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Seguramente te estarás preguntando cuanto tiempo se tarda uno en llegar hasta ti. ¿Acaso NamJoon esta conduciendo la camioneta de su padre hasta tu casa y luego regresar? ¿He podido escribir todo esto en un tramo tan corto, de mi casa a la tuya, incluso con trafico? Y la respuesta, YoonGi, es Leopardi's. Nunca te llevé a Leopardi's, la cafetería que ocupa el primer lugar en mi lista, la favorita, un desvencijado palacio italiano con paredes de color rojo intenso, pintura descarapelada y fotografías que cuelgan torcidas en las que aparecen hombres con la piel oscura, el pelo en grandes y elegantes ondas y unas sonrisitas bonachonas dirigidas a sus señoras y a una cafetera exprés parecida a un brillante castillo de científico loco, humeante, reluciente, con picos por todas partes que se curvan hacia arriba y hacia afuera, formando un retorcido nido metálico bajo una severa águila también de metal que permanece encaramada en lo alto, como acechando a una presa.

Se necesita toda esa máquina, con esferas y tubos y un montón de trapos blancos cuadrados que el personal utiliza con maestría, para elaborar una diminutas tazas de café tan intenso y negro como las tres primeras películas de Malero, en las que aparece un mundo anguloso y y parpadeante. Maldita sea, adoro ese café. Si le añadiera mucha leche y tres de azúcar, el águila descendería volando y me abriría la garganta con las garras antes de que pudiera dar un sorbo, pero, ¿sabes qué, YoonGi? Esa no es la verdadera magia del sitio. El encanto de Leopardi's que sentí la primera vez que Nam me lo enseñó, cuando su primo trabajaba ahí y nosotros estábamos en la secundaria, es el absoluto silencio de ese local de techos altos, la posibilidad de meditar sin ser interrumpido por nada, excepto las enormes y siseantes nubes de vapor y el tintineo de las monedas en la caja registradora.

Te dejan a tus anchas, te permiten murmurar o reír o leer o discutir o lo que sea en cualquier rincón en el que estés sentado. No te limpian la mesa, ni se aclaran la garganta, ni dicen nada excepto prego, de nada, si tú dices gracias, grazie. No se fijan o simulan no fijarse en ti, aunque termines el último sorbo de tu café y sueltes la taza de golpe por algo que tu exnovio te hizo, por el mero recuerdo de lo que hizo. Puedes romper el plato en dos, y no dicen nada. En Leopardi's imaginan que ya tienes suficientes problemas. Deberían enseñarle  a mi madre, a la madre de todo el mundo, cómo dejar en paz a las personas. Era el luugar perfecto adonde Nam podía llevarme cuando íbamos acercándonos a tu casa y esta carta no estaba ni mucho menos terminada, así que arrastré la caja dentro sin que ningún mesero de Leopardi's con sus perfectos bigotes y mandiles, dijera una sola palabra del golpe que produjo en la mesa contigua, ni de cuanto tiempo llevaba sentado escribiéndote.

Esta es la botella de Pensieri. Nunca te hablé de Leopardi's y nunca te conté la noche que pasé consiguiendo el Pensieri, esta misma botella, mientras tú – ¡Ja! – atendías tu asunto familiar, aunque tampoco me lo preguntaste. Nunca te lo conté. Como muchas otras cosas, YoonGi. Así que permíteme que te regale una parte.

La tarden estaba bastante avanzada, suficiente té y suficiente madre, cuando finalmente el agua de la regadera lavó el Boris Vian Park de mi cuerpo y me senté en mi propia habitación como si no hubiera estado ahí en cien años, la mochila aún sin abrir desde el viernes y el banderín todavía enrollado sobre el escritorio desde el partido. Recogí algunas cosas, todavía con la toalla alrededor de mi cintura, restregué el café del cuello de mi camisa y, esperanzado, la tendí en la barra de la regadera, y puse algo de música, aunque la quité porque me sonaba mal; Hawk Davies era lo único que quería y no tenía. Luego hice algo que me avergonzaba hacer: agarrar el teléfono y llamar a NamJoon. Me desplomé sobre la cama mientras esperaba a que contestara y abrí Cuando las luces se apagan, breve historia ilustrada del cine.

– ¿Hola?

– Si existe alguna película que, con elegancia e imaginación, profundice en las violentas y delicadas verdades sobre el corazón humano – respondí –, este humilde crítico aún no la ha descubierto.

Nunca Fuimos Nada | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora