Capítulo VII

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Tratos oscuros

Norman agarraba la botella de whisky del bar anexo en una de las paredes de la sala; y se preparó un vaso grande en las rocas. Había terminado de apagar las luminarias altas usadas en la filmación privada que había tenido lugar esa noche en aquel sitio. El espacio estaba en penumbra, ahora la luna llena de esa noche iluminaba el ambiente con su luz espectral.

Norman Sonrió.

En el piso, sobre la alfombra mullida tres cuerpos desnudos estaban entrelazados. El olor a semen y sexo seguía en el ambiente; incluso a esas altas horas de la noche y con los ventanales abiertos a la terraza exterior y a la piscina. El calor del día no había pasado aún, y eso que eran casi la una de la madrugada.

En el sofá estaba el niño dormido; había sido esa noche un verdadero diablo. Gritaba a los hombres que se la enterraran más duro al pobre chico entre ellos; se metía entre sus piernas para poder mirar y grabar la acción de lo que ocurría directamente. El niño tenía futuro, no sólo frente a las cámaras, servía también detrás de ellas. Y no tenía miedo de estar tan cerca de la acción que cuando los hombres se corrían, ser salpicado por algunos de los flujos que pudieran estar brincando en todas direcciones. En un momento Norman tuvo que intervenir e impedir que el niño se desnudara y se uniera la trío que estaba teniendo sexo en la sala.

Decidió al final agarrar la botella de licor y la jarra de hielo junto con el vaso y salió a la terraza, acostándose sobre las sillas extensibles que había frente a la piscina, mientras en una mesa baja dejaba el vaso, la botella y la jarra. Miro la noche, estaba nublada, y la luna aparecía y desaparecía entre aquellas pálidas y transparentes nubes regadas sobre el manto negro estrellado, dando a la noche un ambiente sombrío. No soplaba ninguna brisa para aliviar el calor, pese a ser Septiembre, el caliente verano se negaba a abandonar su reinado de ese año.

Bebió un poco del licor enfriado con los cubos de hielo, a esa temperatura pronto se fundirían y el alivio que pudieran dar al calor terminaría por desaparecer diluido en el hielo vuelto agua. Agarró la caja de cigarros que llevaba en el bolsillo de la camisa y encendió uno.

—Me das un cigarro tío Norman, —el viejo gordo escuchó a su lado.

El hombre miró a Charlie de pie, aún desnudo mirándolo.

—Pensé que dormías con el resto adentro.

—No, y ahora, por favor, me das un cigarro tío Norman, —volvió a repetir el joven.

—Tú no fumas, por qué debo desperdiciar un cilindro en uno que no fuma, —reclamó el hombre mayor.

—Después de esta noche creo que me lo merezco.

—Cierto, —afirmó Norman, extrayendo nuevamente la caja de cigarrillos del bolsillo de su camisa y pasándosela junto con el encendedor.

Charlie agarró uno de los cilindros y lo encendió; devolvió la caja y el encendedor, y se acomodó en la butaca al lado de Norman.

—¿Estás bien?, —preguntó Norman.

—Sí, pero he estado mejor.

—¿Decidiste cuánto vas a cobrar?

—Sí, quiero un año de renta gratis.

Norman soltó una ligera risa, imaginó los costos que pondría el chico, pero esto no llegaba ni a la cuarta parte, y era muy similar a lo que el chico hacía con sus clientes privados en un mes.

—¿Estás seguro de ello?; —pregunto Norman como para confirmar.

—Sí, —respondió el joven mientras inhalaba una bocanada grande del cigarro entre sus dedos. —¿Puedo preguntar por qué te interesa el chico?, y no ve vengas con el cuento de que estás enamorado del chico o algo así, se muy bien que no eres gay.

Obligado - Serie: Étoile Producciones - 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora