Edward
Mi clase de programación se vuelve eterna. O por lo menos así lo siento porque no puedo concentrarme en la lógica que envuelve el ciclo del programa. No logro distinguir si necesito adicionar un dato o si con los que estoy manejando puedo llegar a la conclusión.
Sólo hay algo en mi mente en este momento: Linda.
Para mí no es casualidad lo que pasó después de la fiesta. Simplemente no podía alejar mis ojos de ella, aplacar el impulso de acercármele o incluso mantener el pulso tranquilo o pronunciar bien las palabras.
Por lo general se me confunden las palabras, a veces tengo que retroceder para replantear lo que estoy diciendo y al final parece que fuera tartamudo. Y si le sumamos la presencia de Linda, mi mente explota.
—Deben entregar un proyecto en el que usen la tecnología que quieran pero que demuestren este tema que tratamos aquí —dice el profesor señalando el tablero.
Mis compañeros empiezan a salir del aula mientras yo me mantengo en mi puesto mirando directamente al cuaderno. No apunté nada.
—Señor Grajales —me llama con preocupación el profesor al ver que no me he ido —. La clase ya acabó, puede irse.
—Claro... si...
Indeciso, camino fuera del aula con los pensamientos dispersos.
¿Qué pasa luego de acostarse con una chica? Sobre todo si esa chica es Linda Moncada alias el amor platónico de la mayoría de los universitarios. ¿Debería llamarla? Y si lo hago ¿qué debo decir?
Mi inexperiencia y mi dignidad juegan en contra. Por un lado, no había imaginado que me acostaría con una chica tan sexy la primera vez, no solo porque no me considero atractivo —o por lo menos lo suficientemente atractivo para atraer a una belleza natural como lo es ella —, sino porque ella había dejado claro que no le interesaba nada más que mi amistad.
Estaba asegurado para la friendzone.
Pero entonces, pasó y todo se aceleró de maneras extrañas. Pude percibir el arrepentimiento en su mirada y el malestar al darse cuenta que la habían descubierto.
Eso duele.
Duele pero al mismo tiempo me alegra. Soy un desastre.
Supongo que lo mínimo que debo hacer antes de rendirme del todo es llamarla. Quizás si la convenzo que debemos hablar y resolver esto como adultos que somos, podríamos rescatar la pequeña amistad que se formó cuando intercambiamos compañeros de cuarto —ella se quedó conmigo y mi compañero con su novia, la pecosa.
Saco el celular de mi bolsillo y timbro hasta que se va a buzón. Cuelgo. No tengo ganas de dejar mensajes. Aunque quizás podría completar bien la oración, no es lo mismo. Por más que tartamudee, prefiero tener al interlocutor al otro lado de la línea.
Vuelvo a marcar unos minutos después. No contesta.
Su celular no está apagado y por lo poco que la conozco, sé que ella lo lleva siempre consigo.
Intento unas cinco veces más con los mismos resultados.
Ya me estoy viendo como un acosador.
En el pasillo me encuentro con Gabriela, una compañera de clase que es brillante. Creo que su coeficiente intelectual es el más alto de nuestra generación por lo que los demás hombres parecen rechazarla. Yo lo encuentro tonto; hacer trabajos juntos parece la mejor opción de sacar una nota excelente y mucho más cuando es quien lleva la ventaja en cuanto a técnicas de programación.
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Opuestos
RomanceÉl nunca se ha enamorado, ella ya ha pasado por una traición. Él quiere experimentar el amor, ella lo rechaza. Amistades en común los juntan, pero sus propios temores los pueden separar. Spin-off de Mala alianza