Tangled | Yoonmin

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-¡Ya! ¡Baja de una maldita vez niño bonito! -Gritó un impaciente Suga ya abajo de la torre, observando a Jimin quien seguía arriba de la torre hecho un manojo de nervios.

-¡No quiero! ¡¿Y si me pasa algo malo?! ¡¿Y si la naturaleza no me quiere y no me acepta y tengo que volver a la torre?! ¡¿Y si las personas malas me secuestran y me violan?!

-¡No seas estúpido Jimin! ¡Nadie te va a violar, aquí estoy yo!

-¡¿Si te das cuenta que te conocí hoy verdad?!

-¡Y sin embargo confías en mi! ¡No debes ser tan ingenuo, mocoso!

-¡Estas empeorando la situación!

-¡Ya Jimin! ¡¿Vas a bajar o no?!

El rubio se asomó por la ventana de la torre, observando el hermoso paisaje que lo rodeaba. ¿El de verdad quería correr un riesgo tan grande como era desobedecer a su madre y conocer el mundo exterior? ¡Vamos! Toda la vida quiso hacerlo, y ahora que tenía la oportunidad no podía echarse atrás.

-¡Si! -Gritó el pequeño ya decidido, tomando la cuerda y bajando lo más rápido posible.

-¡Ya era hora! -Gritó el pelinegro observando como Jimin bajaba lentamente, aunque se detuvo cuando estuvo a punto de pisar el verde césped.

-Oh vamos, ¿Y ahora qué pasa?

-Tengo miedo... -Dijo en un hilo de voz el rubio en forma de susurro.

-Hey... -Y ahí, se dio cuenta que el rubio nunca antes había pisado el césped y no conocía la textura, por lo que tomó la decisión de tomarlo entre sus brazos antes de que pisara el césped y cargarlo como si fuese una princesa.

-¿Que rayos haces Suga?

-Te tomo entre mis brazos, ¿Que mas? Ven... -Dijo para luego apoyarlo lentamente en el césped, observando su cara de felicidad al tocar con sus desnudos pies tal textura.

-E-esto es... indescriptible... -Susurró.

-No puedo creer que nunca hayas pisado el césped.

Pero el rubio no le estaba prestando atención a Min, si no le estaba prestando atención a las miles de emociones diferentes que sentía al poder tocar con sus pies el césped, al poder ver tan de cerca las maravillas que antes veía de lejos, al hermoso aroma a césped mojado, al agua y a los peces que habitaban en ella, y a todo el paisaje que tenía enfrente que podía ver tan de cerca.
Sin pensarlo dos veces y en un ataque de extrema felicidad, salió corriendo por el gigantesco pasto que tenía a su disposición, saltando y gritando feliz.

-Este niño... -susurró el pelinegro antes de echarse a correr con él -¡Espérame, Jimin!

Y así, entre un ataque de risas y sonrisas, compartieron uno de los primeros mejores momentos de felicidad, llenando el lugar de risas e infectándolo de sus sonrisas.