2207 palabras
La anciana intentó hacer reaccionar a Cristina pasándole un líquido por las fosas nasales.
-Reacciona, chiquilla.
* * *
Abrió los ojos lentamente, para que la luz no le deslumbrara. Estiró con cuidado sus brazos y se topó con algo. Al girarse, vio que Cinthya dormía a su lado, sobre las mantas. Sonrió.
Vio como María dormía tumbada en un sofá y Robert sentado sobre un sillón. Intentó levantarse con cuidado de no despertar a nadie, pero al salir de la cama, Cinthya abrió los ojos.
-¡Te has despertado! – se levantó de golpe, mientras los otros dos se despertaban. Cristina sintió de golpe un mareo y se sentó en la cama. La muchacha ya estaba a su lado, cogiéndole un brazo.
>>Te prohíbo salir de la cama. ¿Sabes el susto que nos has dado? – dijo mientras sus ojos se llenaban de nuevo de lágrimas.
-¿Qué ha pasado? – Preguntó palpándose la cabeza - ¡Mi hijo! ¿Dónde está? – dijo dándose cuenta de golpe.
-Hija – corrigió Robert sonriente – es una hermosa niña – y se levantó, para acercarse a la cuna de madera y coger la niña en brazos. Cuando se la acercó a Cristina, esta no podía creérselo. Era una niña preciosa de hermosos ojos verdes.
Todos la miraron, intentando contener las lágrimas, María rompió en llanto enseguida.
-¿Qué pasa? – preguntó Cristina, preocupada.
-¿Qué pasa? ¡Que nos has dado un susto de muerte! – Dijo Cinthya con los ojos rojos – nada más dar a luz te desplomaste, tenías los ojos abiertos y no reaccionabas.
No pudo continuar debido al llanto y fue Robert quien tomó la palabra.
-Por un momento, todos pensamos que habías muerto. Gracias a dios la curandera pudo reanimarte... No sé qué habríamos hecho si...
-De verdad que tienes mucha suerte – dijo María de repente entre lágrimas – primero esa horrible herida del pecho, no sé cómo pudiste sobrevivir a ello, y ahora esto... en verdad pareces inmortal.
Cristina no pudo hacer más que abrazarlos a todos y seguir contemplando a su hija.
Le acarició la nariz mientras esta lloraba, probablemente queriendo mamar.
-¿Qué nombre vas a ponerle? – preguntó entonces Robert. Cristina torció los labios.
-No estoy muy segura, todavía no me he decidido.
-Pues creo que ya va siendo hora de que lo hagas – declaró María – no podemos tener a nuestra pequeña sobrina sin nombre.
-¿Nuestra pequeña sobrina? – sonrió la muchacha. Las otras dos le sonrieron.
-Por supuesto, vamos a ser sus tías-madrinas. No podemos permitir que él – dijo señalando a Robert – sea más que nosotras.
Y todos rieron.
Cristina estaba sentada sobre una manta, en un campo cercano a su casa. Su hija mamaba tranquilamente del pecho mientras ella la contemplaba ensimismada, acariciándole la cabeza.
-Eres tan hermosa – sonrió.
En ese momento, sus tres amigos caminaban en su dirección, charlando tranquilamente. Cristina estaba muy feliz y su vida era tranquila, pero le faltaba Násser. En toda la noche no había podido pensar en otra cosa que no fuera salir a buscarle, aunque sabía que sus amigos se negarían rotundamente.
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La batalla de la realeza II
Fiction HistoriqueLa situación en el reino se desmorona, Alamár está en crisis. Cansada de ser una mujer florero, comienza a luchar por lo que cree correcto, pero ¿Dónde está el hombre que debería de estar apoyándola? Y por si fuera poco, aparece un nuevo personaje q...