−¿Cuando os conocisteis?− pregunta tras fulminar la hoja de cuaderno.
−En el instituto, hace unos años.
Después de que el inspector me llevara a casa, mamá me asistió con todo tipo de tiritas y productos higiénicos. Me di una ducha fría para despejarme y al regresar al salón el inspector ya tenía preparada la libreta en la que apuntar mis declaraciones acerca de Brian.
−¿Qué relación manteníais?
Helena aprieta los dedos alrededor de la taza de té e inhala el vapor que escapa del interior. Me arropo con la manta de lana que tengo echada por los hombros. Nunca le he hecho esta declaración tan sincera e íntima a nadie, no puedo negarme pues es un dato importante para la investigación. Ahora mismo me gustaría que mi madre no estuviera presente.
El inspector adivina mis deseos con una sola mirada y se aclara la garganta en voz alta.
−Señora Evans, ¿le importaría dejarnos a solas?
−Claro− responde pillada por sorpresa−. Iré a ver como está Daylon.
Deja la taza en la mesilla más cercana, se hace con las llaves y sale del apartamento. Como mamá y Harry trabajan han contratado los servicios de la vecina de la puerta de enfrente para que cuide de Daylon en su ausencia.
−Gracias, inspector− contesto ruborizada. Frunce los labios con amabilidad y asiente con la cabeza.
Abandona la postura autoritaria y se pellizca los pantalones para tomar asiento en el sofá. Resopla al hacerlo. Este sofá debe resultarle el lugar más cómodo del mundo. Llevará días sin dormir por mi culpa.
−Verás, Allison− hace una pausa y frunce el ceño−. ¿Puedo llamarte Allison?− respondo afirmativamente−. Sé que estas preguntas pueden resultar ofensivas en su mayoría, es más violan tu intimidad. Pero son necesarias para la investigación.
−Contestaré a lo que haga falta− me ofrezco con rapidez. Guarda silencio para oír mi versión−. Conocí a Brian gracias a mi mejor amigo, eran compañeros en el equipo de fútbol del instituto. En aquella época era muy inestable mentalmente y él me ayudaba a continuar de pie. Nos acostábamos y drogábamos− confieso avergonzada.
El inspector se remueve incómodo en el sitio y dirige una mirada hacia la puerta.
−Apuesto a que este dato no lo conoce tu madre− responde algo acalorado. Confío en que no será por él por lo que mi progenitora se entere, tengo la certeza de ello−. ¿Cómo acabó esa relación?
−Mi madre conoció a su actual marido y yo ya me encontraba mucho mejor así que decidí romper con él.
Todavía puedo recordar su semblante decepcionado al comprender el motivo de nuestra charla. Sus ojos se encharcaron en lágrimas y me preguntó por qué con la voz compungida. Me encogí de hombros y él se marchó. Aquella fue la última vez que compartí una momento tan nostálgico con Brian.
El inspector guarda la libreta y el bolígrafo en su maletín. Se viste con la gabardina y se dispone a marcharse.
−Gracias por tus respuestas. Haré lo imposible por meter a ese muchacho en la cárcel, mientras tanto procura no meterte en problemas.
Asiento una vez más y se marcha dejando un vacío desolador en la oscura y silenciosa vivienda.Los días siguientes permanezco en casa de Harry a la víspera de tener noticias buenas del inspector. Como no puedo volver a la universidad quedo con Ivy en la biblioteca para que me ponga al día de las clases y del ambiente universitario.
−Se comenta por todas partes que te han dado una paliza− informa−. Ya ha llegado a oídos de los profesores y como soy la más cercana a ti todo el mundo me pregunta. He hecho muchos amigos estos días pero ninguno comparado a ti. Vuelve ya, nena− suplica con las manos en acción de rezo.
Suelto una risita y meneo la cabeza de un lado a otro.
Bajamos las escaleras de la biblioteca con el fin de alejarnos del mortal silencio y dar por finalizada la clase de hoy. Me sujeto a la barandilla para buscar un punto de apoyo. Tengo rasguños y hematomas por todo el cuerpo. Ni siquiera puedo dar un paso sin que me sienta dolorida.
−¿Te echo una mano?
Declino su oferta con un movimiento de la cabeza. Me muerdo el labio inferior para reprimir un alarido de dolor al descender el primer peldaño.
−Tengo que aprender a convivir con el dolor.
−Qué dramática te pones a veces− se burla Ivy.
Sin embargo es cierto, el dolor es real y el que yo siento físicamente no es comparado al de mi interior. Tengo emociones contrarias. Por una parte quiero venganza, Brian no debería haberme dado esa paliza pues Damien y Heiden también estaban programados para asesinarme y pudieron controlarse. Por otra mi humanidad supera a todo el mal y daño que me han ocasionado. Damien y Heiden están tan volcados en salvarme de los arcángeles que se han olvidado de pasar a hacerme una visita. Dorian está desaparecida del mapa, no contesta a ninguna de mis llamadas, he optado por enviar cartas al hotel en el que estaban alojados pero nada de esto parece funcionar. Matthew cada vez está más lejos de mí, pese a la distancia antes lo consideraba cercano, ahora los kilómetros se han convertido en años luz.
Temo cada instante por el bien de mi familia. Si los arcángeles van a por mí no dudarán en hacerme flaquear al amenazar con ellos. Y esta vez no cuento con el apoyo de Nora o Dorian para que lancen un hechizo de protección.
En definitiva, no es venganza lo que ansío sino justicia.
−Oye, nena, ¿ese no es el coche de Heiden?
Conduzco mi mirada hacia la ubicación en la que yace la suya. Aparcado junto al bordillo se encuentra el todoterreno de Heiden. Mi presión arterial aumenta un cien por ciento. Repaso la avenida de cabo a rabo con tal de dar con él, aunque sé que Heiden no se deja encontrar, sino que es él mismo quien lo hace. Y en estas condiciones sale de un establecimiento bancario con las manos en los bolsillos de la cazadora marrón y con una amplia y encantadora sonrisa camina hacia aquí.
−Joder− suspiro.
Emprendo una carrera hacia él y me cuelgo de su cuello. Sus brazos se ciernen a mi figura con tanta fuerza que suelto un grito de dolor al presionar mis hematomas. Me deja en el suelo alarmado y me mira con los ojos abiertos como platos.
−Aún me estoy curando− explico.
−Pondré solución a eso− responde. Pega sus labios a mi frente y los deja ahí durante unos eternos segundos hasta que Ivy carraspea−. Hola, Ivy.
−Por fin te dignas a aparecer− exclama mi mejor amiga−. ¿Sabes lo mal que lo ha pasado Allison? ¿Dónde estabas?
Sorprendido, Heiden frunce el ceño y se traga la risita.
−He tenido que ocuparme de unos asuntos, pero a partir de ahora no volveré a dejarla sola.
En sus ojos leo la promesa de que será así.
−Eso espero− concluye Ivy menos enfadada−. Os dejo solos. Llámame si me necesitas, nena.
−Lo haré.
Una vez se encuentra lo suficientemente lejos Heiden suelta un suspiro y seguido de este una risita.
−Qué carácter.
−Ivy es así− trato de defenderla−. Dime cuáles son esos asuntos de los que te has ocupado.
−Te lo contaré más tarde. Ahora quiero que vengas conmigo.
−¿Ir adónde?
Me pasa la mano por la cintura para conducirme al todoterreno. Una vez allí abre la puerta del pasajero de par en par y me invita a entrar.
−Mis padres adoptivos se van de viaje y quieren que les cuide la casa durante su ausencia y a ellos le encantaría que me acompañaras.
−¿Les has hablado de mí?
−A todas horas− adivina mis pensamientos y me pone una mano en la rodilla−. Ya los conocerás, tranquila.
Hasta ahora no sabía que Heiden tuviera padres adoptivos. Ni siquiera sabía que tenía familia, exceptuando a su padre biológico, Gabriel. Me pregunto cómo serán y en ese caso si serán inmortales o humanos. ¿Sabrán que Heiden es un ángel? Estos pensamientos llenan mi cabeza y ocupan el espacio de las anteriores preocupaciones.
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Descenso: Ciudad de los muertos
FantasyLa huida de Gabriel supone un alivio para Allison, quien cree que este es el final, pero no es más que un principio que comienza con la intervención de los arcángeles y la llegada de un Nefilim que busca algo más que venganza.