2762 palabras
La lluvia caía con fuerza en el reino de Rima, inundando las calles y haciendo difícil su tránsito. Dentro del palacio esto no era problema, aunque el ruido podía llegar a incomodar a quien intentase concentrarse.
Ese no era el caso de Cristina, quien más que concentrarse, necesitaba tranquilizarse.
-¿Cómo que no sabes nada? - Fabio negó con la cabeza.
- Cuando os fuisteis, mi mujer se marchó de nuevo hacia sus tierras con la mayor parte del ejército. Su sirvienta se fue con ella. No estoy seguro de si Násser habrá ido tras ellas, pero es un viaje demasiado peligroso. Si ha ido solo...
-¿Qué? Es de Násser de quien estamos hablando, no insinúes estupideces – Estaba demasiado alterada como para poder pensar con claridad y el hombre se sentó en una silla, sabiendo lo terca que podía llegar a ser aquella mujer.
-Cristina, yo he cruzado ese bosque y conseguí llegar aquí, pero para ello tuve que perder a la mayor parte de mi ejército. Laguna es una de las pocas personas que se atreverían a hacer ese viaje de vuelta, y digamos que no es la mujer más cuerda que conozco. Si Násser ha ido solo, estoy seguro de que no lo habrá conseguido.
-¿Y qué tengo que hacer? ¿Resignarme y pensar que mi marido está muerto? - gesticuló con las manos. Fabio no sabía qué responder.
-Exactamente. E incluso si estuviera vivo, no puedes ir a buscarle. Es demasiado peligroso.
-Fabio - dijo ella seria - necesito ir a buscarle, necesito que me ayudes. Sé que puedes proporcionarme hombres, sé que hay gente aquí que conoce el terreno. Si me ayudas, puedo lograrlo.
-No podría dejarte ni una décima parte de los hombres que necesitas. Además – la miró con gesto serio – No estás sola. ¿Y tu bebé? ¿Vas a arriesgar su vida? - Cristina cerró la boca y se le comenzaron a humedecer los ojos. Cuando habló, lo hizo con rabia.
-Násser tiene una hija y ni siquiera lo sabe. ¿Cómo crees que me siento después de haber pasado por esto yo sola? Casi me muero al dar a luz; mi hija se está criando sin padre. ¿Cómo quieres que pueda aceptar todo esto?
-Sé que ha sido duro pero...
-¡No, no lo sabes! Ha sido una pesadilla, una auténtica pesadilla en la que no he podido descargar mi rabia contra nadie, porque no hay culpable; no he podido hundirme porque tengo una hija de la que cuidar; llevo una máscara puesta desde hace mucho tiempo y no la soporto más. Quiero encontrar a mi marido y no pienso parar hasta hacerlo, con o sin tu ayuda.
Las lágrimas luchaban por salir, pero ella las controló bien. Fabio no pudo continuar la conversación y lo único que pudo ofrecerle a Cristina fue una cómoda estancia. El tiempo que necesitase.
Ya echaba de menos un buen baño caliente. Se quedó bastante tiempo a remojo mientras el bebé dormía en la cama. Esa noche cenó por tres e intentó dormir los ratos en los que su hija se lo permitía. No salió de la cama hasta muy tarde a la mañana siguiente; cuando alguien la despertó.
-Cristina - dijo una voz femenina que no reconoció - Cristina, El señor Fabio me envía, hay alguien que quiere verla.
Ella se levantó a duras penas, extrañada por que hubiera allí alguien que quisiera verla. Pensó que tal vez se trataría de Bast o de Amélie. Se estiró y salió de la cama, con cuidado de no despertar al bebé y se vistió con pantalones, camisa y botas. Cogió a la niña en brazos, que se movió, molesta, y se fue a ver quien quería verla.
Cuando le vio, le miró asombrada.
-¿Robert? - él la miró, enfadado.
-Lo sabía. Te escapaste sin decirnos nada - le recriminó. Ella le miró asombrada al verle allí.

ESTÁS LEYENDO
La batalla de la realeza II
Ficção HistóricaLa situación en el reino se desmorona, Alamár está en crisis. Cansada de ser una mujer florero, comienza a luchar por lo que cree correcto, pero ¿Dónde está el hombre que debería de estar apoyándola? Y por si fuera poco, aparece un nuevo personaje q...