Labios Rotos

Capítulo 10: Caballo

Hola, ha pasado un largo tiempo desde la última vez que actualicé. No hay justificación, lo sé. Pero quiero decir que cada una de las historias que comencé a subir a esta plataforma, tendrán un fin. ¿Cuándo? Ni yo lo sé, espero puedan entenderlo. Gracias por leer, aun cuando las actualizaciones son lentas o nulas.

Sobre el capítulo les puedo decir que es largo, casi 5000 palabras. Espero lo disfruten mucho y comenten, me gustaría mucho ver que la gente está leyendo, disfrutando u odian lo que escribo.

Sin más por el momento,

Aboom.

Caballo 

Park Jung Min dormía a pierna suelta. La última semana había sido especialmente complicada para él, los miembros de la banda y las bailarinas. Después del ataque hacia Kim Kyu Jong, la agencia les permitió descansar un par de días para levantar los ánimos, pero los últimos dos días los habían presionado con extenuantes ensayos y diversidad de entrevistas hechas por medios morbosos que no dejaban que la casi tragedia vivida, pasara a ser enterrada en lo más profundo de las mentes de los integrantes y, especialmente, de la víctima principal.

Pero por el momento, Jung Min encontraba la tranquilidad en el país de los sueños, donde un importante concurso de postres hechos con zanahorias se realizaba; fungiendo él como único y supremo juez, cada uno de los participantes se esmeraba por complacer su exigente paladar. Galletas, tartas, pasteles, pudines, macarrones, gelatinas, bizcochos, donas, pastelillos, dulces, bombones y demás manjares habían sido creados tan sólo para él. Se sentía en el paraíso, contemplando y degustando cada uno de esos productos hecho de manera creativa e irrepetible.

Entonces, a lo lejos vio una tarta que robaba todos sus sentidos. Era la tarta perfecta; su aroma penetraba su ser a pesar de la distancia. Su suavidad y sabor podían ser percibidos sin siquiera probarla. El muchacho no lo pensó dos veces, esa tarta debía ser suya. Su boca había comenzado a salivar con exageración debido al antojo. Con entusiasmo caminó hacia ella, pero a cada paso que daba, la tarta se iba a alejando de él. Se echó a correr, sin embargo, todo el esfuerzo fue en vano. Cansado dejó de andar, al instante vio como la tarta volaba hacía el, posicionándose arriba de su cabeza. Sin dudarlo, Jung Min saltó para alcanzar a la causante de su antojo.

Su sorpresa fue grande al sentir como su cuerpo era abrazado por el duro piso de su habitación. Con enojo, quitó el antifaz que cubría su cara y conseguía que tuviera un mejor descanso. Todo había sido un sueño. Un sueño que a pesar de ser perfecto, había roto su corazón y despertado su apetito.

Jung Min se levantó, deseando volver a conciliar su sueño, pero el aroma de la tarta seguía clavado en sus fosas nasales. Era como si aquella tarta hubiera salido de sus sueños para atormentarle hasta el fin de sus días. Triste por aquel antojó que jamás se cumpliría, salió de su habitación rumbo al jardín, necesitaba respirar aire fresco o contaminado para poder olvidar y continuar con su ajetreada vida.

Al llegar al jardín se sentó en el pasto, el aroma permanecía en su nariz y se estaba haciendo mayor. Intentó meditar un poco, pero su estómago rugía con insistencia demandando la tarta. Harto de esa situación, se puso de pie en busca de una solución, pero grande fue su sorpresa al darse cuenta que la tarta de su sueño estaba ahí, a unos cuantos pasos de distancia y sobre el alféizar de la ventana de sus vecinas. Sólo un enano y tupido arbusto los separaba.

Jung Min se talló los ojos. Quería estar seguro de que no fuera un sueño y llevarse una decepción. Después de varios intentos, comprobó que esa tarta era tan real como su amor por las zanahorias o la música. Contempló por unos minutos la tarta, no deseaba que ésta saliera huyendo como en su sueño. Necesitaba ser hábil en sus movimientos para poder tenerla bajo su dominio.