Capítulo 23

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Linda

¿Qué le ocurre a mi padre? Esto nunca lo había consentido, es más, siempre había dicho lo indignante que era exponer a una señorita a un espectáculo de venta de ella misma. Por más adulador que fuera el presentador, siempre había una transacción monetaria que no puede pasar desapercibida.

Además, estoy con Edward y se lo dejé claro. La subasta era especifica en sus reglas, sólo señoritas que vinieran solas o estuvieran solteras. Y yo no cumplo.

—Mónica, tú tampoco cumples con los requisitos.

—Ay Linda, no seas pesada. Mi novio dijo que iba a pujar lo más que pudiera para que sea quien recaude más dinero —dice alzando las cejas.

—Eso parece un poco absurdo.

—¿No es la idea de estos eventos? ¿O lo dices porque tu acompañante no puede ni siquiera participar en la primera ronda?

Su voz denota aquella burla disimulada. Sus preguntas pasivo agresivas son bastante molestas. Claro que sé que Ed no puede pujar en una subasta de este tipo y yo tampoco estaría cómoda que él intentara gasta dinero en algo tan medieval como compra de chicas.

No somos una propiedad.

Veo aparecer al chico que presenta y le pregunta a varias de las que estamos presentes si estamos listas. Por alguna razón, me salta, fingiendo una sonrisa y pasando de largo como si no existiera. En realidad, resalto. El resto de chicas tienen la tez blanca. No puede decir que no me vio.

—Iremos llamándolas en grupos de tres. Queremos hacer una subasta relámpago para que no tome mucho tiempo.

La mayoría de las chicas las he visto antes. Hijas de socios de mi padre o nuevas en el negocio. La mayor debe estar rozando los treinta, y supongo que soy la menor junto con Mónica.

Llaman a las primeras tres que resultan ser las más adineradas. Lo cual genera un puchero en la cara de Mónica como si realmente pudiera competir con familias que llevan decenas de generaciones en el poder. El presentador, con una maestría impresionante, va dando valores e incrementando cada vez que alguien alza una paleta. Asomo un poco más mi cabeza, con el fin de ver mi mesa. Noto que mi padre está sentado con mucha tranquilidad, como si no hubiera roto un principio que siempre había tenido presente en mi crianza. Aunque lo que más me perturba es la ausencia de Ed. Ver su silla vacía hace que mi estómago se encoja y empiece a experimentar un dolor físico en el pecho.

No creo que haya huido, aunque quien sabe. Lo dejé a su suerte, junto a un empresario desagradable y mi padre. Bien pudieron haberlo hecho sentir incómodo o discriminado. No lo sé. Lo que no me imagino es que él se pueda ir sin mí.

No es ese tipo de chico.

Él es dulce, amoroso y leal. A diferencia de muchos en este auditorio.

Aquella ronda acaba pronto porque las chicas que salieron empezaron por un valor demasiado alto, descartando a la mitad de los asistentes.

En el siguiente grupo va Mónica, quien se muestra feliz de salir al escenario. Su oferta empieza en cinco millones, una suma muy por debajo de las primeras participantes. Sin embargo, hay alguien que puja por mi amiga diferente a su novio, lo cual genera un poco de algarabía cuando entran en una disputa acalorada de paletas levantadas. El presentador intenta mantener el ritmo para que todos sepan el valor por el que van, pero en algún momento se pierde y tiene que parar para respirar.

—El señor de la paleta 503, ¿dice que ofrece ocho millones? —pregunta el chico rascándose la cabeza.

—Así es.

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