Capítulo 13

30 2 0
                                    

Linda

No dormí bien. Ni siquiera fui a mi habitación porque allí estaría Antonia con su forma de entenderme y yo no necesito que me entiendan. Quiero que me reprendan, que me digan que lo que hago no está bien. O no. Bueno, realmente lo que quiero es que Edward acepte mis condiciones y no tener que cambiar mi forma de ser.

Aunque ni loca le contaría esto a Mónica. Ella me sacrificaría a sus dioses de la moda.

Así que salgo de su habitación sin rumbo y con la misma ropa de ayer, solo que está más arrugada y con manchas de mi delineador de ojos.

Hay murmullos por donde quiera que voy. Algo ha pasado. Algo grande. No parece relacionado conmigo porque no se detienen cuando llego a los pasillos, pero tampoco tengo pistas sobre qué se trata.

Sin embargo, todo se esclarece cuando veo a Lucas sosteniéndose el brazo con cierta dificultad y tiene una mancha de sangre en el hombro.

En cuanto se da cuenta que lo estoy viendo se acerca hasta mí. Intento escapar pero ya es tarde, no quiero que empiece a gritar que soy suya y que no puedo huir para siempre.

—Linda, Linda... —empieza con esa voz seductora que usa cuando quiere simpatizar. Debería decirle que conmigo no funciona y mucho menos después del desastre que ocasioné ayer.

—Te está goteando —señalo su hombro que ahora ya tiene una mancha más grande.

—¿Esto? —mira su hombro con desdén —. Es un rasguño, nada de qué preocuparse. Sin embargo, ayer fui a tu cuarto para que me ayudaras y no estabas. Fue tu compañera de habitación quien me cosió. ¿Te das cuenta que cuando yo te necesito nunca estás? Porque yo sí lo he notado y no me gusta. Cuando te digo que eres mía, es porque es real y no me importa lo que tengas que dejar de hacer, cuando yo te busque vas a estar disponible —su tono de voz se va elevando y se torna demandante.

Supongo que inconscientemente he empezado a dar pasos para atrás y a mirar para los lados. Hay más estudiantes pero nadie va a interferir.

—¿Entendiste? —pregunta con los dientes apretados.

Su mano vuela a mi cabello para acercar mi rostro. Me da miedo que me golpee pero se contiene. Se limita a mirarme duramente por casi treinta segundos hasta que asiento.

Me tira con repugnancia y sonríe de forma maliciosa.

—Entonces ven conmigo. Alguien debe cambiarme las vendas...

—No puedo —me esfuerzo por decirlo lo más alto posible. Es mi última defensa; estar rodeada de personas y no irme con él. Tan solo con entrar a una habitación para acompañarlo, estaría dándole una ventaja que nunca podría explicar.

Y como mi fama no es precisamente de santa, nadie me creería si me pasara algo malo.

—¿Qué acabé de decir? Estás disponible cuando yo lo diga.

—Ella no va a ir a ningún lado —dice una voz conocida aunque es claro que nunca la he escuchado en ese tono.

Edward aparece a tres pasos de Lucas. No está solo, tiene a una chica colgando de su brazo casi como si lo quisiera arrastrar lejos de esa situación. Lo cual es muy inteligente; exponerse de la manera que lo está haciendo es peligroso, y mucho más por defender a alguien que solo lo hiere.

Soy un imán para los problemas y Edward no merece ese trato.

—¿Quién eres tú, pequeña mierda? Sal de aquí antes que sepa tu nombre o vas a desear nunca haber pisado esta universidad.

OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora