"En el amor no basta atacar, hay que tomar la plaza"
Ovidio.
Marco no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos, Tito le daba permiso después de muerto para casarse con Julia según la tradición sine manu, el anciano le había abierto una posibilidad totalmente cerrada para ambos. Julia era una ciudadana libre, heredera del apellido de Livio con derecho al ius connubium, podía contraer matrimonio con quien quisiera. No sabía si enfadarse con el anciano por ponerle contra las cuerdas o si reírse por la jugarreta que le había jugado el astuto maestro que había adivinado la atracción que sentía por la joven. Si antes tenía las manos prácticamente atadas para decidir sobre el futuro de Julia, ahora estaba en su derecho de poder quedarse con ella. Girando la cabeza para mirar a Julia pudo percibir como la joven ajena a lo que pasaba a su alrededor se desvanecía en medio de la multitud.
Sobresaltado, se acercó corriendo a donde estaba tendida pasando entre las personas que se agolpaban alrededor de ella, Quinto le pisaba los talones vigilando a los congregados.
—¡Dejadme pasar!—. Pidió Marco a la multitud.
—¡Julia, Julia,...despierta!—. La llamó Claudia que estaba sobre ella, mientras Prisca y Horacio la miraban preocupados.
Marco se agachó sobre la joven que se hallaba inmóvil como un cadáver, pasándole el brazo por debajo de su cuello, intentó levantarle la cabeza y comprobar que su pulso seguía latiendo. Se sintió aliviado cuando vio por sí mismo que solo se había desmayado.
Cogiéndola entre sus brazos levantó a la joven intentando salir de la plaza, pero la multitud que se congregaba tenía tanto interés en observar lo que ocurría alrededor de ellos que era prácticamente imposible salir de allí.
—Horacio busca al galeno y que te acompañe a la casa—. Ordenó Marco al frente sin mirar al hombre.
—Ahora mismo, ¿se pondrá bien, verdad?—. Preguntó el esclavo a Marco bastante preocupado.
—Por supuesto, solo ha sido un desmayo—. Dijo Marco.
Con la mirada buscó a Quinto y en silencio le transmitió lo que necesitaba. Inmediatamente el tribuno y los hombres de Marco se acercaron a donde estaba su jefe, rodeándolo le abrieron el acceso haciendo un pasillo a través de las personas que intentaban asomarse para ver a la joven. La gente murmuraba sobre la extraordinaria suerte de la muchacha, pero los que le mostraban verdadero afecto al anciano se alegraban de que hubiera depositado a cargo de sus negocios y del apellido Livio a esa mujer. De todos era conocido que en ella había recaído durante muchísimos años la responsabilidad de tomar las decisiones más importantes, sabían que estando al frente del negocio el futuro de los demás trabajadores de la factoría no peligraría. Sin embargo, dos hombres no pensaban lo mismo.
Graco que se había quedado completamente anonadado cuando escuchó el testamento no pudo dejar de sentir con bastante incertidumbre que la joven se le escapaba de las manos, y cuando vio al general agacharse y recoger a Julia del suelo sintió una enorme impotencia. Una rabia enorme manaba de su cuerpo, era a él a quien le correspondía asumir lo que estaba haciendo el soldado, era él quien debería de haber tenido el derecho a recogerla y casarse con ella.
Por su parte, Tiberio lamentaba que Silo no hubiera matado a la joven en la primera oportunidad que tuvieron. Si estuviera muerta, la historia sería totalmente distinta. Ahora no bastaba con matar solamente al general, sino que habría que matar a la joven heredera también. Ofuscado empezó a marcharse del lugar, tendría que volver a contactar con Spículus y darle la nueva noticia. Valeria al lado de su marido, era consciente del cambio de semblante de su esposo. Sabía que ese contratiempo perjudicaría sus planes, callada siguió andando detrás de él. En el fondo se alegraba que los dioses no hubieran propiciado el destino de Tiberio, sin duda era un mal augurio para el hombre. Deseaba con toda su alma que el fin de las maldades de su marido estuviera próximo, porque si alguien no acababa con él, ella podría darse por muerta.
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BAELO CLAUDIA © 1 Saga Ciudades Romanas(Completa)
Ficción históricaElla, Julia Drusila, nacida dentro de una de las familias más prominentes de emperadores que el Imperio romano ha dado, tiene que vivir como esclava, simulando ser quien no es. Él, Marco Vinicius, general condecorado de la legión romana y descendien...