Capítulo 10

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"Proeliis parta sunt, ferro et viribus, sed bella parta caput. "

"Las batallas se ganan con espadas y fuerza, pero las guerras se ganan con la cabeza".

Publio Cornelio Escipión.


     En el Imperio Romano se consideraba que el olivo y sus ramas eran símbolos de paz, fertilidad y prosperidad, sobre todo era bastante apreciado su producto. El aceite de oliva poseía una calidad que era muy alabada por los romanos. En la Bética, se centraba principalmente casi toda la agricultura que abastecía de aceite a Roma: desde Aurige, Corduba o Hispalis se hacía llegar el producto a la ciudad de Baelo Claudia, sobre todo a través del río Baetis que era navegable y servía para mandar barcos de gran calado con el aceite.

      Roma exportaba gran parte de las ánforas y del aceite desde el puerto de Baelo, aunque su exportación era comparable con la que se producía en la provincia de Hispania Citerior, concretamente en el Puerto de Cartago Nova. Esta exportación de productos necesitaba un gran número de ánforas y las que se fabricaban en Hispalis eran sobre todo las más requeridas, con lo cual los alfareros mostraban sus mejores cerámicas a sus potenciales compradores en el foro.

     En el macellum de Baelo numerosos comercios competían en el foro, se encontraban situados en tres de sus laterales donde unas galerías con pórticos mostraban las tiendas que daban al exterior de la fachada principal. Desde bien temprano, la actividad en el macellumera frenética y bulliciosa, numerosos comercios ofrecían sus mejores productos a sus clientes: panaderías, carpinterías, carnicerías, pescaderías, tabernas, herrerías, zapaterías,...eran algunas de las variadas y pintorescas tiendas que se encontraban en él. Pero si había entre esos comercios unos que especialmente destacasen, eran sin duda los florecientes alfareros y vendedores de aceite de oliva.

     Julia estaba preparada para ir esa mañana al macellum, después de servir el desayuno y de la salutatio matutina de su amo, debía comprar las cosas que necesitaban en la casa. Sabía que después de lo sucedido la noche anterior era muy probable que el romano estuviera esperándola, resignada salió en busca de los soldados.

     Marco que no esperaba perder el tiempo, estaba completamente decidido a acompañar a Julia al macellum. Posiblemente la muchacha pensaría que lo hacía por evitar que viera al liberto, pero la realidad era que disfrutaba de su compañía y de la diatriba de la joven. Julia iba por el atrium cuando lo vio esperando en la puerta junto con sus soldados y llegando a su altura le dijo:

—No era necesario.

—Yo creo que sí—. Dijo Marco insistente—. Vamos será interesante ver el foro.

—¡Si insistes! Pero lo puedes ver perfectamente tu solo, no necesitas de mi compañía—. Le dijo Julia mientras salía ¿Te das cuenta que desde que llegaste a la ciudad no te despegas de mí? ¿Has pensado lo que va a decir la gente?

—Eso no es del todo cierto, pero si quieres pensarlo así. Y lo que digan los demás no me importa mucho que digamos —Julia lo miró sin decirle nada más.

     Acompañados y escoltados por sus legionarios, llegaron al mercado de la ciudad. Todo lo que uno pudiera necesitar lo encontraba allí: frutas, verduras, zapatos, muebles, pan, carne, pescado, aceite, telas, adornos para el pelo, especias exóticas... era todo un espectáculo de colores y olores. Sin embargo, Julia que habitualmente solía disfrutar en esas salidas, permanecía particularmente callada, se sentía incómoda con la presencia del general a su lado. Sin embargo, no intentó decir nada cuando lo vio tan decidido a acompañarla, sabía que no había manera de persuadirlo.

BAELO CLAUDIA © 1 Saga Ciudades Romanas(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora