Capítulo 16

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Unas semanas más tarde Ivy y yo ya nos hemos hecho íntimas. Se ha convertido en mi mejor amiga, además de mi chófer personal. El sueldo de mamá y Harry da para pagar la hipotecas, los gastos del hogar y los pañales y juguetes de Day, no quiero tener que importunarles al pedirles dinero para un coche. Así que por ahora Ivy y su cabriolet rosa me acompañarán a todas partes. Y digo por ahora porque estoy apunto de conseguir un trabajo para asumir mis propios gastos.
Ivy se unta brillo en los labios con ayuda del espejo retrovisor.
−Insisto en que vas demasiado apretada, ¿puedes respirar apenas? Pareces un ramo de espárragos.
−Gracias por hacerme sentir mejor− digo irónicamente−. Este trabajo es muy importante para mí, tengo que conseguirlo cueste lo que cueste.
Cierra el brillo de labios y lo mete en el bolso con estampado de leopardo de los asientos de detrás. Me desabrocha los tres primeros botones de la camisa blanca liberando así la presión de mis pechos y un profundo suspiro de aire que no terminaba de ascender por mi garganta.
−A por todas tigre.
Me guiña un ojo y frunce los labios. Pongo mala cara y se lo demuestro. A medida que salgo del coche temo por la poca elasticidad de la falda de tubo que llevo puesta. Una vez fuera tiro del dobladillo hasta dejarla por encima de mis rodillas.
La campanita de la puerta avisa de mi entrada al establecimiento aunque un hombre encargado de llevar a los clientes a su mesa también me haya visto.
−Bienvenida a Clitton's, señorita, ¿viene acompañada?
−Oh, no, no. No vengo a comer− sonrío con amabilidad pero conteniendo la amplitud de esta−. Soy Allison Davis− nos estrechamos la mano−. Venía a preguntar por un puesto de trabajo.
−¿Un puesto de trabajo?− tartamudea un poco en su discurso.
Abro la boca para responder pero una voz que no es la mía se me adelanta.
−No hay vacantes libres en este momento.
Una mujer con camisa blanca y falda y chaqueta grisáceas me fulmina con la mirada desde detrás de la barra. Lleva el pelo corto y teñido de pelirrojo. El mesero me indica la puerta, aconsejándome con la mirada que salga lo antes posible.
−No pienso darme por vencida y mucho menos sin haber pasado una entrevista− le desafío elevando el tono de voz radicalmente−. Estoy en mi pleno derecho.
−Como usted quiera.
No sigo el consejo del mesero y me adentro más en el restaurante. Hay muy buenas críticas sobre él en Internet, sus trabajadores están contentos con su suelo y además está cerca de la Universidad. Todo apunta a que este debe ser mi lugar de trabajo.
La mujer pelirroja, que debe ser la gerente y dueña del establecimiento, sale de la barra con las manos unidas en el regazo y se enfrenta a mí. Es más alta que yo, y ya no solo por los tacones, tiene unas piernas largas y estilizadas. Está tan delgada que se le marcan los pómulos.
−Mi nombre es Allison Davis− me presento por segunda vez−. Soy estudiante en...
−¿Tiene alguna experiencia en el mundo de la hostelería?− me corta. Su carácter frío no me va a intimidar, aunque esa sea su intención.
−No, pero puedo adaptarme fácilmente.
−¿Va a aprender en dos días todo lo que se enseña en cuatro cursos?− carcajea−. Por favor, no me haga perder más el tiempo. Oliver, acompaña a la señorita a la salida.
El mesero, cabizbajo, se me acerca. La gerente se da media vuelta dispuesta a regodearse por dentro en su despacho de la segunda planta.
−No.
Se detiene en seco y me observa por encima del hombro.
−¿Cómo dice?
Me sudan las palmas pero no voy a secármelas delante de ella, eso solo aumentaría su ego.
−No voy a marcharme hasta que me haga la entrevista o pase un examen.
−¿Un examen?− dice al tiempo que gira sobre su misma posición para dejar de darme la espalda−. Esto no es una asignatura que aprobar, señorita.
−Lo sé y por eso mismo no voy a desistir. Necesito este trabajo.
Mentalmente lo medita, físicamente me analiza por segunda vez para comprobar si tengo el aspecto de uno de sus empleados.
−Se someterá a un periodo de prueba, ahí demostrará su valía.
Me muerdo las mejillas para detener la sonrisa y me mantengo firme como una estatua.
−Venga a las seis esta noche.
Dicho esto sube las escaleras y desaparece en el segundo piso.
Cargada de orgullo salgo del restaurante con una sonrisa tan amplia que ilumina la expresión de duda de Ivy. Aplaude animada tras intuirlo.
−¡Sabía que podías conseguirlo!
Me acomodo en el asiento acompañante y dejo las manos en el regazo.
−Me desabrochaste tres botones, Ivy− le recuerdo con humor.
−Solo era para echarte un cable. ¿A que ha sido más fácil así?
−Era una mujer− respondo.
Se traga su propia autosuficiencia y enciende el motor del coche. Coloca las manos en el volante y deja el pie sobre el embrague y el acelerador antes de levantar el freno.
−¿Cuando empiezas?
−Esta noche. A las seis. Tengo que prepararme.
−En ese caso te dejo en la residencia.
Se incorpora a la calzada con un giro a la izquierda.
−¿Y tú?
−He quedado− abro los ojos como platos y espero a que me lo cuente todo−. No te ilusiones. Mis padres van a cenar con unos viejos amigos y yo tengo que pasear a su hijo.
−¿Dónde lo vas a llevar? ¿Consulto la cartelera del cine? A lo mejor estrenan alguna película de dibujos animados.
Suelta una risita aguda y menea la cabeza.
−Déjate de dibujos animados, tiene nuestra edad. No me mires así, no voy a tener nada con él ni quiero. Es un niñato insolente y caprichoso que juguetea con las drogas.
Me ahorro la opinión acerca de ese tema. Aún no le he contado a Ivy todos los aspectos de mi vida, uno de ellos es mi asuntillo con las drogas en el pasado y otro, completamente intolerable, mi relación con el mundo de las sombras.

Descenso: Ciudad de los muertosWhere stories live. Discover now