''Estamos tan drogados de nosotros mismos, que alucinamos recuerdos''
(Por Catherine)
Cada noche la academia solía avanzar muy lentamente. Y es que el castillo, una entidad tranquila e inmensa que suspiraba en sueños, tenía aquella extraña costumbre de dormitar al compás de sus habitantes, protegida por las gárgolas que adornaban sus cumbres y vigilaban los alrededores. A esa hora poco importaban las travesuras, los conflictos, las clases o el final del verano. Al fin y al cabo, Morgan siempre tendría un día más para soltar comentarios negativos, Jhoselyn recitaría una poesía nueva en su cabeza, Evelyn cultivaría alguna planta extraña y yo volvería a cuestionar mi lugar en el mundo. O al menos eso era lo que habíamos estado haciendo desde hace un mes.
Y es que luego de mi espectacular escape, desperté exaltada y confundida en mi habitación de Witch Academy, acompañada además de varios rostros conocidos.
Otra vuelta a casa. Calles de oscuridades danzantes. Charcos de luz lamiendo las sombras adoquinadas. Gigantescas manos que me estrangulaban... yo volvía de alguna parte.
—Está terminantemente prohibido ingresar al hibernadero sin la autorización del profesor Rodrick, señorita Gardnerian —me había reprochado Edward Rouge con aquel característico acento suyo—. Sus acciones le traerán consecuencias.
—Tiene suerte de que el espécimen que la picó no era más que un alucinógeno —me dijo entonces un hombre moreno y de aspecto desgarbado—. De lo contrario estaría en serios problemas.
Sin entender nada de lo que sucedía, yo me excusé señalando que no recordaba haber entrado al hibernadero.
—No me sorprende —me contestó el profesor Rodrick mientras acomodaba sus gafas—. Las plantas alucinógenas se encargan de borrar los recuerdos previos a la picadura para así reemplazarlos con otros nuevos. Éstos obviamente son falsos, pero lucen igual de reales en la mente de sus víctimas —y justo cuando yo pensé que su teoría no podía sonar más alocada, éste terminó diciendo lo siguiente—: Usted lleva dos días en coma.
Efectivamente, fue ahí cuando me di cuenta de que un nuevo hematoma había aparecido en mi brazo izquierdo, sustituyendo así a los viejos. También me fijé en que la ropa que llevaba puesta era la misma que había usado para cenar con el anciano dos noches antes, y que las sábanas que me habían servido como cuerda estaban impecablemente dobladas en una repisa. Sin embargo lo más impresionante de todo era que, a unos pocos metros de mi cama y al lado de Evelyn, se encontraba Alice sonriendo en mi dirección.
Luego del pequeño episodio de histeria que protagonicé y unos cuantos analgésicos, Edward me notificó que a partir de ese día cumpliría dos meses de labor social en el hibernadero de la academia, bajo la supervisión del siempre amable profesor Rodrick.
A quien por cierto nunca se le acababan los temas de conversación.
—Las brujas y los hechiceros se han ido enseñando unos a otros fragmentos de sabiduría que vienen desde el pasado hasta el presente —me dijo al tiempo en que acariciaba con cautela una de sus tentacula-venosas favoritas—. Hoy ya no está prohibido, pero se ha perdido tanto que es una labor inmensa rescatar tan siquiera una parte de todo aquello —señaló con pesar—. Por eso recurrimos a recuerdos de vidas pasadas, para ayudarnos a recuperar lo que fuimos. Por eso salimos a la naturaleza, para conectarnos con la fuente de nuestra memoria ancestral —yo lo miré curiosa un segundo, e inmediatamente éste me indicó con una mano que no parara de barrer—. Somos los guardianes de un saber ancestral. Guardianes de la Magia.
—¿Y a nosotros? —pregunté casi sin darme cuenta—. ¿Quién nos resguarda?
—Nuestra conciencia —contestó Rodrick con naturalidad—. Ambas cosas van de la mano. Por ello pactamos con nosotros mismos y nos comprometemos a dejar las puertas de la memoria entreabiertas; para abrigar recuerdos de quienes hemos sido antes y de quienes seremos siempre. De nuestra verdadera identidad eterna —explicó—. Y ese es un poder gigantesco, capaz de protegernos de cualquier cosa.
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Crónicas de una bruja poco convencional
FantasíaSon muchas las leyendas que se cuentan sobre las brujas: verrugas horribles, escobas voladoras, gatos negros que las rondan, y hasta oscuros pactos con el diablo. Sin embargo, las verdaderas brujas no tienen la piel verde o la nariz encorvada; ellas...