Capítulo 8

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"Llegó el momento"

Amore corría entre el bosque aquella noche, persiguiendo a una comadreja. De paso, había prometido llevar comida a las madres primerizas, para que los cachorros tuvieran suficiente leche. Los días habían sido pesados y agotadores, especialmente desde que la Madre Luna había comenzado a decir que era hora de ir a buscar su mate. Esa ansiedad había afectado a la loba salvaje, y tras el reciente ataque de Jacob, sentía una mezcla de miedo y deseo. Observó al lobo gris oscuro y plateado, sintiendo que ese era su destino, pero temía que él se negara a ser su pareja. Para los licántropos, dejar su vida humana para convertirse en lobos salvajes no era fácil. Tenía miedo de ser rechazada, de fallarle a su manada y de no poder cuidarlos como la Madre Luna le había pedido.

Por ello, se mantenía atenta a las horas de vigilancia nocturna. Sin embargo, no pudo aguantar más y decidió dirigirse hacia la Tribu Quileute.

Aquella mañana se lo propuso con toda la firmeza que pudo reunir, aunque sus sentidos estaban alerta y su cuerpo aún llevaba rastros del ataque nervioso de Jacob. Intentaba restarle importancia; sabía que el joven lobo no tenía control sobre sus actos y que ella también había sido salvaje en sus primeros meses como loba, pero con el tiempo había encontrado una paz momentánea.

Aún era invierno, y las mañanas eran frías, pero su pelaje la protegía. Con agilidad, se adentró en el territorio de la manada de su impronta. Al llegar frente a una cabaña, distinguió a un hombre mayor, con la cara arrugada, piel rojiza, y ojos y cabellos negros, sentado en una silla de ruedas. Tímidamente, se acercó, pero al pisar una rama caída de un pino, llamó la atención del hombre. Se inclinó con una leve reverencia, sorprendiendo a Harry Clearwater.

«Buenos días, señor Clearwater», se comunicó la loba rojiza.

Harry abrió los ojos, sorprendido al escucharla en su mente. Se pasó una mano por la cara, como si tratara de confirmar que no era un sueño.

«No es un sueño, vengo de parte de la Madre Luna, es hora», pensó de nuevo Amore.

Afortunadamente, Sue Clearwater llegó justo entonces. Al ver la escena, recordó la reunión en la fogata, donde habían hablado de la impronta de Paul y cómo ella era su elegida. Harry sonrió al recordar la fortaleza y determinación de Amore.

«Señora, un placer volverla a ver», saludó Amore con otra reverencia.

—Amore... —murmuró Sue, asombrada.

—¿Ya la conoces, Sue? —preguntó Harry, extrañado.

—Sí, hace algunas lunas llenas tuve el placer de conocerla en la fogata. Es la descendiente de la Loba Salvaje; la Madre Luna la ha elegido y, si no me equivoco, viene por su impronta, ¿no es así? —preguntó con calidez.

Amore asintió y se puso en sus cuatro patas. «Está en lo correcto», respondió.

—Bien, llamaré a Quil; debemos hacer una reunión. ¿Tienes sed? —dijo Harry, firme pero atento hacia la loba, quien bajó las orejas en señal de sumisión.

«Un poco, pero no se preocupe, no es para molestarlos», pensó Amore.

Harry sabía que Paul aún no se daba cuenta de su conexión, pero estaba convencido de que este encuentro podría cambiar todo. Se sentía privilegiado de ser parte de este momento tan importante.

Amore [Paul Lahote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora