Querida vida

184 9 0
                                    

*Esta vez no es un poema, porque no encuentro las palabras para decir esto de manera poética*
Querida Vida:
En el pasado cometí un pecado. Ese pecado me llevó a cometer otros pecados. Esos pecados los he ignorado, porque esa es mi naturaleza, ignorar el problema. Al principio parecía buen plan, a veces me adelantaban esos pecados, pero podía escapar de ellos de alguna forma. Mi primer pecado fue mi egoísmo, mi avaricia, mi codicia por conseguir la felicidad, de tal manera que acabe haciendo daño a los de mi alrededor, de tal manera que perdí todo lo que había construido anteriormente. Es verdad que te odiaba, por haberme tratado tan mal toda mi vida. Ese fue mi segundo pecado, echarte la culpa a ti y no tomar responsabilidad de mis acciones. Te eché la culpa sin dudarlo un segundo, por mi furia. Me entregué a la furia y a la envidia, envidié a otros por tener cosas que yo no tenía.
Mi tercer pecado fue ignorar mis problemas, y hacer más daño a los demás. Os eché a todod la culpa de mi dolor, y no la teníais. Todos estabais enfadados conmigo, y en vez de remediarlo, os ignoré, porque para mi era más fácil escapar que enfrentaros. Supongo que soy débil, no?
Mi cuarto pecado, fue romperle el corazón a alguien. Fui muy cruel, sigo sin saber el por qué lo hice. Es buen tío, le di la ilusión, creí que empezaría a ser feliz si salía con él. Pero, después de darle la ilusión, de haberle besado, le di la espalda y le rechacé. Me dolió, pero seguro que a él le dolió el doble.
Querida Vida, antes de hacer cada uno de estos pecados, me dispuse a cambiar, pero nunca lo consigo. Siempre cuando pienso que vas a mejorar, empeoras. Siempre me persiguen estos pecados. ¡No quiero que me persigan! Me duele demasiado, y cuanto más dolor sienta, más egoísta seré, por no querer hacerme más daño, por querer sentir el alivio en el pecho. Hago daño a los que me rodean. Intento confiar, pero no puedo, porque o me hacen daño o les hago daño. No quiero hacer sentir dolor a los demás, pero tampoco quiero sentir dolor yo misma. Por favor te pido, deja de hacer que mid pecados me sigan. ¡Ya sé lo que he hecho mal! ¡Todas las noches no duermo por ello, no necesito que personas que han formado parte de mis pecados pasados vengan otra vez! ¡NO QUIERO HACERLES DAÑO! ¡ESTOY HARTA DE HACERLES DAÑO, DE CAUSARLES TANTO DOLOR! Querida vida, si aparecen cada cierto tiempo aquellas personas, ¿Como no voy a causarles más dolor? ¿Por qué no entiendes? Quiero que me odien, ¿escuchas? Quiero que me odien a más no poder. Sé que no me van a perdonar, por eso quiero que me odien, y así, se olviden de mí, así les resultará más fácil seguir con sus vidas. No quiero que me intenten salvar, ¿acaso no me conocen? No me gusta cuando me miran con pena. Y ahora mismo doy pena. Te escribo esta carta inútil, escrito por alguien inútil. Hay que ver lo patética que estoy siendo. Me dan ganas hasta de reírme de mi estupidez. Ya sé que es imposible ir por la vida sin hacer daño. Sin embargo, me temo que ha llegado a un punto donde ni siquiera sé quién soy. Ni siquiera sé para qué vivo, no sé cual es tú sentido. Como Beckett, me temo que tu no tienes sentido, y que aunque intente con todas mis fuerzas, de alguna forma buscar mi felicidad, me la daras psra saborear y me la quitarás.
Te pido que pares, por favor, porque da igual las veces que me disculpe con las personas, no van a perdonarme, y aunque me perdonen, da igual, porqie yo nunca me perdonaré. Es verdad que merezco un castigo. Pero aquellas personas a las que dañé (y de vez en cuando, aunque las empuje o las aparte o bloquee, de alguna forma me encuentran), no las dañes más, no las castigues, porque no quiero hacerles daño.
¿No crees que ya has ganado, Vida? Ya me arrebataste las ganas de hacer nada, ya me arrebataste el sentido de vivir. Yo no disfruto viviendo. De vez en cuando disfruto de pequeñeces con las que me identifico. El sonido de los truenos y de la lluvia golpeando el tejado. Y, cuando salgo a la calle, sentir las gotas de lluvia caer sobre mi. El cielo llora y derrama las lágrimas que yo no me permito derramar.
De verdad que me arrepiento, me arrepiento de todo, me arrepiento de no hablaros, de haceros daño, de echaros la culpa por causar mi dolor, cuando solo soy yo, agrandándolo por mi estupidez. El dolor que siento lo causo yo por no olvidar, por atormentarme, pero cuando más lo siento es cuando habla a aquellas personas. Se intensifica de una manera que me cuesta respirar y componer la compostura. Lo siento, lo siento, lo siento, LO SIENTO.
Doy pena. De verdad que lo siento. Perdóname, Vida, por echarte la culpa a ti también, por ser estúpida, y por creer que me merecía un poco de felicidad. No me la merezco, y cuando siento el sabor delicioso de aquella felicidad, me aparto de ello, porque sino arruinaría la felicidad de la otra persona. Ya no quiero arruinar más felicidades. No cometeré los mismos fallos. Sé que no puedo arreglar mi pasado, pero puedo empezar con mis cimientos del presente para construir el futuro. ¿Qué te parece? Simplemente no me acercaré a las personas demasiado para arruinar su felicidad, pero lo suficiente para ser parte de ella.
Ahora en verdad no suelo pensar, suelo pasar las tardes viendo series y dejando mi mente en blanco. No quiero pensar, porque cuando empiezo ha hacerlo, se me forma un nudo en la garganta, y el arrepentimiento y el dolor vuelven a mi cuerpo que antes estaba adormilado.
Lo siento.
Un abrazo,
Otra persona inexistente

Poemas de un alma rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora