3289 palabras
Fabio estaba desesperado. Aquel hombre había ordenado llevar a Cristina a su tienda y él no se fiaba de lo que pudiera hacerle.
En un intento desesperado, había pedido que le dejasen ir a cumplir con sus necesidades y en el momento en el que tuvo una oportunidad, despistó a los dos hombres que le vigilaban y salió corriendo de la tienda. Por suerte solo había dos tiendas más, y estaba muy claro cuál era la del jefe.
Sin pensárselo, echó a correr hacia allí. Los hombres que tenían que vigilarle, gritaron y no tardaron en ir tras él.
Entró en la tienda sin pensar y cuando lo hizo, se quedó quieto. Primero pensó que la poca luz le había jugado una mala pasada, pero enseguida se percató de que lo que estaba viendo era real.
Cristina le miraba, desconcertada y yacía desnuda entre las mantas. Una ira descomunal le invadió el cuerpo, y sus puños se apretaron, intentando contenerse hasta que llegara el bastardo que le había hecho aquello.
Los hombres llegaron enseguida y consiguió derrumbar a dos de ellos a puñetazos; pero pronto fueron demasiados e, inmovilizándolo, consiguieron sacarlo de allí.
Aun así, continuó despotricando, insultando y amenazando.
Cuando estaba atado, le contó lo que había visto a los otros hombres, que también se compadecieron de ella, aunque después no le dieron casi importancia.
Un par de Venderíamos entraron a la tienda donde estaban cautivos y les dijeron que su líder les había liberado, pero que ante la menor amenaza de su parte, les matarían.
-¿Por qué? - preguntó Fabio.
-El jefe os ha liberado. No hay nada más que debas saber – le respondió el hombre. Estaba claro que la idea no le hacía mucha gracia, pero como venía de arriba, no podía hacer más que obedecer.
Lo primero que pensó Fabio era en que no le importaría matar a aquel "jefe", a pesar de que no le había hecho nada directamente todavía. Se estaba riendo de él. Sabía la importancia que tenía Cristina, y por eso se la había llevado a su lecho y la había forzado. Ahora les liberaban, pero eso no era otra cosa que otro gesto para ridiculizarlos, para demostrarles su superioridad.
Cuando salió de la tienda, lo primero que hizo fue buscar a ese chico. Lo localizó enseguida, salió de la tienda y sin dudarlo se dirigió hacia él.
-No puedes pasar – dijo uno de los hombres, impidiéndole el paso.
-Déjalo – dijo Násser cuando lo vio. Cuando Fabio se acercó a él, con gesto amenazante, el chico también se tensó - ¿Qué quieres?
-¿Dónde está Cristina? - Násser sonrió.
-¿Qué te importa? - Fabio comenzó a ponerse rojo de ira.
-No permitiré que le pongas de nuevo una mano encima, ¿me oyes? Escoria como tú no tiene el derecho a tocarla.
-Te diré una cosa – le dijo Násser amenazante – no solo puedo tocarla cuando me plazca, sino que, como te vea posar tu mirada sobre ella, te sacaré los ojos.
Al chico le encantaba ese juego. El hombre no le había caído bien desde un comienzo. No sabía por qué, pero no lo quería cerca, ni de él, ni de Cristina. Fabio no sabía que ellos ya se conocían y mucho menos que estaban comprometidos; pero Násser estaba disfrutando demasiado haciéndole entender las cosas que no eran.
Fabio levantó el puño al escuchar esas palabras, pero el contrincante lo esquivó sin problemas, devolviéndoselo y haciendo que este se doblara por la mitad.
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La batalla de la realeza II
Ficción históricaLa situación en el reino se desmorona, Alamár está en crisis. Cansada de ser una mujer florero, comienza a luchar por lo que cree correcto, pero ¿Dónde está el hombre que debería de estar apoyándola? Y por si fuera poco, aparece un nuevo personaje q...