Capítulo 2.

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Su familia siempre había sido muy religiosa, en realidad sus recuerdos desde niño era que su madre lo llevaba a la iglesia cada domingo sin falta alguna, aunque las misas se daban desde el día miércoles ella asistía sólo ese día, era como una tradición, y si sus padres eran religiosos, no quería ni mencionar a su abuela, porque incluso para ella por poco que estornudara era pecada, y si iba a misa y comulgaría no podía ni desayunar siquiera o se armaría la tercera guerra mundial por parte de ella.

Él se había adaptado a todo aquello, había crecido con esas enseñanzas y siempre intentaba estar en paz con Dios, pero el problema más grande surgió en el momento que se dio cuenta que no podía estar de acuerdo con la iglesia en el asunto de que un hombre siempre iba a casarse con una mujer, no cuando él se descubrió que encontraba más atractivo a los chicos que las chicas, por eso se había confesado con el padre Min Ho, y sus palabras fueron un alivio, porque él necesitaba saber que estaba en la gracia de Dios, no quería arder en el infierno por hacer algo que le desagradase a ese Dios que era amor.

Cuando el sacerdote le había dicho que era lo que Dios quería, que amara a otro hombre él se había sentido en paz, y por eso cuando Ji Min le había confesado que él se sentía atraído por él no dudó en corresponderle, iniciando en una relación en secreto ya que el pueblo en la homosexualidad estaba mal vista, y su propia familia era capaz de echarlo, y ni hablar de Jong In, su hermano mayor, quien lo golpearía hasta la inconsciencia, y él, Taemin ya estaba viendo su futuro si su familia se enteraba.

Se sentía agradecido de que hubieran enviado a su pueblo a un sacerdote tan comprensivo como lo era el padre Min Ho, porque casi estaba seguro de que el padre Si Won lo hubiera acusado con sus padres a pesar de que él lo hizo en forma de confesión, pero el padre Min Ho incluso le había guardado el secreto de que llegó tarde a la misa.

Los pocos momentos que podía verse con Ji Min, su novio, sin que nadie sospechara era antes de la misa o del catecismo, ya que él había tomado como costumbre colocar la iglesia como excusa, que la arreglaría, ayudaría en todo porque que necesitaba estar ahí, cuando la realidad era otra, se escabulliría hasta la orilla del río, donde la vegetación era un poco alta y estaría junto a Ji Min, ocultándose de los ojos curioso y bocas chismosas del pueblo, pero si algo tenía claro era que no podía llegar tarde a la misa otra vez, no creía que al clérigo le gustaría encubrirlo otra vez.

—Ji Min, tengo que irme —logró decir al separarse de los labios de su novio.

—Quédate Taemin, no vayas a la misa.

—No puedo faltar —el joven rubio se alejó lo más que pudo —mi madre le preguntará al padre Min Ho si llegué, ya sabes como es.

Claro que lo sabía muy bien, si él podía verlo cuando iba a su casa con la excusa de ver a Jong In, porque últimamente sus visitas se volvieron más frecuentes con la excusa de que eran amigos, pero también era su método para poder ver al hermano de éste.

Ji Min no era un joven que estaría en la misa cada domingo como Taemin, ni su familia era tan religiosa; era creyente de que existía un Dios, pero prefería no estar en la iglesia, no creía en que un sacerdote pudiera perdonar tus pecados ni de contarle su vida, no cuando habían muchos casos en la iglesia que le decía que aquellas personas que consagraron su vida a Dios podía ser igual de pecadoras que él, quizás no lo eran todos, pero había muchos casos que él prefería seguir como era hasta ahora, pero su novio no era como él, Taemin tendría que estar en la misa ya sea por obligación o propia voluntad.

—Está bien —dijo con un suspiro —en la tarde voy a ir a tu casa a ver a Jong In, tal vez quieras unirte ésta vez a un partido de baloncesto con nosotros.

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