Capítulo VIII

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Al día siguiente, Sergio se levantó con mucha alegría. Miró por la ventana y observó un espléndido cielo azul sin nubes a la vista y, sonriente, fue hacia la cocina para preparar una taza de café expreso. En eso, escuchó el tono que le notifica los mensajes en su celular mientras rascaba su espalda y estiraba un poco sus brazos.

—¡Buenos días, Sergio! ¡Espero que tengas un hermoso miércoles! ¡Abrazos enormes de oso pardo! 

Sergio sólo podía ver el número telefónico del contacto, así que le respondió a pesar de pensar en quién le podría haber enviado el mensaje tras notar que se trataba de un oso pardo. Además, él sabía que sólo podía ser alguien en especial.

—¡Gracias, Tomás! Espero que tú también tengas un día espléndido y sigas recuperándote pronto —respondió el grisáceo al leer aquel mensaje para luego seguir preparando su café, con una respuesta inmediata.

—Siempre es un día espléndido con tus visitas, así me recuperaré pronto.

—Y eso es lo que quiero, que te mejores para que sigas adelante con tu vida, tus proyectos y demás cosas.

—¡Gracias, Sergio! ¡Así será! Hasta luego.

Sergio dejó de responderle a Tomás y podía notar cómo con el paso de los días su actitud había cambiado. Había dejado de ser sombrío, grosero e indiferente para mostrar ahora a un chico agradable y cordial. Al terminar de preparar su café expreso y luego de beberlo, abrió el refrigerador del cuál sacó unas naranjas, huevos y de la alacena tomó una bolsa de pan tajado para prepararse unas tostadas y untarlas con mantequilla.

—¿Te gusta cómo me veo en la foto? —escribió Sergio mostrando sus brazos trabajados al tener una camiseta blanca ajustada a su cuerpo en un mensaje que quería enviarle a Tomás al terminar de desayunar.

Sin embargo, el miedo que le dio a que Tomás viera lo gordo que él sentía que estaba a pesar de tener fuertes brazos hizo que Sergio se arrepintiera de enviar el mensaje, por tanto no lo hizo. Luego, fue a ducharse para salir a ejercitarse como siempre lo hacía durante las mañanas.

—¿Para qué pierdes tu tiempo ejercitándote si siempre tienes esa enorme panza de oso preñado? —le preguntaba Diego al verlo ejercitarse.

—Yo me ejercito porque me gusta, ejercitarse es bueno para la salud y eso tú mismo lo sabes —le respondía el galeno.

—Pero como tú mismo notaste la última vez que nos vimos, yo tengo un fuerte abdomen que es lo que a ti te falta.

—Diego, ¿por qué me presumes tanto tu cuerpo si a mí no me interesa en lo absoluto verme como tú? 

—Porque a mí me gusta hacer ejercicio para tener un cuerpo envidiable para que vean mi magnificencia, tú nunca llegarás a ser como yo ¿me oyes? no tendrás este cuerpo de modelo que tengo yo. Jamás serás mejor que yo —decía mientras posaba y flexionaba sus brazos ante la vista de muchos.

—¿Ah, sí? —dijo el oso grisáceo tras escuchar aquellas palabras- No tendré un cuerpo enorme ni musculoso como el tuyo, pero al menos tengo dignidad y siempre ando con la frente en alto.

—Esas sólo son frases que utilizas para ocultar la realidad de las cosas. No eres más que un oso gordo que nunca tendrá nada más que un simple trabajo de médico. Nunca serás como yo ni tampoco tendrás lo que yo tengo.

—¿Así cómo tú nunca tuviste a Tomás Salgado, no es así? 

—No sé de quién rayos me hablas, gordo —le dijo Diego mirándolo seriamente.

—No te hagas. Sé muy bien que lo dejaste por alguien más y lo ultrajaste por completo. Eres un estúpido, sabes. 

Los ojos de Diego por un momento se llenaron de rabia y con mucha impotencia, le lanzó un puñetazo a Sergio en el pómulo derecho.

—¡Aghhh! ¡Aghhh! -gritaba el oso quien le regresó el puñetazo y le acomodó un par de patadas a su adversario mirándolo con rabia— ¡Podrás tener todos los músculos que quieras pero de ti no me dejaré golpear, tarado!

—¡Idiota! ¡Eres un imbécil! ¡Nunca vuelvas a mencionar el nombre de ese estúpido chico! ¿Me entendiste? ¡Nunca en tu vida, gordo estúpido! —le gritaba mientras eran separados por algunos transeúntes quienes tuvieron que intervenir al ver que la pelea se intensificaba.

Diego terminó con un ojo morado y con la boca hinchada por los golpes de Sergio, quien terminó con una cortadura en su ceja izquierda y moretones en su cara. Aun así, al llegar a casa él lavó sus heridas y se vendó la ceja que tenía cortada para alistarse e irse a trabajar.

—Doctor Iriarte... ¿Qué me le pasó? Mire cómo tiene usted su rostro... —preguntaba la enfermera quién se acercaba al galeno.

—Tuve una pelea con un tipo presumido, Rosa. Tranquila y descuide que ya estoy bien... Sólo tengo algunos moretones y esta cortadura pero nada más.

—¿Seguro que está usted bien? —preguntaba la zorra aún preocupada.

—Sí, sí. Estoy bien, descuide.

Sergio intentaba no mencionar nada de lo ocurrido durante la mañana con Diego, así que trataba siempre de obviar el tema. Cuando comenzó su jornada laboral, algunos de sus pacientes le preguntaban qué le había sucedido y les respondía lo mismo que a Rosa. Sin embargo, él sabía que había alguien a quién no le podía esconder lo que le había sucedido.

—¡Sergio! ¿Pero qué rayos te pasó? —preguntó Tomás al verlo y hacerlo pasar.

—Tuve una pelea con un tipo presumido mientras me ejercitaba y no me pude contener. La verdad, su actitud me molestaba mucho porque se burla de que yo soy gordo... y por eso peleamos.

—Carajo... ¿Y quién fue ese tipo? ¡Dime! ¿Quién fue? —insistía Tomás en saber— Además, no estás gordo... sólo estás repleto de amor y mucho cariño... ehhh... quiero decir, que te ves muy bien así.

Sergio se sonrojó un poco por lo que dijo Tomás pero aún así prefirió callar.

—No puedo decírtelo.

—¿Por qué no puedes? ¿Qué tiene? —preguntaba insistentemente Tomás.

—No quiero que te metas en problemas... 

Tomás miró a Sergio seriamente y prefirió dejar de insistir tanto.

—Como gustes, Sergio. Igual el día que yo me entere quién te hizo esto, te juro que le voy a dar su buena paliza.

—Tranquilo, no hay la necesidad. Por ahora, no te preocupes por mí. Lo más importante es tu recuperación ya que dentro de los días siguientes, saldrás del hospital.

—Lo más importante ahora no soy yo, eres tú -dijo Tomás mirándolo con preocupación— Mira como volvieron tu rostro... y tu ceja triangular derecha está cortada...

—Ya sanará, los médicos tenemos el poder de la regeneración jajaja.

—¡Qué cosas dices...! Jaja... —rió Tomás mientras tomaba su celular para ver la hora— El tiempo pasa muy rápido, Sergio.

—Sí, ya me tengo que ir Tomás. Son las 9:30 p.m. y este no es horario ni de revisiones ni de visitas. 

—Espero que con el paso de los días te sientas mucho mejor, Sergio.

—Yo también espero lo mismo, Tomás. Por favor, ten una buena noche y sueña con los ángeles—dijo el galeno saliendo de la habitación y bajando ya por las escaleras.

—Soñaré contigo, mi ursino ángel. Espero que te recuperes pronto, mi guapo médico —dijo Tomás entre susurros mientras se cubría con su sábana para dormir de pies a cabeza para dormir.

Sergio subió a su auto y marchó hacia su casa, tirándose en la cama al llegar sintiendo lo largo que había sido el día para él. Luego de unos minutos, se levantó y tomó su teléfono para ver la foto de Tomás en su perfil de llamadas, contemplándola mientras caía dormido a su encuentro con Morfeo.

Doctor Oso [Furry/Bara] [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora