Capítulo 11

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Luego de despedirse de Kael, Sarah ordenó todo antes que su madre llegara, le daría un infarto si se entera que estuvo comiendo papas y soda.

Cuando fue a su habitación se miró en el espejo de su tocador, ella era bonita sin maquillaje y sin sus lentillas, se sentía bonita así...con la cara limpia y con gafas.

Su madre siempre fue muy estricta con su cuidado personal, y ahora más que se encuentra en una etapa que según ella marcaba la vida de una mujer exitosa.

Si eres exitosa y envidiada ahora, estate segura que lo serás a mi edad. Siempre escuchaba eso de boca de su madre.

—Ya me cansé. —Tomó su celular y llamó a William.

¿Aló?

—Trae hoy a tus padres, tenemos que decirles la verdad. — hubo silencio.

Está bien, les diremos. ¿Estás segura?

—Más que nunca.

De acuerdo, de los dos...siempre tu fuiste más decidida. Lo siento por no tomar la iniciativa.

—Siempre fue así, desde niños. Te espero en la noche.

Está bien. Cuídate.

—Tu igual.— colgó la llamada y se lanzó a su cama. — Hoy es el día.

Las horas pasaron volando y Sarah no dejaba de temblar, ya había avisado a sus padres que los de William vendrían...solo tenía que esperar y la espera la ponía muy ansiosa.

—Sarah. — su madre tocó la puerta de la habitación y sin esperar respuesta entró. — William y sus padres acaban de llegar, ya baja a recibirlos.

—Está bien, ya solo me pongo los zapatos. —dijo mientras terminaba de ponerse rubor.

Se miró al espejo y se puso las gafas, fue hacía su cama para ponerme sus tacones bajos negros, su madre seguía ahí en la puerta observándola. La figura esbelta e imponente de la mujer rubia mirándola fijamente le molestaba.

— ¿No piensas ponerte las lentillas? —preguntó bruscamente su madre. Sarah negó. —Con esas gafas no se te nota bien el maquillaje, tienes que lucir bien para tu novio y suegros.

— William dice que me veo bonita con o sin gafas y a mis suegros —pronunció esa palabra con desagrado —, no debería de importarles si me pongo rímel o no.

La madre de Sarah puso mala cara.

—¿Qué te pasa? Espero te comportes en la cena.

—Lo haré, bajemos. —dijo pasando por su costado. —No se hace esperar a los invitados.

La madre de Sarah cerró la puerta de la habitación, no sin antes darle una fulminante mirada a la guitarra encima de la cama de su hija.

En el salón se encontraban los señores Diamond y el señor Thompson conversando animadamente. Y a un lado en el sillón individual esta un muy incómodo William que al ver a Sarah bajar se calmó un poco.

—La cena está servida, pasemos al comedor. —dijo la señora Thompson como buena anfitriona.

Todos se sentaron y empezaron a hablar de sus negocios, William no dejaba de mirar ansioso a Sarah, ella trataba de decir que se calme con la mirada.

—Sarah, querida. —llamó la señora Diamond. —William me dijo que te sentiste mal en la tarde, ¿ya te encuentras bien?

—Si, sólo fue un dolor de cabeza por el estrés. — respondió Sarah, sintió la penetrante mirada de su madre sobre ella.

Querida Celestina ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora