Capítulo 1

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" Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones fuertes son más seguras".

TITO LIVIO

Roma, año 41 d. C.

Palacio del emperador Cayo César (Calígula).

Los dos niños corrían como alma que lleva el diablo por los senderos del jardín de palacio. Éste era todo un recreo para la vista: numerosos árboles traídos desde lejanos y exóticos países crecían a lo largo de las veredas junto con arbustos y flores de las más variadas clases que componían la frondosa vegetación del lugar. Y en el centro del vergel se hallaban pequeñas piscinas rodeadas de recortados setos que permitían que dos pequeños pudieran pasar desapercibidos sin ser vistos por los guardias pretorianos que vigilaban el jardín. La niña rubia de ojos verdes corría todo lo que sus infantiles piernas le permitían. Y el niño, varios años mayor que ella, la agarraba fuertemente de la mano, intentando arrastrarla para que se apresurara.

—¡Vamos Julia! Como no te des más prisa, mi hermano nos va a pillar—. Dijo Marco mirando a su pequeña amiga.

     Encontraron un seto y se escondieron detrás del grupo de hortensias del jardín. Julia Drusila, era la primera hija del Emperador Cayo César y su mujer, Milonia Cesonia. Esa mañana, los niños no tenían ganas de estudiar y aprovechando un despiste del tutor se habían escapado al jardín trasero.

—¡Os pillé!, le diré a madre que os habéis escapado de la clase del maestro Tito—. Dijo enfadado Máximus, el hermano pequeño de Marco.

     Ambos hermanos, Marco y Máximus Vinicius eran parecidos en extremo, hijos del Cónsul Marco Vinicius, provenían de una de las más poderosas e ilustres familias patricias romanas, eran los compañeros de juego de la pequeña Julia. Su madre y la madre de la pequeña solían pasar muchas tardes juntas y de ahí, que los tres niños asistieran juntos a las clases del maestro Tito Livio, tutor ahora de los tres menores.

—¡Cómo digas algo, no volveremos a jugar contigo!—. Masculló furioso el pequeño Marco.

     En ese momento, la pequeña dando un paso adelante empezó a llorar y le dijo a su compañero de juegos:

—¡Quiero ir a palacio!

     Marco mirándola le dio un beso en la mejilla y agarrándola de la mano le contestó:

—Está bien Julia, no hace falta que llores.

     Mientras tanto en una de las salas de Palacio, se encontraban las madres de los pequeños.

—¡Buenos dias Cesonia!—. Saludaba alegremente la madre de los dos niños—. Acabo de dejar a mis hijos en el aula del maestro Tito, hoy hace un día espléndido, ¿no te parece? ¿Pasa algo?, no tienes buena cara—. Dijo la mujer mirando con preocupación a su amiga.

     Cesonia hizo una señal de silencio para que no dijera nada más y cogiéndola de la mano señaló hacia la puerta, indicándole silenciosamente que habían guardias apostados en ella.

—Ven salgamos a dar una vuelta fuera de palacio, es verdad que hoy hace un día buenísimo y quiero salir al templo a hacer una ofrenda a los dioses.

     Ambas mujeres salieron despacio por la puerta principal camino del templo.

—¿Ha pasado algo Cesonia? ¿Por qué quieres que los guardias no se enteren? No tienes buena cara y me has sacado de palacio sin querer decirme nada, no es normal en ti—. Dijo la madre de los dos pequeños.

—Estoy bastante preocupada por Cayo. Cada día está más fuera de sí. Aunque miro a otro lado por miedo, sé que prostituye a sus hermanas y viola a las esposas de sus súbditos como pasatiempo, sin importarle que estén sus esposos delante. No hay nadie que pueda decirle nada y que se atreva a pararle los pies. Tengo miedo de que algún día me vea como un estorbo y piense que ya no le soy útil.

BAELO CLAUDIA © 1 Saga Ciudades Romanas(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora