Día 8.

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8 de Septiembre.

   Manuel se encontraba nuevamente dentro del apartamento de Martín, el cual se encontraba durmiendo después de haberse tomado los medicamentos que el chileno le obligo a tomar (por orden del doctor, obvio).

   Suspiro tranquilo, con la satisfacción de encontrarse en el hogar del rubio.

   Como el día anterior, había pedido permiso en su trabajo para permitirse cuidar al alfa, más por preocupación que por otra cosa (o eso quería creer el omega), recordando como Martín se encontraba en un estado lamentable el día anterior, pues la gripe le había dado con todo para su mala suerte.

   Dejo su bolso con sus pertenencias en la habitación de huéspedes que había dentro de aquél gran departamento, recordándose el pedir toda la semana para cuidar del rubio, porque aún no siendo su obligación sentía que debía quedarse al lado del alfa.

   Dio unas vueltas por el apartamento, para familiarizarse un poco en donde estaba la comida que debería de preparar para el rubio, sin llegar a revisar lo que no debía, porque sabia que dárselas de curioso no era bueno para alguien de su edad.

   Terminó sentado en el sofá de aquél lugar, cambiando cada cinco minutos de canal, pues no encontraba nada que le llamase verdaderamente la atención. Todo hoy en día era nada más que TV basura, pensaba el chileno, dejando el control a un lado para fijarse en su celular.

   Revisó sus mensajes, viendo los de su amigo ecuatoriano que le recordaba el tener cuidado al quedarse en la casa de un alfa que poco y nada conocía.

   Para Manuel ese recordatorio no era necesario, viendo el estado de Martín, sabia que este seria incapaz de hacerle algo... Aparte que de forma extraña sentia que el rubio no le haría daño, tal vez podía asegurarlo, solo tal vez. El castaño no lo entendía del todo, pero creía que de los pocos días que llevaba conociendo al argentino ya se encontraba amarrado a él, aunque todo fuese nada más que una sugestión que le carcomise la cabeza.

   Vio la hora que indicaba su celular, dándose cuenta que ya era el momento de cocinar algo para el rubio que aún seguía durmiendo.

   Se levanto calmado, estirándose al ya estar de pie. Dejo su celular en el sofá sin ningún cuidado para caminar tranquilo a la cocina con el objetivo de hacer una sopa para el alfa.

   Tomó los ingredientes (que no eran muchos), agarrando el trutro de pollo que había dejado descongelando la noche anterior, para así comenzar a preparar el almuerzo para Martín.

   Pasaron los minutos y con ello el castaño ya se encontraba por la mitad de lo que debía hacer. El revolver la sopa tan calmadamente le aburría en cierta forma, y no lograba asimilar de igual manera el sueño acumulado que tenia durante esos dos días de cuidar al rubio, llevándole a bostezar ruidosamente, tapándose eso si la boca con la palma de su mano.

   El omega lo sintió, el aroma del alfa que se acercaba le alerto, pero éste ya se encontraba afirmado en su espalda, rodeándole con los brazos mientras se quejaba sin articular palabra aparente.

— ¿Q-qué chucha, Martín? —Manuel soltó la cuchara con la que revolvía la comida, mientras intentaba quitar los brazos del rubio de su abdomen.

—Manuuu, tengo hambre —soltó en forma de quejido Martín, el cual tenia su rostro escondido en la cabeza del chileno —. Tengo hambre y sentí el olor a comida, pero me di cuenta que era sopa y yo quiero carne y papas fritas —terminó de decir para volver a soltar quejidos sin significado aparente.

   Manuel suspiro con ganas de golpear al rubio, pero no lo haría porque este se encontraba enfermo, y golpear a un alfa enfermo estaba mal.

—Tincho, el doctor dijo que teni' que comer cosas ligeras, y vo' te queri' llenar de chatarra —excusó el castaño, dejando de forsejear rendido al abrazo del argentino —, así que vas a comer sopa hasta que demuestres que estas mejor —He intento mirar al rubio, pero este seguía con el rostro escondido en su cabello.

—Manuuu —comenzó a decir de forma larga, con tono de súplica logrando cansar al chileno —, nadie le da bola a Miguel chabon, solo ignora lo que dijo y morfemos porquerias —Martín se separó del castaño para tomarle de un brazo y darle vuelta, quedando frente a frente. Ambos con diferentes expresiones en sus rostros.

— ¡Su-sueltame!¡No te voy a dar grasa weón, conformate! —exclamó Manuel, empujando al rubio al sentir que este se encontraba muy cerca.

   Martín retrocedió lo suficiente para no volver a ser empujado por el chileno. Formo un mohín en sus labios, con el ceño fruncido y cruzando sus brazos, en forma de estar disconforme con la decisión del castaño.

   El omega se dio vuelta ignorando al rubio, para seguir revolviendo la sopa que ya le comenzaba a dar hambre, calculando mentalmente cuanto le faltaba para apagar el fuego.

   Se extraño un poco al sentir que en alfa no se había ido, pues esperaba que este corriera molesto a su cama para hacer algún berrinche o algo por el estilo, pero muy al contrario de lo que pensaba este se le acerco nuevamente y le abrazo.

—Manu, sos malo conmigo —murmuró en el cuello del chileno, logrando que el castaño se sonrojase.

—Y-ya oh, si ya te dije que vay a tomar sopa hasta que te mejori'. Voy ha ser malo hasta que acabe tu licencia —logró articular Manuel, sin tartamudear dos veces, satisfecho por ese logro.

—Pero... Manu, aunque sea una vez —insistió el rubio, ya casi sacando de sus casillas al chileno.

—No, y no es no conchetumare —gruño con el ceño fruncido, siendo estrujado por los brazos del argentino por lo dicho.

—No me trates así Manu, sos re malo conmigo.

—Pareci' disco rayado —suspiró el omega con resignación, porque se había percatado de la molestia del alfa al haberle tratado mal. Tal vez solo era cosa de instinto, pero no le quedaba más que ceder por el rubio —. Mira, si te tomas la sopa después te compro alfajores ¿ya?

   Martín guardó silencio unos segundos, logrando poner nervioso al chileno que esperaba una respuesta positiva, no quería terminar con el alfa enojado.

—Bueno —murmuró Martín, ocultando su rostro en el cuello de Manuel —, pero con mucho dulce de leche —agregó.

—Así sera —afirmó el castaño, suspirando livianamente, tranquilo porque ya él rubio estaba más calmado. Pero la tranquilidad no le duro mucho al chileno, que sobresaltado pego un gritito al sentir como el más alto le besaba el cuello.

—Sos el mejor —dijo después de ello Martín, sonriendo divertido.

— ¡T-tú! —Decir que Manuel se encontraba rojo era poco, pues su vergüenza fue tal que con todas las intenciones golpeo al rubio en la cabeza con la cuchara que estaba usando para revolver la sopa.

   Después de ello el rubio estuvo encerrado en su habitación toda la tarde y al chileno no le quedo más que pedir disculpas con alfajores en mano. dejando su horrible orgullo de lado.

   Qué días de septiembre podrían ser aquellos ¿no?

30 días de ti || ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora