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Esto tampoco llegaste a verlo. Estuve parado con esta cosa entre las manos en Green Mountain Hardware, solo, callado y tratando de conjurar a Nam junto a mi para poderle preguntar cosas que sólo él podía saber. ¿Esto es una lima de verdad, como la que utilizan en Huida al amanecer para escapar mientras los persiguen los perros y el alambre de púas se recorta sobre la luz de los reflectores? Nam y yo habíamos visto esa sesión doble en el Carnelian. El cine estaba casi vacío aquel día, ¿a quién más se lo podía preguntar? A los trabajadores, con sus chalecos y auriculares, no les podía decir: <<¿Se puede meter esta lima en el horno?>>. Nos imaginé a ti y a mi, víctimas de un pacto de suicidio accidental, envenenados por hierro a consecuencia de la sorpresa que quería que compartiéramos. Deseaba con todas mis fuerzas llamar a NamJoon y decirle: << Sé que estamos enojados, tal vez para siempre, pero ¿podrías aclararme solo esta cuestión sobre el metal y la cocina?>>, pero por supuesto no lo hice. Jin, pensé, tal vez podría llamar a Jin, y entonces apareció Jimin doblando la esquina.

– Hola, Tae.

– Jimin, hola.

– ¿Qué haces aquí?

– De compras para Halloween – dije alzando la lima.

– Vaya, yo también – exclamó él –. Necesito unas cadenas. ¿Me acompañas?

Nos dirigimos hacia donde estaban, una hilera de rollos brillantes de los que podías jalar y comprar por metros. Jimin las observó como si fueran verdaderas joyas, deteniéndose para colocar su brazo totalmente desnudo contra ellas.

– ¿De qué vas a disfrazarte? – le pregunté.

– Estoy tratando de ver cómo se sienten – respondió –. No sé, es una especie detraje medieval que estoy haciendo con otra persona – ¿Para qué es eso? – señaló mi lima.

– En realidad, no lo he decidido – respondí –. Estaba pensando... ¿sabes que YoonGi va de prisionero?

– Sí, la cadena de presos.

– Has visto en las películas antiguas de prisioneros que solían meter una lima dentro de un pastel? Para cortar los barrotes o algo así. Y la esposa fiel los ayuda teniendo el coche encendido junto a la puerta trasera.

Jimin miró con recelo la lima.

– ¿Tú eres la esposa de YoonGi para Halloween?

Estaba sonriendo, pero era como si me hubieran llamado estúpido a la cara. Me sentí desaliñado mientras sus brillantes ojos permanecían clavados en mi, un imbécil con pantalones y tenis de gordo.

– No – dije –. Solo iba a prepararle un pastel para animarle ese día.

– Por lo que recuerdo, siempre está animado – respondió Jimin con una ligera sonrisa.

– Ya sabes a que me refiero.

– Lo sé. Entonces, ¿de qué vas a ir?

– De celador – respondí.

– ¿Qué?

– ¿El que cuida de la prisión?

– Oh, sí. Genial.

– Sé que es una tontería, pero tengo un abrigo de mi padre que puedo usar.

– Cool – repitió desenrollando las cadenas.

– Yo no podría, ya sabes. No me van los trajes de moda.

Jimin se detuvo y me examinó de arriba abajo, probablemente por primera vez, pensé.

– Por supuesto que te van, Taehyung. Es solo que ... –  y se mordió el labio como diciendo <<no importa>>.

– ¿Qué?

– Bueno, que eres... sé que no te va a gustar.

– ¿Cómo?

– Eh...

– Ibas a decir bohemio.

– Iba a decir lo que YoonGi repite siempre. Tú eres distinto, no necesitas hacer este tipo de cosas – levantó la cadena con desdén –. Tienes un buen cuerpo, de verdad, eres guapo y todo eso. Pero tienes también todo lo demás. Por eso los demás están celosos de ti, Taehyung.

– No están celosos.

– Sí –  respondió casi enfadado, mirando hacia las cadenas –. Lo están.

– Bueno, si están celosos, es solo porque salgo con Min YoonGi, no por mi – dije.

– Exacto – afirmó, y revolvió su pelo –. Pero tú eres el que se lo llevó – hizo un gesto con la cabeza hacia la lima –. Sería mejor que llevaras un arma el sábado por la noche. Todos van a querer alejarlo de ti.

Jimin se rió y yo decidí reírme también. Se está quedando conmigo, pensé, y luego dije en voz alta:

– Una lucha de gatas. A los chicos les encantará.

– Podríamos cobrar la entrada – sugirió simulando que me arañaba –. ¿Listo?

Había decidio, rotundamente, no comprar la estúpida lima. Con ella entre las manos, acompañé hasta la caja registradora a Jimin, que avanzaba entusiasmado junto a su dependiente, que cortó la cadena y le hizo un descuento. El mío me dio el cambio y un recibo.

– ¿Quieres tomarte un jugo o alguna tontería así?

– No, gracias – respondí saliendo con él –. Tengo que regresar a casa y terminar el disfraz.

– No te habrás asustado por lo que te dije el sábado, ¿verdad? Era una broma.

– No. – aseguré.

– Bueno, una especie de broma – aclaró con una sonrisa, cambiándose de mano la bolsa con las cadenas –. Quiero decir que todo el mundo sabe que está contigo.

– Chae Young no.

– Chae es una zorra – exclamó con demasiada dureza.

– ¡Vaya!

– Es una larga historia, Taehyung. Pero no te preocupes por ella.

Miré con tristeza los coches mojados. Había estado lloviendo, me sentía desprotegido, vulnerable como la llama de un cerillo, como un cachorrito perdido en las calles sin madre, ni collar, ni una caja de cartón a la que llamar hogar.

– Me preocupa todo el mundo –  por qué no responder de manera honesta –. No dejan de decirnos que somos diferentes. Ahora está conmigo, pero tienes razón, alguien se lo podría llevar. Para todos sus conocidos, yo soy un extraño.

No se molestó en asegurarme que me equivocaba.

– No – dijo –. Él te quiere.

– Y yo lo quiero a él –  respondí, aunque lo que me quería decir era gracias. Pensé, el idiota que había en mi, el imbécil con una lima en una bolsa, que Jimin me estaba cuidando.

– And love, who can say the way it winds like a serpent in the garden of our untroubled minds –  recitó.

– ¿De quién es?

– Salleford – respondió –. Alice Salleford. Literatura de primero. Pensé que el bohemio eras tú.

– Yo no soy bohemio – objeté.

– Bueno, eres algo – dijo, y me dio un rápido abrazo de adiós con sonido de cadenas.

Como era de esperar, empezó a llover. Jimin se protegió en los techos y se despidió con la mano antes de desaparecer. Estaba guapísimo, guapísimo bajo la lluvia y con aquella ropa. La lima produjo un ruido metálico al golpearme, aquella estúpida idea que nadie habría entendido si la hubiera llevado a cabo. Ni siquiera tú, YoonGi, la habrías entendido, pensé viéndolo irse. Por eso nunca fuimos nada, así que aquí la tienes, YoonGi, ¿como pudiste?

Nunca Fuimos Nada | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora