A la caída de la tarde, Raquel Halliday no cesaba de trajinar, preparando las provisiones y demás cosas que pudieran necesitar los fugitivos que iban a partir aquella misma noche.
Jorge y Elisa, en una de las piezas de la casa, hablaban y hacían proyectos para el porvenir. Elisa decía a su esposo:
- Cuando estemos en el Canadá yo te ayudaré bastante. Ya sabes que sé coser y cortar, y que hacía todos los vestidos de mí señora.
- Sí, Elisa querida; trabajaremos con entusiasmo y sacaremos adelante nuestro hijito.
- Claro que todavía no estamos libres de peligros.
- No, pero el sentirme libre me da fuerzas para luchar contra todos los que se pongan en nuestro camino.
En ese momento llegó Simeón, que venía acompañado de Phineas Fletcher, al que presentó a nuestros amigos.
Halliday le dijo a Jorge:
- Phineas se ha enterado de que hay una cuadrilla de siete u ocho sinvergüenzas, capitaneados por un tal Tomás Locker, que están decididos a darles caza. Saben perfectamente que están aquí y que salen está noche, y piensan seguirlos y alcanzarlos.
Esta noticia causó una triste impresión a los fugitivos. Elisa, llorando, se abrazó a Jorge, pero éste, con los ojos llameantes, dijo:
- No quiero causarles a ustedes ningún problema. Estoy decidido a no esperar hasta mañana para marcharme, si me prestan el coche. Me acompaña Jim, con su madre, y ya saben que es un hombre muy fuerte y valiente.
- Sí, ya sé que son muy valientes -dijo Phineas-, pero no conocen el camino. En cambio yo me lo sé palmo a palmo. Por eso los acompañaré
Raquel los llamó para cenar.
Cuando la cena y los últimos preparativos hubieron terminado, subieron al coche que acababa de llegar. En él acomodaron a la madre de Jim, a Elisa y al niño. Jim y Jorge se sentaron en la parte de atrás, con las pistolas preparadas, y en el pescante se acomodó Phineas.
- ¡Adiós, amigos!-dijeron los cuáqueros.
- ¡Que Dios premie su bondad! -respondieron los mulatos.
El carromato partió. Durante un buen rato avanzaron de prisa y sin ningún contratiempo. De pronto Jorge se incorporó en su asiento. Acababa de oír las pisadas de un caballo que se acercaba a toda velocidad. Phineas también lo oyó y detuvo a los caballos.
- Debe de ser Miguel -se limitó a decir.
En efecto, en lo alto de una loma apareció un jinete que venía a todo correr de su caballo.
- Sí, es Miguel -confirmó Phineas.
- ¡Eh, Phineas! -exclamó Miguel-. ¡Ahí vienen a toda prisa detrás de ustedes! ¡ Son ocho o diez, medio borrachos y hechos unas fieras! ¡Están muy cerca!
Phineas azuzó a los caballos, que partieron como flechas. Miguel se puso al lado del coche, corriendo a la par.
Jim y Jorge no cesaban de mirar el camino. De pronto distinguieron, en la oscuridad de la noche, a un grupo de jinetes que los perseguía. Emprendieron una carrera loca. El carro iba dando tumbos. El viento traía a sus oídos el rumor de los gritos que daban sus perseguidores al ver que la distancia se acortaba.
Elisa, llena de temor, apretaba a su hijo entre los brazos. La madre de Jim temblaba y se encomendaba a Dios. Los hombres llevaban las pistolas amartilladas.
Los perseguidores estaban cada vez más cerca. De pronto, Phineas hizo virar el carro y lo colocó junto a unas rocas escarpadas que terminaban en una pequeña planicie, la cual brindaba a los fugitivos un refugio seguro y bien parapetado contra sus enemigos, Phineas conocía perfectamente aquel lugar, de sus tiempos de cazador.
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La Cabaña del Tío Tom (Harriet Beecher Stowe)
ClassicsEn los Estados Unidos, a mediados del siglo pasado, en la época esclavista, una familia sureña se ve obligada a vender a dos de sus esclavos: el viejo Tom, trabajador y honrado, y el pequeño Harry, hijo de una joven mulata también esclava de la casa...