Nada | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora