Apenas Gonzalo desapareció de mi vista, caí al suelo y todo a mi alrededor se volvió blanco y silencioso. Estuve en estado de shock unos minutos hasta que al fin desperté. Cuando abrí los ojos, la escena había cambiado por completo.
Era de noche. El cielo estaba teñido de un áspero color gris ceniza, no había casi estrellas y la luna estaba oculta tras gigantones nubarrones. Iba a llover.
Curiosamente, y al igual que en el primer recuerdo, aparecí tirado en el suelo. Me levanté con cuidado. Recuperé el sentido de la orientación y pude reconocer que estaba varado en la mitad de un gran terreno desolado.
—¿Dónde estoy?—exclamé en un susurro.
Avancé entre la oscuridad. Estaba totalmente perdido en la nada. ¿Qué pecado sería? Seguí caminando sin rumbo aparente. Estaba preocupado por el tiempo.
De pronto, y escabulléndose por medio de la penumbra, escuché música. Unos pasos más adelante percibí ruidos, voces y luz.
—¡Llegamos tarde!
La voz chillona de Belén retumbó detrás de mí. Me giré y la vi. Estaba parada junto a Nahuel. Ambos iban tomados de la mano. Entonces, tal como en un sueño revelador, mi mente fue aclarada. Estaba en la fiesta que Gabriel, un amigo de la infancia, había preparado para celebrar su cumpleaños número dieciocho. Ese evento había ocurrido hacía poco tiempo atrás, unas semanas antes de mi desafortunado fin. Incluso estaba mi novia: Belén. En ese entonces, ella era la chica perfecta para mí, la amaba profundamente.
—¡Apurémonos!—Nahuel esbozó una gran sonrisa y marchó a gran velocidad. Belén lo siguió. Al instante se perdieron entre las luces.
Cavilé unos segundos. Aquel recuerdo era bastante feo. Ya no se trataba de entrar en mi cuerpo y hablar con los demás persuadiéndolos de no hacer una cosa. Ahora se trataba de mí y sólo de mí.
Me dirigí hacia las luces y luego de atravesar una pequeña portera de madera gastada, aparecí entre una multitud de jóvenes. El descontrol era absoluto: reinaba el caos. Había alcohol, música alta y también drogas. Sé que no es agradable de contar pero no puedo mentir.
Esa noche me embriagué demasiado. Más de la cuenta. Y como consecuencia, caí en estado de "coma etílico". Fue verdaderamente horrible, sobre todo porque es de suponer, yo no recuerdo del todo bien cómo llegué a esa situación. Sólo hay una cosa que tengo muy presente en mi mente de esa noche: el engaño. Ella jugó conmigo, se portó mal con la persona que más la amaba en el mundo. Sí. Estoy hablando de Belén. Ella me lastimó profundamente. Me costó mucho olvidarla, incluso hasta el día de hoy sigo soñando con ella. No sé si yo seré buena persona, quizás antes no lo era, pero el viaje a través de mi vida me hizo reaccionar y darme cuenta de quiénes son las personas que valen la pena. Y estoy seguro de que ella no sirve para nada. Lo siento, pero es así.
Esa es la razón por la que hasta ahora jamás había escrito sobre ella. A pesar de que era consciente de que llegaría este recuerdo, evité nombrarla previamente. Creo que no se merece que le dé importancia. Las letras de su nombre manchan este cuaderno... Sin embargo, no puedo pasarla por alto. Ella es una pieza fundamental para este pasaje. Ella hizo que cayera en el descontrol y el derroche: fue su culpa que casi muriera. Fue su culpa que luego de la ingesta desproporcionada de alcohol casi perdiera mi vida.
Seguí a Nahuel y Belén con la mirada. Los encontré cerca de la puerta trasera de la casa, hablando con dos chicos. Me acerqué unos metros para escuchar.
—Esta noche será la mejor de sus vidas. ¡Se los aseguro!—exclamó uno de los jóvenes. Estaba recostado contra la pared. Su cara mostraba una evidente felicidad.
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EL RELOJ DE LOS SUEÑOS
Misterio / SuspensoUna tragedia. Un accidente; una muerte. Y un reloj de arena tan poderoso capaz de cambiar el tiempo y la realidad. Me llamo Nahuel, tengo veinte años y acabo de morir en un accidente en moto. Puedo regresar al mundo de los vivos, sí, pero a un costo...