−¿Matt? ¿Eres tú? Siento mucho no haberme presentado, tuve problemas sobrenaturales demasiado graves.
−Espero que pudieras solucionarlos.
El desconocimiento de esa voz me obliga a mirar la pantalla del teléfono para comprobar si he marcado el número correcto.
−¿Quién es usted y por qué tiene el teléfono de mi amigo?
−Solo le hago un favor, tu amigo está algo apretado como para contestar.
El gemido de protesta de Matt se escucha de fondo, con lo que es un espacio abierto. La ira envenena mi sangre y al momento estoy vestida con los vaqueros y el jersey que traía puesto el día anterior.
−¿Qué quieres de él?
−Es un cazador de ángeles que no hace bien su trabajo, solo le vamos a dar su merecido.
−¡No! No te atrevas a tocarle sino...
Las amenazas se atragantan en mi garganta cortándome la respiración y el habla.
−¿Sino qué? ¿Mandarás al ángel sin alas a que me corte la cabeza?− carcajea−. Puede que a él le de tiempo robar un coche y volver a Brooklyn, pero estoy seguro de que a tu amigo no le queda mucho tiempo.
−Por favor, no le hagas daño.
−No es una cuestión de querer, es deber. Aunque ahora que lo pienso, me gustaría mucho sentir la calidez de su corazón en mi mano.
La mente me traiciona y reproduce de nuevo la escena en la que Damien le arrancaba el corazón del pecho al demonio encapuchado del campus. Matthew vuelve a gemir, solicitando ayuda. Ese demonio se habrá encargado de taparle la boca con algún tipo de celo.
−Iré a por ti, Matt, te lo prometo.
La carcajada del demonio es lo último que escucho antes de cortar la llamada. Guardo el teléfono en el bolsillo trasero de los pantalones y giro sobre mis talones para salir de la habitación.
−¿Que vas a dónde?
Heiden está parado bajo el marco de la puerta con una bolsa de papel donde aguardará un delicioso desayuno caliente.
−Te lo contaré por el camino.
El día vuelve a estar soleado, aunque solo sea en Georgia. Los rayos de sol resplandecen en la chapa del coche de Damien. Heiden aprieta el paso y me hace girar al tirar de mi brazo.
−¿Dónde vas, Allison?
−Te lo contaré por el camino. Vamos.
Hago ademán de marcharme, pero aumenta la presión de su mano sobre mi muñeca.
−No. Me lo contarás ahora.
Encuentro a Heiden algo cambiando esta mañana. ¿Habrá sucedido algo durante su viaje como para obligarle a cambiar radicalmente?
−Tenemos que volver a Brooklyn y lo haremos en el coche de Damien.
−¿Volver a Brooklyn? ¿Es que te has vuelto loca? Unos demonios te están buscando para acabar contigo y tú decides ir hacia ellos.
Emplea un tono de voz demasiado alto y enfadado y cada célula de mi cuerpo me incita a echar a correr. Suspira y relaja los hombros.
−Mira, Allison, sé que he estado muy ausente estos últimos meses, pero sigo siendo yo. Estoy aquí, he vuelto por y para ti.
−El Heiden que yo conocía no me habría gritado como lo has hecho tú.
Retrocedo dos pasos, asustada por no saber cuál será su reacción.
−Has sido mi último pensamiento antes de irme a dormir y el primero al despertar. Cada día suplicaba terminar mi búsqueda y volver a tu lado.
−Pero no lo hiciste− interrumpo con rudeza.
−Bueno, estoy aquí, ¿no?
−Sí, pero solo porque estuvieron a punto de matarme. Yo también he pensado mucho en ti, Heiden, te he añorado como el primer día. He esperado tu regreso sentada en la repisa de mi ventana durante meses y solo te dignas a aparecer cuando mi vida corre peligro. ¿De verdad te importo tan poco, Heiden?
Horrorizado se acerca a mi posición, pero sin cruzar la barrera de la intimidad.
−Me importas, Allison. Me importas mucho.
−Si te pidiera que renunciaras a tu búsqueda y te quedaras conmigo en Brooklyn, nuestra casa, ¿lo harías?
En seguida abre la boca para contestar, pero lamentablemente de sus labios no escapa ninguna palabra. Los ojos se me humedecen sin pretenderlo. La persona que más he amado es la misma que más daño me ha hecho con un simple silencio.
−Allison, yo te amo con todo mi ser. Eres la razón de mi existencia, mi ángel.
−Yo... no sé si continúo amándote de la misma forma− declaro con la voz rota por el llanto que aún no he liberado.
Mi contestación es peor que si le hubieran arrancado el propio corazón del pecho. Está blanco como la nieve e inmóvil como el hielo.
−¿Es por Damien? ¿Te has enamorado de él?
−No− contesto con rapidez−. No lo sé.
Las lágrimas bañan sus mejillas sonrojadas. Alargo el brazo hacia una de ellas, pero esconde el mentón en su hombro. Jamás habría imaginado que Georgia, el lugar que desencadenó nuestro amor, fuera el cementerio donde le daríamos sepultura y descansaría para toda la eternidad.
La oscuridad se adueña de su rostro al recuperarse del golpe que han ocasionado mis palabras. Desde el conflicto con Gabriel, no ha transcurrido el tiempo suficiente como para olvidar la oscura mirada del demonio, y en este momento me encuentro nuevamente frente a ella.
−Los demonios nunca han sido una buena compañía, tenlo siempre presente.
Nuestros hombros colisionan y el impacto es tan seco como su despedida.
La noche se nos echa encima, pero las estrellas son invisibles bajo el iluminado cielo de luces urbanas. Brooklyn brilla esta noche más que ninguna otra. Damien ha rastreado la llamada de teléfono y conoce la ubicación desde donde han llamado con el teléfono de Matthew: un edificio enorme con un jardín botánico en la parte alta. Según mi acompañante se trata de una reconocida oficina.
El viento ondea mis rizos al bajar del coche. Voy directa a la puerta de entrada, pero Damien pone su mano sobre la mía para impedirme el paso al interior.
−¿Estás segura de que quieres entrar ahí? Podría ir a por el humano y salir sin ser visto.
Manifiesto mi desacuerdo ante su propuesta con un movimiento de la cabeza.
−Es mi amigo el que está ahí dentro. Le debo esto.
Hace un mohín y empuja la puerta como si esta poseyera el peso de una pluma.
La oscuridad ha arrasado con todo el edificio. Parece haber sido víctima de algún desastre natural. Damien está tan sorprendido como yo.
−Esto no tiene pinta de ser una oficina− digo mediante un susurro.
Evita mi tono de reproche y lo observa todo en busca de alguna trampa.
−Guarda silencio.
Solo Damien puede lanzar esa advertencia y que no suene como una terrible amenaza que eriza los vellos bajo la tela que cubre mis brazos. Imito su acción de preservar la calma y observarlo absolutamente todo con ojos de halcón.
Tiene sentido que esto se trate de una trampa. Un demonio ha secuestrado a mi mejor amigo en lo alto del edificio, lo más normal sería toparnos con una serie de trabas que nos impida llegar a nuestro destino antes que...
−Allison.
Mis pies vuelven a rozar el suelo de la realidad y con esto me percato de la lejanía establecida entre Damien y yo. Me apresuro hasta su lado y la confianza vuelve a expandirse por todo mi cuerpo. Damien aviva el fuego de esa confianza, ese deseo de estar sana y salva, y solo cuando está lejos se extingue.
Nos embarcamos por un sin fin de espacios de oficina amueblados con los típicos escritorios separados por un muro de madera, resguardando así el espacio personal de cada empleado.
Casi por inercia, ambos nos volteamos al mismo tiempo hacia la oscuridad persistente a nuestras espaldas, donde no se percibe casi el contorno de los pilares, por el sonido parecido a una pisada a una pila de papeles.
−¿Deberíamos estar acompañados?− inquiero, temiendo la respuesta.
No niega ni afirma mi pregunta, lo cual me inquieta un poco más.
−Conozco una escalera de emergencias que conduce a la azotea. Vamos, date prisa.
Convertidos en fugitivos de una sombra, de un sonido seco, nos encerramos en el espacio de la escalera de emergencias. Damien atranca la puerta con una vara de hierro que encuentra apoyada sobre la pared. La escalera tampoco se ha salvado de oscuridad, aunque las luces amarillas de las emergencias ilumina lo suficiente para visualizarnos el uno al otro.
−¿Esto detendrá a quién nos siga?− pregunto al tiempo que señalo con la barbilla la vara metálica.
−A un humano sí. Continuemos.
Desde la planta baja hasta la alta hay unos veinte pisos como mínimo. Desde aquí abajo siento vértigo al imaginar el eterno ascenso de escaleras.
Así es, que a los diez minutos dejo de sentir la sensibilidad en las piernas. Los músculos de mis muslos y gemelos, agarrotados, se niegan a dar un paso más. Me detengo en un rellano liso entre escalera y escalera para cambiar el aire de mis pulmones por aire limpio. Trato de deshacerme del sudor de la frente y me apoyo sobre la pared, derrotada.
Damien se detiene y me observa desde la altura que proporcionan diez escalones.
−¿Qué haces? Si nos detenemos ahora, nos alcanzará.
−Soy humana, por si no lo recuerdas.
La compasión se cruza por su rostro. Baja los brazos y da pie al movimiento de sus labios.
−Recuerdo perfectamente lo que es ser humano. En estos momentos sientes la presión de la sed en tu garganta y el fuego abrasador en tus pulmones. Pero también está lleno de vida el deseo de mantenerte con vida.
Lo único que deseo más que una botella de agua y un respiro para mis pulmones, es arrancarme el corazón del pecho y reconstruirlo con mis propios dedos. La consciencia del deber ha mantenido a raya la opresión en mi pecho izquierdo por la ruptura con Heiden.
El descanso reanuda ese dolor que creía muerto, así pues me pongo en marcha y me coloco en cabeza. En un vano intento de esquivar el hombro de Damien, ambos nos colisionamos y, aunque él me mira, yo no.
La absurda e incontrolable mente humana se encarga de mostrarme en forma de película mi relación con Heiden. La primera vez que lo vi entrar en clase. Nuestra charla bajo la sombra del árbol en el patio. El chapuzón en el lago de Arizona durante la visita a los padres de Harry. Nuestro primer beso. Siento todos esos momentos tan palpables que me basta con alargar el brazo para acariciar el semblante de mi gran amor.
Damien me aparta hacia atrás tan bruscamente que el impacto con la pared es inevitable. Pestañeo varias veces para devolverle a mis ojos la visión real. Damien yace enfrentado a un Heiden calmado y bañado por el aura impoluta que le define.
−Lárgate de aquí y no me obligues a echarte por las malas, angelito, porque la caída a esta altura y sin alas es muy dolorosa.
−No he venido por ti− se hace a un lado y esquiva la figura del demonio−. Allison...
Damien propicia un empellón al ángel provocando el tambaleo de este.
−He dicho largo.
−Déjalo, Damien− ordeno antes de meditar bien las palabras.
Tanto Damien como Heiden se muestran sorprendidos de la decisión que mis labios han tomado por si solos.
Muy a su pesar, Damien se aleja hasta el comienzo de la segunda fila de escalones, dejándonos en soledad en el rellano oscuro.
−De camino a casa he comprendido lo duras que habían sonado mis palabras, y no he podido continuar.
−¿Oh, de veras? Se te veía tan despreocupado cuando te marchaste de Georgia.
−¿Despreocupado? Allison, dejarte allí ha sido lo más duro que he hecho jamás.
Me cruzo de brazos para aparentar estar cerrada a escuchar ninguna excusa más, aunque en realidad solo sirve para darme apoyo moral a mí misma.
−Eres el amor de mi vida. He sido un necio durante estos últimos meses. He tratado de encontrar el camino que me guíe hacia mi verdadero hogar, cuando lo tenía justo delante. Tú eres mi destino, Allison, mi hogar.
−Es una verdadera pena que hayas tenido que romper conmigo para darte cuenta de eso.
−Siento enormemente haberte dicho esas cosas tan horribles, pero fue lo primero que me salió. Recuerda que tengo sangre demoníaca recorriendo mis venas.
−Damien también− me apresuro a decir.
Desde aquí puedo sentir la sonrisa de Damien al oírme hablar de él. Doy gracias a la oscuridad del pasillo, de este modo Heiden no puede apreciar mi sonrojo.
−Así que es verdad, estás enamorada de él.
−No, Heiden, solo fue un comentario absurdo para librarme de ese ángel disfrazado de demonio que me acosaba.
Instantáneamente continúo el ascenso por las escaleras. Oigo las pisadas de Damien sobre los escalones, para evitar tener que cruzarse conmigo.
−Allison, ¿podrás perdonarme algún día?
−Lo reconsideraré− prometo con sinceridad.
Paso el resto del recorrido escoltada por un ángel a mis espaldas y guiada por un demonio.
Damien fuerza la cerradura con la propia fuerza de sus manos y patea la puerta. El aroma de las flores silvestres se cuela por los orificios de mi nariz al desembocar en el jardín botánico. Todo un universo de flores yacen perpetuas bajo la techumbre cristalina que actúa como un suspiro hacia la libertad. La luz de la luna se filtra por los cristales, bañando de luz todo el jardín.
Sin prudencia, ni nadie que cubra mis espaldas, me lanzo a la aventura de averiguar la ubicación de mi amigo. Camino entre pasillos de flores, deteniéndome a observar alguna que otra belladama y dotándola de caricias y cariño. La contemplación de una de ellas me hace pensar en mi madre. A ella le encanta esta flor, podría decirse que es su favorita. Antes le encantaba ir al campo los fines de semana para analizar las flores y tomar apuntes en su diario. Echo de menos esos tiempos.
Un gemido de dolor salido del interior de la garganta de alguien me hace ponerme en guardia y, guiada por el sonido, llegar hasta una ancha avenida de flores. En pleno cruce de pasillos se halla un secuestrado atado de pies y manos a un poste de madera.
−Matthew.
El inconfundible color de su cabello me inspira a dar zancadas antes de controlar el perímetro.
Me lanzo a su cuello a los pocos metros de alcanzarle. Aunque ha perdido su aroma habitual, continúa poseyendo esa calidez propia de Matthew.
−Ya estoy aquí. Ya estoy aquí.
Le quito el pañuelo de la boca para que pueda hablar con normalidad.
−Traedle agua− ordeno sin volverme a mirar a ninguno de los dos−. Voy a desatarte.
−Hazlo con cuidado, tengo las muñecas dolori... ¡Ah!
Libero sus muñecas de la presión de la cuerda, pero tras esto no se eliminan las marcas de haber sido atado.
−¿Te encuentras bien? ¿Dónde está ese agua?
Tanto Heiden como Damien mantienen su posición, ninguno se ha movido. Al contrario que esto, Damien tiene los ojos puestos en Matthew, lo mira como si pretendiera que su mirada le confesara algo de gran envergadura. Resulta intimidante.
Resoplo y voy yo misma a rellenar un pequeño vaso vacío situado a los pies del poste donde yacía atado Matthew a la fuente de piedra.
Heiden está ofreciendo su sangre celestial para curar las heridas de Matthew más rápidamente. Dejo el vaso junto a ellos y busco con la mirada a Damien. Las paredes cristalizadas del jardín botánico cuentan con una puerta que conduce a un balcón exterior desde el cual puede apreciarse la ciudad vista desde las alturas. El viento ondea mi pelo y juguetea con mis pestañas. Damien tiene los codos apoyados en el muro que separa el piso del vacío y contempla el plano urbano.
Me uno a él y al instante me encuentro maravillada por la cantidad de luces procedentes de edificios residenciales y públicos, del propio tráfico y del puente que cruza el mar.
−Son unas vistas maravillosas.
−Sí, si que lo son.
Me vuelvo hacia Damien para compartir su opinión con una sonrisa y le descubro observándome en silencio. La calidez asciende hasta mis mejillas para llenarlas del color sonrojado.
Distraigo mi mente y examino los movimientos de Heiden al tratar de curar al chico que una vez deseó su muerte por encima de todas las cosas.
<<Ojalá me mirara a mí como él la mira a ella>>. Doy un brinco al oír ese extraño y desconocido pensamiento dentro de mi cabeza. Estoy segura de que mi mente no ha llegado a formular esa idea.
−¿Te fías de él?− pregunta Damien sacándome de mi asombro.
Me encojo de hombros.
−He amado a ese hombre durante más de un año y puedo asegurar que he conocido todas sus facetas, salvo la de esta mañana. Pero sí, aún así confío plenamente en él. Supongo que es uno de los errores más frecuentes en los humanos.
−La confianza por amor es una de las virtudes más hermosas del ser humano− confiesa Damien en un tono que considero inteligible−. Aun así me alegro de haberme librado de esa tortura. Confiar para que luego te rompan el corazón... es estúpido.
−¿Qué ventajas tiene ser un demonio frente a las desventajas de ser humano?
−Puedes elegir renunciar a tu alma. Sin alma no sientes nada, fácil.
−Entonces, ¿de qué sirve vivir eternamente si nunca saborearás la felicidad?
Damien se pone erguido y aprieta la mandíbula.
−Me he percatado de como llorabas en silencio del camino de Georgia hasta Brooklyn. ¿Qué tiene eso de feliz?
−No es el llanto lo que te da la felicidad, Damien− protesto como una madre lo haría tras comprobar que su hijo no ha aprendido nada de lo que le ha explicado−. El sentimiento de amar es lo que te hace feliz.
−Puedes venderle ese caramelo a un ingenuo, pero yo no me lo trago.
Exhalo un profundo suspiro de decepción. Damien lleva años tratando de arrancar el alma del interior de su cuerpo, pero las cadenas de la humanidad aún la mantiene unida a sus raíces.
−Quería agradecerte lo que has hecho por mí− frunce el ceño sin comprender bien a qué me refiero−. Me sacaste del campus y me llevaste a Georgia para salvarme la vida. Además me has ayudado a salvar a Matt.
−Es lo que cualquier persona habría hecho.
−Sí, pero no un demonio.
Lo medita en silencio y cuando llega a una conclusión lo hace saber:
−Estarás desendiablando mi carácter.
Sonrío pese a las circunstancias y él, aunque lo evita al principio, se deja vencer y me devuelve el gesto. En apenas una fracción de segundo, tengo la impresión de haber alcanzado su alma a través de sus oscuros ojos.
El estallido de una bomba me deja cohibida. Al otro lado de la ciudad se ha producido una nube de humo espeso y de color negro que asciende desde el suelo hasta el cielo.
−¿Qué coño ha sido eso?− pregunta Matthew una vez sale al balcón acompañado de Heiden.
−Una trampa− adivina Heiden a los segundos−. Los demonios han secuestrado a Matthew porque sabían bien que vendríamos aquí y ellos podrían desarrollar una estrategia al otro lado de la ciudad.
Los ojos de Matthew se encuentran vidriados al considerarse el principal foco de culpabilidad. Considero buena idea ir hacia él para consolarlo, pero algo mucho más impactante ocurre al mismo tiempo y en el mismo espacio. Damien se está desabrochando la cazadora para quitársela.
−¿De verdad crees que es hora de hacer un numerito de stripped, tío?− protesta Matthew con desagrado.
Damien nos observa por encima del hombro al tiempo que se quita la última prenda que cubre su torso. Unas enormes alas de plumas negras nacen de una V invertida en su espalda. Matthew se sorprende tanto que retrocede hasta darse de bruces contra el cristal del jardín botánico.
La verdad es que yo también habría reaccionado igual. Hacía meses que no veía unas alas con mis propios ojos, pero las de Damien me resultan incluso más sorprendentes que ninguna otra. Eso haciendo caso omiso a su fornida condición física.
−¿Dónde crees que vas?− inquiere Heiden paralelamente a su actitud neutra.
−Veamos, de dos humanos y un ángel sin alas, el más rápido de aquí soy yo. Creo que esa es una pregunta retórica, amigo.
−Yo no soy tu amigo.
Heiden se adelanta un paso hacia el demonio y cierra las manos en puño, tanto que sus nudillos se vuelven blancos.
−Yo era capitán del equipo de fútbol del instituto, soy muy rápido− dice Matt en un tono intimidante que debería asustar a los otros dos, aunque solo tenga el efecto contrario.
Damien abre la boca para decir algo, pero tras analizar la situación y deducir que nada que diga va a solucionar la intervención de Matthew, vuelve a cerrarla.
El espeso humo cada vez más negro amenaza con crear una enorme nube de cenizas que cubra toda la ciudad de Brooklyn. Desde aquí puedo oír los gritos de socorro de los heridos y la gente asustada. El peso de la tragedia cae sobre mis hombros como una joroba de tropecientas toneladas.
−Voy contigo− digo a la ligera y sin pensarlo.
Damien accede sin meditar mucho el asunto, ya estará imaginando como será la sensación de tener su cuerpo sin ropa pegado al mío.
−No− protesta Heiden mediante un gruñido−. Llegaremos al mismo tiempo que él y de forma más segura, en coche.
−Oh, vamos, angelito, seguro que puedes ser menos aburrido. Tu chica lo que necesita es acción, ¿verdad, nena?
Extiende la mano hacia mí para que le entregue mi confianza además de mi extremidad.
Me cierno al cuerpo cuadrado de Matt y dispongo los labios a ras de su oreja.
−Si ves algo inusual en Heiden, sal corriendo.
Observo sus ojos para asegurarme de que lo ha pillado. Matthew responde a esto acercando sus labios a los míos. Esquivo el confuso movimiento y vuelvo a colocar la barbilla en su hombro.
−Ten mucho cuidado− murmura.
Asiento varias veces y divago dando tumbos hasta la posición de Damien. De un salto sube al bordillo que separa el piso del vacío y me ofrece el brazo para que haga lo propio. El viento azota todas y cada una de mis extremidades a esa altura. Hago un esfuerzo por no mirar hacia abajo.
−Allison, por favor, no lo hagas− implora Heiden desde la puerta de cristal de acceso al jardín.
−Lleva a Matt a casa.
Damien me ha estado observando todo este tiempo con una divertida sonrisa de media luna en el mentón.
−Y tú quita esa sonrisa, solo vamos a salvar el mundo.
Se acerca hasta mí costado y se hace hueco entre mis rizos con su nariz. Aspira mi aroma a vainilla. La calidez de su aliento eriza la piel de mi nuca.
−Es un mal día para tener vértigo, nena.
−¿Qué?
Lo último que noto es su palma en mi espalda. Segundos más tarde estoy cayendo en picado al vacío y sin paracaídas ni ningún billete de vuelta a la superficie. Grito y pataleo, aunque solo sirva para gastar mis energías. Damien rodea mi cuerpo con sus enormes y musculosos brazos y me salva del impacto con el suelo. Siento que voy a desmayarme. Necesito un buen chute de azúcar.
Damien es demasiado rápido batiendo sus alas y en menos tiempo del que creía asegurado alanzamos el lugar afectado por la bomba. Sus alas desaparecen al tocar el suelo con los pies. La neblina inunda todo el ambiente.
−Comprueba si hay heridos− le ordeno a Damien antes de partir.
−¿Y qué se supone que he de hacer después? Soy un demonio, no puedo salvar a la gente.
Aunque su comentario se clava en mi piel con la ferocidad e ímpetu de una bala, lo ignoro y continúo avanzando.
La espesa niebla elimina cualquier figura humana de mi alrededor para transformarla en tenebrosas sombras. No sé por donde empezar, ni qué perímetro abarcar. La ciudad me parece tan desconocida envuelta en la neblina. Me detengo a observar el cielo por encima de mi cabeza y me siento totalmente cohibida por la multitud de estrellas.
La fuerza de su mano en mi muñeca supone un freno drástico para mi desconcierto. Me giro en redondo para apuntar con el arco de mi mirada el contacto de nuestras pieles.
−Aquí hay alguien que asegura conocerte.
Damien me guía a la ligera hasta un cuerpo inerte en el pavimento. La explosión ha provocado que la pieza de un coche profane su estómago. Un riachuelo de sangre emana por debajo de su cuerpo. Si no fuera por el leve movimiento de su pecho aseguraría que está muerto.
Por el rabillo del ojo observo como Damien se pone tenso al no advertir ningún signo de peligro, pero tampoco de seguridad.
−Estaba gritando tu nombre una y otra vez− explica el demonio.
Me arrodillo y tomo su mano temblorosa y manchada de sangre caliente y líquida.
−Allison Davis, pensé que no volvería a escuchar ese nombre jamás.
−¿Le conozco de algo?
Su sonrisa muestra la sangre extendiéndose por sus dientes. Según mis pocos conocimientos en medicina, este hombre tendría que estar muerto ya. La pieza yace blandida en sus entrañas con pocos centímetros de separación del corazón.
−Me hubiera gustado conocerte mejor. Quizá en otra vida...− la tos le interrumpe.
−Está delirando. Mira la gravedad de la herida, ningún ser humano mortal estaría respirando a estas alturas.
La voz de Damien me llega desde la espalda. La ignoro completamente al vislumbrar la llama de vida en los ojos del moribundo.
−Todo ser mortal muere. De igual modo que todo ser inmortal encuentra su final− sus ojos se cierran y, al abrirse nuevamente, encuentro la sed de venganza en ellos−. Necesito que hagas algo por mí. Solo tú puedes cumplir esta tarea sin que suponga algún peligro para ninguna de las especies.
−¿Para ninguna de las especies?− inquiero con curiosidad.
Asiente con mucho esfuerzo. Alza el brazo hasta tocar el diamante negro que pende del colgante con la punta de los dedos.
−Dirígete al norte antes de que la nieve cuaje. Siempre al norte.
Antes de que pueda hacer alguna pregunta o prometer que lo haré, deja caer la mano y se abandona al abismo al que todos nos precipitaremos alguna vez. La llama de vida de sus ojos se apaga con calma. Ese hombre tiene los ojos más anaranjados que he visto nunca. No puedo evitar que me recuerden a un soleado atardecer en el que los rayos del sol parecen incendiar el campo. Pero al morir sus ojos se han vuelto oscuros, tanto que ni el cielo de la noche puede tenerle envidia.
Un extraño pero intenso afecto me obliga a querer devolverle a la vida. No conocía a ese hombre, sin embargo había algo en él tan familiar que me atraía.
−Tenemos que irnos, nena, faltan pocos segundos para que este lugar se convierta en un banquete para los vampiros.
Damien me atrae hacia sí cuando me pongo en pie. Al principio pienso que se trata de un gesto de condolencia ante la pérdida de ese desconocido, pero tras echar un vistazo a mi alrededor descubro que lo ha hecho para alejarme de los colmillos de grupo de sombras que nos rodean por todas partes.
−Vaya, pero si la madre noche nos ha obsequiado con comida fresca, chicos− exclama el que parece ser el miembro jefe del clan−. ¿Quién será el primero en probar bocado?
−Deberíais marchaos si no queréis que esto acabe mal para vosotros.
Una carcajada grotesca alcanza nuestros oídos acompañada de unos pasos que se aproximan. La neblina queda a espaldas del vampiro, que reflejado por la luz blanca de la luna, tiene rostro.
−Damien Evans− adivina el ser sobrenatural al contemplar a mi acompañante−. ¿Nos ofreces un aperitivo?
−No− gruñe una voz que sale del interior de su pecho−. Ella es mi acompañante.
−Puedo escuchar la sangre brotar por sus venas. Es humana. Deja que le de un solo mordisco. Estoy ansioso por conocer su sabor.
−Resulta tentador, pero yo soy el primero en esa lista, vampirito. Así que ahora da media vuelta y olvídate de que nos has visto.
El ser de la noche se mueve, pero no para cumplir la orden de Damien. Se aproxima a mí y olisquea mi pelo con vehemencia. Suelta un gemido para transmitir que desprendo un olor delicioso. Me mantengo en una parálisis eterna hasta que se aleja con sus amigos y se van a chupar la sangre de cualquier otro que pida clemencia a gritos.
−Yo que tú cambiaba el champú con el que te lavas el pelo. La vainilla y tú sois una mezcla que agrada a cualquiera.
Me ruborizo al momento y huyo de su mirada punzante.
Salgo de la niebla con Damien pisándome los tobillos, pero algo me hace frenar de golpe. Una pintada en el suelo a gran escala hecha con sangre humana. Enlazo una letra con otra hasta llegar a conocer el significado: "Ciudad de los muertos".
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Descenso: Ciudad de los muertos
FantasiLa huida de Gabriel supone un alivio para Allison, quien cree que este es el final, pero no es más que un principio que comienza con la intervención de los arcángeles y la llegada de un Nefilim que busca algo más que venganza.