Capítulo 14

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Edward

Debo aprender a no meterme en los problemas de los demás.

Repito esa frase por lo menos unas diez veces mientras camino hacia mi clase. Gabi debe estar enojada conmigo por no haberle hecho caso y seguir ignorándola por culpa de Linda. Y lo peor de eso, es que ella es la que ha hecho la mayoría del trabajo que tenemos que entregar y en cualquier momento puede decirme que va a borrar mi nombre.

Y sería justo.

He estado distraído. He dejado que Linda ocupe todos mis pensamientos a pesar que solo he sido un juego, uno que al parecer, ni siquiera soy bueno.

Me tragué todo mi orgullo para defenderla aunque me había decepcionado mucho y aun así, sigo en el mismo lugar. Sigo siendo el amigo bonachón que no tiene material de novio.

Respiro profundo cuando estoy frente a la puerta y la abro con cierta reticencia. Después de escuchar las amenazas de Liroa, no estoy de humor para clases, pero tampoco puedo ausentarme. Todos mis compañeros se giran a mirarme cuando paso entre los puestos, cada uno con una expresión diferente; percibo admiración y burla, también confusión. Sin embargo nadie se acerca a la mirada airosa con la que me recibe Gabriela.

—Veo que sigues vivo —sisea con fuerza con la idea que todos escuchen. Asiento sin ganas de empezar una discusión y me siento a su lado.

Ella se aleja.

—Pensé que ella era pasado —esta vez usa un tono más privado.

—La estoy olvidando —admito que mi proceso no va a ser fácil.

—Entonces, ¿qué significó para ti lo que pasó ayer? —pregunta con renovada indignación.

Bueno, realmente no pasó nada. A no ser que para ella «algo» sea llevarla hasta su habitación y ayudarla a acostarse. Simplemente le quité sus zapatos. Aunque me quedé un rato hasta que se durmió.

—¿De qué hablas? Te ayudé a llegar a tu habitación, nada más.

—Te quedaste conmigo. Pensé que eso era obvio.

—¿Qué? Obvio... No entiendo exactamente qué sería lo obvio... Ayudar a alguien... Quiero decir... Solo te...

—No tienes que decir más, Edward. Eres un chico decente y quiero que seas mi chico decente —dice cambiando su expresión drásticamente.

¿Cómo pasa del odio al amor tan rápido?

Admito que sentir que alguien se interesa por ti es extremadamente nuevo y que la sensación es muy agradable. ¿Por qué complicarme con un amor imposible cuando tengo a alguien dispuesto a hacerme feliz? ¿Podría ella llegar a ganar lugar en mi corazón? No lo sé, pero lo que sí sé es que Linda no está dispuesta a intentarlo siquiera.

—¿Tu... tu chico? —me ruborizo hasta el pelo con solo repetirlo.

Aunque Gabi no se queda atrás y asiente.

—Pensé que era obvio.

—Soy malo para darme cuenta de las cosas obvias —admito y me señalo a mí mismo. Gabi suelta una risita baja y su humor mejora exponencialmente.

—Lo he visto. Me gustas pero no sé si puedo competir con Linda Moncada —pronuncia su nombre con desdén mientras rueda sus ojos de manera desproporcionada.

Incluso me preocupo un poco que vaya a marearse con semejante gesto.

—Solo fui un juego para ella —decirlo en voz alta duele pero es la única forma de convencerme que no tengo posibilidad. Y que si la tuviera porque ella cambia de opinión, no sé si respetaría los límites que tiene una relación estable y quiera volver a sus juegos de siempre.

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