Capítulo 11

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Esa noche, la fogata chisporroteaba mientras la manada compartía risas y anécdotas. Paul disfrutaba de la compañía, pero su atención siempre volvía a Amore, quien, aún en su forma loba, absorbía cada detalle del entorno. La carne cruda y el aroma de hamburguesa llenaban el aire, pero para él, nada se comparaba con la esencia de su impronta.

Cuando la manada comenzó a dispersarse, Paul se sintió aliviado de que Amore decidiera quedarse. Con una mirada cómplice, la invitó a su cabaña.

Al entrar, Amore comenzó a curiosear, sus sentidos agudizados percibiendo todos los aromas. Sin embargo, muchos de ellos la hicieron arrugar el hocico, especialmente los olores ajenos que la mareaban. Paul notó su incomodidad y sintió una punzada de culpabilidad.

—Lo siento, no esperaba que esto fuera tan… intenso —dijo, intentando contener una sonrisa ante su expresión.

Amore se detuvo en una estantería llena de objetos, algunos relacionados con la caza. Su mirada se oscureció y un leve gruñido escapó de sus labios.

—¿Por qué hay tantos aromas de hembras aquí? —preguntó, su tono directo y desafiante.

Paul se sintió tenso, consciente de que era el momento de ser honesto. Se pasó una mano por el cabello, claramente incómodo, pero decidido a no ocultar la verdad.

—Antes de que llegaras, no era un santo. Era… de todo menos eso. —Sus ojos reflejaban sinceridad mientras se acercaba un poco más. —Hubo otras, sí. Pero ya no quiero nada de eso.

Amore lo miró fijamente, sus ojos llenos de desconfianza. Aunque le dolía, sabía que debía enfrentarlo.

—¿Lo prometes? —su voz era más suave, pero el desafío aún ardía en su mirada.

—Lo prometo —respondió Paul, acercándose aún más. —No habrá ninguna otra aquí. Solo tú serás mi dueña.

Ella sintió que su desconfianza comenzaba a desvanecerse, pero había algo más en su mente. Aunque el deseo de estar con él la envolvía, sabía que tenía una manada a la que volver.

—Paul, tengo que regresar al bosque. —Sus palabras eran firmes, pero llenas de tristeza. —No puedo quedarme aquí, tengo mi propia manada que cuidar.

Paul frunció el ceño, la preocupación surgiendo en su rostro.

—¿Y si no te dejo ir? —dijo, intentando ocultar su angustia.

Amore se quedó en silencio, sabiendo que no podía ser egoísta. Su corazón anhelaba a Paul, pero su lealtad hacia su manada era más fuerte.

—Te prometo que volveré —dijo, intentando calmar la tensión en el aire. —Pero necesito estar con ellos.

Paul la miró, la lucha interna visible en sus ojos. Sabía que era necesario dejarla ir, pero el miedo a perderla lo consumía.

—Solo… cuídate —susurró, casi como un ruego.

Amore se acercó y frotó su hocico contra su brazo, buscando consuelo.

—Siempre —respondió, sintiendo que la conexión entre ellos era más fuerte que cualquier distancia.

Esa noche, aunque el fuego comenzaba a apagarse, ambos sabían que la verdadera chispa de su relación aún ardía intensamente. Mientras se preparaban para separarse, la promesa de un reencuentro los mantenía unidos en espíritu, incluso en medio de la incertidumbre.

Amore [Paul Lahote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora