Capítulo 17

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 "La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún". 

Tales de Mileto (624 AC-546 AC).   


   

      Iba a morir en aquella masa inmensa de agua sin ninguna posibilidad de poder luchar por su vida. Julia llevaba las manos atadas y aquellos piratas iban a tirarla por la borda.

—¡Graco por favor, ayúdame!.

—Tú misma te has buscado tu propio destino. Te mereces todo lo que te pase—. Dijo escupiéndole a la cara.

—Qué ser más perverso eres, espero que algún día pagues por ello. No entiendo como pude confiar en ti, no tienes nada más que odio en todo tu cuerpo.

—No te preocupes, tú ya no estarás para verlo. ¡Matenla!—. Ordenó Graco, mientras Spículus disfrutaba del espectáculo.

—¡Graco, por favor!.—Rogó desesperada la muchacha.

—¡Noooooooo!... —gritó Claudia desesperada.

        El mercenario que retenía a Julia se puso enfrente de ella y con una sonrisa siniestra y pérfida, le clavó una daga que llevaba en la mano. Julia pudo comprobar como la afilada arma bajaba y se volvía a hundir en su costado por segunda vez. Los ojos de Julia se quedaron clavados en los del ser que le estaba quitando la vida y muda de espanto no fue capaz de pronunciar palabra alguna. El mercenario saco la ensangrentada daga y de un empujón la tiró por la borda.

—¡Noooo, por favor....!— Grito Claudia cuando vio horrorizada como tiraban a su amiga por el barco—. ¡No, no, no,....te mataré con mis propias manos sucio bastardo!. Algún día te mataré por lo que has hecho hoy!.¡Juliaaaa...!—.Gritaba su amiga desesperada mientras pataleaba intentando escaparse del agarre de aquel mercenario que la retenía.

     De repente el mercenario le dió una bofetada haciendo que la mujer perdiera un poco el sentido. Desesperada volvió a levantarse y tropezando con las cuerdas que había en el barco intentó correr hacia Graco para matarlo. Pero antes de que pudiera darle alcance otro de los mercenarios la alcanzó golpeándola con el puño y haciendo que volviera a perdiera el sentido definitivamente.

—¡Llevadla abajo!. Esta no morirá hoy, pero deseará estar muerta cuando lleguemos a nuestro destino—. Ordenó Spículus—. Todo el mundo a sus puestos, se acabó el espectáculo.

     Mientras Claudia fue arrastrada otra vez hacia la bodega del barco, Julia sintió como caía hacia las profundas y aterradoras aguas. Conforme su cuerpo se hundía intentó coger todo el aire posible. Con las manos atadas le era imposible nadar, pero con los pies podía impulsarse hacia arriba. El costado le dolía pero intentó con desesperados movimientos de los brazos y de los pies subir a flote. Abriendo los ojos en el agua pudo ver que solo estaba a dos o tres metros de alcanzar la superficie, podía ver la claridad del agua varios metros más arriba de su cabeza. Sus pulmones se expandieron intentando conseguir el aire que necesitaba para poder sobrevivir, necesitaba aire con urgencia, se ahogaba. Inconscientemente abrió un poco la boca y empezó a tragar agua. Como pudo emergió a la superficie y pudo conseguir el aire que faltaba sin parar de toser. De reojo comprobó como el Fortuna se iba alejando de donde ella se encontraba.

     En ese momento se cuerpo se negó a colaborar y volvió a hundirse cuando una gigantesca ola la atrapó, no estaba acostumbrada a nadar y las ropas mojadas la arrastraban hacia el fondo negro y helado del mar. A su mente le vino la imagen de como Marco le explicaba cómo debía flotar sobre el agua e intentó volver a impulsarse hacia arriba. Estaba demasiado agotada pero se daba cuenta de que si seguía luchando contra la corriente y la furia del mar se cansaría mucho más. Cuando consiguió emerger por segunda vez del agua, se puso boca arriba y comenzó a flotar intentando relajarse. Lágrimas saladas salían de sus ojos por esa enorme injusticia. Mil imágenes se le vinieron a la cabeza. Sus primeras lecciones con Tito, su primera visita a la fábrica, la cena sorpresa que le dieron sus amigos en su dieciocho cumpleaños, la primera vez que vio a Marco, su primer beso, su boda... que injusto que todo aquello acabara allí. Le quedaban demasiadas cosas por hacer y por vivir. Volvió a cerrar los ojos intentando concentrarse en respirar y en seguir flotando, no sabía cuánto podría aguantar más, la herida mortal empezaba a teñir aquellas aguas de un tono rojizo.

BAELO CLAUDIA © 1 Saga Ciudades Romanas(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora