Epílogo

152 39 12
                                    

Era Showa, 1970, Kyoto.

Durante numerosos años, la okiya de la Sra. Ren había sido la más célebre de todo el Hanamachi Gion. Bien antes de la Segunda Guerra mundial y todavía bien después, su fama había irradiado en toda el Asia, sobrepasando fácilmente las fronteras de su propio país. Ancestral morada, hecha de maderas sólidas y papeles finos —Tan finos que parecían casi transparentes durante días pesados de verano—, había estado siempre como un modelo indiscutible de prosperidad. Y así como para darse buena suerte, toda nueva okiya del barrio, sin excepción, habían adquirido a medida un pequeño algo que recuerde la obra imponente de la que la Sra. Ren se había ocupado durante todo este tiempo. Los faroles delicados a los ornamentos discretos de loto florecían por todas partes de la entrada de las casas, totalmente como los numerosos estanques interiores dónde nadaban las carpas suntuosas koi, como una evocación dulce de una época cumplida.

Ahora, meciéndose despacio al asperón del viento a las puertas de la morada venerable, los faroles suntuosos de seda roja a los inmaculados esbozan de mariposas que habían reemplazado las flores discretas de loto. A la luz del día, estas teclas de colores calientes atraían inevitablemente la mirada hacia el edificio inmenso mientras la noche, como un faro a la punta de una isla, guiando a los marineros perdidos de su dulce y tónica luz, sus reflejos rojos fascinaban a los parroquianos. Una atmósfera mística, plena de nostalgia dulce y de poesía inmortal, impregnaba toda la casa y sus accesos, haciendo una de las razones de su inmutable renombrada. Pero había sobre todo tres razones importantes a esta reputación excelente.

La primera era el nombre intrínsecamente atado a la casa de Min YoonGi. Mientras que la Sra. Ren célebre jamás sea olvidada, su belleza y su inteligencia para siempre aduladas, el de Min YoonGi sería aureolado para siempre por gloria, inmortal entre los mortales, el personaje esencial en los libros próximos de historia. El primer hombre Geisha que ha tenido éxito allí dónde las numerosas jóvenes mujeres habían sido suspendidas, el joven hombre había marcado su época por numerosos aspectos. Su belleza misteriosa, a la vez fría y ardiente, y su control de todas las artes tradicionales japonesas lo había hecho la geisha más solicitada y más incensada durante numerosos años. Guardián de las tradiciones, pero igual heredero del pensamiento modernista de su madre adoptiva, YoonGi había hecho evolucionar despacio pero fácilmente las mentalidades.

La segunda razón era que, y esto desde hace algunos años, había entronizado a jóvenes niños en su okiya. El carácter mixto de sus Maiko cautivaba entonces a la población japonesa, haciéndose con sus ojos una novedad a la vez seductora y curiosa, contribuyendo un poco más a la fama creciente de la morada. Y entre estos Maiko, dos jóvenes hombres revelaban ser dignos herederos del célebre Min YoonGi: Park Jimin y Jeon Jungkook. Ambos de origen coreano e hijos de prostitutas, ambos tipos de niños Zainichi habían sido, a siete y cinco años apenas en la época, considerados sin futuro en esta sociedad japonesa en constante evolución. Pero YoonGi había sabido ver en ellos, totalmente como la Sra. Ren lo había hecho para él en el pasado, una belleza extraña y excepcional, extremadamente dulce y refinada en el de más edad y más salvaje, más bruta, en el más joven. Y los dos jóvenes hombres, ahora en aprendizaje para volverse de perfecciones otoko geisha, jamás decepcionaban a su padre adoptivo. Sobre escena, allí dónde Jimin parecía ser un bailarín magnífico, Jungkook demostraba su talento para la música y el canto.

Pero la tercera razón era la más importante de ellas todas, y desde luego la más fascinante. Después de algunos fastuosos años de gloria, Min YoonGi había preferido negar a un número inconmensurable de clientes, haciéndose en el curso de los días una compañía altamente buscada y mucho inaccesible. Por eso, la Geisha célebre y masculina siempre había sido presente para los acontecimientos más grandes, su personaje público jamás borrado, por siempre bajo los fuegos de los proyectores y ante los flashes de las cámaras de fotos, con una eterna pequeña sonrisa en los labios. Pero desde el fin de su carrera de Geisha como tal, no fue asombrosamente raro encontrar cerca de él, cruzarlo al rodeo de una calle, o más frecuentemente a la entrada de la okiya, al empresario coreano célebre y rico Kim NamJoon. Era universalmente conocido que el hombre había negado, en el pasado, algunas propuestas de matrimonio, alianzas convenidas como demandas pasionales. Se murmuraba entonces totalmente en Kyoto que el empresario y la Geisha célebre y masculina compartían más que una relación simple protector-protegido y que llevaban juntos un tipo de semi-vida conyugal. Que se decían ir a buen paso, divirtiendo siempre más a ambos hombres públicos.

Así, el gesto tierno de NamJoon hacia YoonGi, cada mañana entre los badajos anchos de la puerta de entrada, era lejos de desacreditar los rumores. El hombre jamás dejaba de acariciar despacio con la punta de los dedos la mejilla aterciopelada del más joven, sonreír con su mirada anclada en la suya, ambos en silencio. Y antes de que se separen para el resto del día, YoonGi jamás olvidaba apretar los dedos del de más edad entre los suyos antes de besarlos imperceptiblemente, como un ritual inmutable.

Y cerca de ellos, cada día como un signo del destino, mientras que ambos hombres luchaban para deshacerse uno del otro, una mariposa blanca aleteaba para despegar y derretirse en la extensión celeste.

Fin.

Winter Butterfly ⇸ NamGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora