Capitulo 4: Culpas.

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-¿Por que, profesor?.-Preguntó la pelinegra, una vez que todos salieron de la habitación, ella quedándose atrás junto al mayor, quien la miró seriamente..

-¿Por que que?.

-Por que yo estare cuidando de los rehenes, y no con los demás.-Explicó.

-Por que no necesito la parte despiadada de ti, no necesito a la asesina que se que puedes ser, necesito a la persona cálida, esa en la que se puede confiar, la maravillosa madre que eres para tu hermana, la que estudio para salvar a las personas, eso es algo que no tengo en el plan.-Puntualizó al mirarla, deteniéndose frente a ella, y acomodándose las gafas en un rápido movimiento, viéndola negar con la cabeza.

-Ese es el punto, para eso, podrías encontrar cualquier otra persona, una que no este tan manchada como yo, alguien que incluso tiene antecedentes para la policía, podrías tener alguien de verdad buena, ¿Entonces por qué?.

-Por que a pesar de todo, he de necesitar alguien que pueda ser ambas cosas, alguien que cuide de los rehenes para que no salgan heridos, alguien en quien confiar, y al mismo tiempo, alguien que no tema enfrentarse a sus compañeros por ellos, antes que no tema a jalar del gatillo de ser necesario.

-Son cinco meses juntos, profesor, puedo intentar no sentir nada, pero no siempre es posible.-Murmuró, por que en su corazón, algunos de ellos ya habían tomado un lugar, y se preocupaba por ellos, más que por si misma en aquel plan.

-Lo se, pero se que harás lo necesario para que el plan funcione, por ella.-Terminó por decirle, recordandole la razón por la que estaba ahí, y ante ello, la pelinegra asintió, viéndolo marcharse, dejándola con nada más que el silencio, y una presión en la garganta.

Al cabo de unos minutos, los ojos azules se abrieron con un suave parpadeo, encontrándose en el mismo despacho donde le habia apuntado a Berlín con el arma, lejos de ruido, y las discusiones, frunció el ceño levemente, una mano sobre su frente para tratar de pasar el dolor que parecía atravesarle el cerebro.

-¿Como estás muñeca?.-La voz de Berlín alcanzó sus oídos, al acercarse a su lado, mirándola seriamente mientras se sentaba con lentitud en el sofa.

-Denver...-Pronunció suavemente su nombre, sus ojos cristalizandose al recordar de golpe todo lo ocurrido antes de haberse desmayado.

-Está con Moscu, se sintió mal cuando supo lo que Denver ha hecho.-Respondió calmadamente, un tanto molesto al saber que su primer pensamiento era para Denver, y aunque ella uns sintió la punzada de preocupación en su pecho al pensar en Moscu, la furia que ella sintió fue demasiada para detenerse en ese pensamiento.

Lo miró en silencio un instante, viéndolo dar un tranquilo sorbo al líquido ámbar en su vaso, como si fuera culpa de Denver, y no suya la muerte de aquella mujer, entonces sintió la furia ascender por su garganta, quemando todo su camino hasta sus palabras.

-Eres un maldito bastardo.-Le dijo furiosa, levantándose tambaleante y dirigiéndose hasta la puerta, antes de poder tomar el pomo el cerrando su mano sobre su brazo, deteniendola, y haciéndola darse vuelta, ella forcejeando para soltarse, aun así, la fuerza del mayor siendo superior a la suya.-¡Fue tu culpa!, ¡Está muerta por tu culpa!.-Casi gritó, cada centímetro de su enojo explotando.

-Suficiente...-Gruñó molesto, y tomando sus muñecas la empujó contra la pared, encerrandola con su cuerpo mientras las lagrimas caían por sus mejiillas, y sus ojos miraban furiosos los suyos, con la respiración agitada deteniéndose, tratando de ignorar su cercanía y apartarse, tratando de ignorar la intensa mirada de Berlín sobre sus labios.

Entonces lo sintió, que de permanecer un segundo más cerca de el le haría perder la cabeza, y no le importaria nada, que se olvidaría de lo sucedido hace un par de horas, y de las reglas, que el era capaz de hacerla caer tanto como para romperlas todas con el, y por la mirada en los ojos del mayor, el sabía perfectamente como le afectaba mientras presionaba mas su cuerpo contra el suyo.

Play with fire. [La Casa de Papel].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora