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Tao abrió los ojos, un jadeo escapó de sus labios y su respiración se aceleró al saberse encerrado. Golpeó con sus manos la tapa del sarcófago en el que estaba encerrado hasta que este se abrió. Se sentó de golpe e intentó respirar profundamente.

—Tranquilo, todo está bien —Kris se acuclilló a su lado y le dijo intentando calmarlo. Tao lo miró boquiabierto; las vendas mugrientas habían desaparecido. La momia estaba usando una camiseta, sus brazos de piel pálida y un tanto verdosa estaban al descubierto dejando ver una algunas líneas de jeroglíficos que contaban una historia y su rostro, tan bello como el de un ángel, estaba completamente despejado.

—¿Qué hiciste...? —Tao murmuró tomando el rostro de Kris entre sus manos para estudiarlo mejor. El excursionista había pasado la mayor parte de su tiempo en el castillo en esa misma mazmorra ayudándole al egipcio con sus pociones y conjuros. Después de unos días se había acostumbrado a su aspecto, verlo ahora sin ninguna de sus vendas era un tanto chocante.

Kris sobó sus brazos nerviosamente y regresó su mirada al estudiante, sus ojos de ese inhumano verde fluorescente delatando su naturaleza. Tao tragó ruidosamente.

—Quité las vendas —la momia dijo suavemente como si le avergonzara.

—Sí, me doy cuenta —Tao murmuró—. ¿Y cómo te sientes?

—Bien —Kris susurró.

—Te ves bien —Tao susurró también, sin percatarse de que aún no soltaba sus mejillas. Le sonrió amistosamente y su mirada se fijó en los labios rosas del antiguo sacerdote.

Kris se removió con su corazón golpeándole el pecho con fuerza. Notó que Tao no lo miraba a los ojos y tomó su oportunidad, rogándole a Hut Hor, la diosa del amor, por una oportunidad para sus sentimientos ocultos.

Unió sus labios a los de Zitao suavemente y contuvo la respiración por un segundo, temeroso de la respuesta. Volvió a besarlo lentamente tirando de su labio inferior con sus dientes al no obtener algún tipo de respuesta. Pronto, cierta calidez invadió su usualmente frío cuerpo al sentir que el estudiante tiraba más de sus mejillas para acercarlo y devolvía el beso casi con euforia, tirando una y otra vez de sus labios, acariciándolos con la punta de su lengua, obligándolo a acelerar el ritmo con el que sus labios se encontraban y rozaban. Kris también tomó el rostro de Tao y profundizó el beso, llevando su lengua dentro de la boca del otro, estremeciéndose al sentir que su invasora lengua era succionada y acariciada por otra igual. Tao gimió sobre su boca y Kris deslizó sus manos hacia la amplia espalda del estudiante, aprisionándolo un poco más estrechamente. Aspiró su cálido aliento y sus labios temblaron un poco al rozar una y otra vez los del joven excursionista, hasta que los roces se ralentizaron, terminando con sus labios presionados contra los del otro por un corto instante antes de separarse.

Tao deslizó una mano sobre el pecho de Kris y alzó las cejas al sentir un corazón golpeando con fuerza ahí dentro.

Este cuerpo aún está vivo —Kris susurró sin aliento y tomó la mano de Tao para besar cada uno de sus dedos.

El estudiante respondió con un adorable sonrojo en sus mejillas, no imaginaba que Kris fuera tan cariñoso. De hecho, además de parecerle atractivo, nunca antes se había detenido a pensar en que realmente se sentía atraído hacia él.

—Zitao —Kris lo llamó por su nombre completo y el muchacho lo miró con atención, pensando en que aún si transcurrieran siglos frente a frente, él no podría acostumbrarse a la maravillosa fluorescencia de esos ojos tan singulares—. Creo que cometimos un error al obligar a todos tus amigos a marcharse.

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