Día 9.

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9 de Septiembre.

   Tres de la tarde de aquel viernes 9 de septiembre. Ese minuto, momento exacto en el cual muchas personas se quejaban del exhausto día de trabajo que llevaban por esas horas tediosas al ser hora punta para muchos, no era más que un mal rato para el chileno.

   Para la mala suerte que vivía constantemente Manuel, ya se encontraba en ese momento del día en una pelea con el rubio que no hacía más que quejarse.

   Resultaba ser que la hora del medicamento de cierto alfa ya había pasado hace media hora. ¡Media hora de pelea con Martín por un medicamento! ¿El almuerzo y ahora esto? Manuel recordaba que no era conocido necesariamente por tener la paciencia que le decían debía tener un omega.

— ¡Pucha po' Martín! —exclamó exasperado el chileno que tenía en una mano las pastillas del argentino y en la otra mano un vaso con agua que intentaba no tirar cada vez que jalaba las sábanas con las cuales se cubría el rubio —. ¡Eri' un adulto!¡Ya sale de ahí! —volvió a gritar el castaño con la venita marcada en la frente. Y es que lo último que le faltaba era que el alfa se pusiera de esa manera, ¡se supone que Martín era un alfa! ¡No debía ser tan infantil!

—No, no, no Manu, no me gustan esas cosas ¡saben mal! —espetó el rubio removiéndose bajo las sábanas que le comenzaban a sofocar.

   «Cuenta hasta diez Kotelo, cuenta hasta diez. Venga ya... Uno, dos... Tres... Cuatro... Puta no»

    Con toda la brusquedad del mundo dejó el vaso sobre el velador cercano a la cama del alfa, mojando sin querer aquel pequeño mantel de color celeste que cubría al mueble, tiró igualmente la pastilla que por gracia divina no cayó. Acto seguido se tronó los dedos y de un tirón logro quitarle el cobertor al rubio que le miraba entre sorprendido y asustado, como si con tan solo ver la luz se fuera a quemar o peor aún: tener que tomarse la pastilla.

— ¡A MI NO ME TENI' NA' PAL LESEO! ¡TE TOMAS LA PASTILLA O TE LA METO POR DONDE TE ENTRE! —grito Manuel, lanzando la frazada al otro extremo de la habitación conteniendo aún el poco de rabia que le quedaba. Su ceño se encontraba totalmente fruncido, acompañado de una vena marcada en su sien.

   No era normal sentirse intimidado por un omega ¿cierto?

   Ambos hombres se miraron con distintas expresiones marcadas en sus rostros. Manuel seguía enojado, esperando que el rubio dijese algo, una señal de ceder al doparse como ordenaba el doctor, porque el castaño sabía que si escuchaba otra queja más podría no tener buenos resultados. Por su parte Martín, entre asustado y confundido, estaba dejando actuar su naturaleza dominante ante el cambio de actitud del chileno.

   Martín no era autoritario, nunca buscaba el seguir su instinto dominante e intentaba siempre ir en contra de el estándar negativo de la sociedad. Era un alfa bastante relajado y sin ese complejo de superioridad tan notorio que tenían los de su especie, como se les describía; raza agresiva y autoritaria, sin miramientos en lo que sentía su omega o beta (o alfas en algunos casos).

   Pero ver a Manuel tan imperioso y desafiante frente a él le hizo actuar sin pensar, no de manera agresiva sino dominante. Solía exasperar constantemente a las personas, recordaba Martín, pero tal vez sea por su malestar que en aquel momento no se permitió ser intimidado por el omega.

   Sin brusquedad agarro el brazo del chileno que sorprendido se dejo arrastrar por el argentino hasta quedar bajo este, ambos sobre la cama desecha del rubio.

   Se miraron detenidamente, con cuidado y de forma pausada, acompañados del cálido silencio que se hacía presente. Manuel con mejillas sonrojadas al igual que Martín, que tan solo con mirarle le producía un ardor en la boca del estómago, y eso le asustaba.

   El castaño podía sentir los fríos dedos del rubio cerca de su rostro, siendo lo único que le hacia reaccionar al ser mareado por su fuerte rubor y la presencia autoritaria del alfa que le mantenía sumiso bajo si, entre el lío formado anteriormente por el argentino que ido se acercaba al omega.

   Manuel esperaba que el alfa sobre él le dijera que no era más que una broma, esperaba para después poder golpearle. Pero contrario de lo que pensaba el chileno este solo le miraba, y mientras más se acercaba más ganas tenía Manuel de que fuera una broma.

   Cuando supo que el rubio se encontraba ya a centímetros de unir sus labios con los suyos, el omega confundido por toda la situación cerro los ojos, temblando con el sentimiento de que el ardor de su estomago se había esparcido por todo su cuerpo.

   Pero aquel temido beso jamás llego. Martín solo le planto un suave beso en la mejilla, para seguido tirar su rostro a un lado del de Manuel, con un deje de cansancio y de fiebre en su respiración lenta. Abrazo fuertemente al chileno que se encontraba más tranquilo, pues el argentino ya no estaba actuando como un alfa.

   Esa misma tarde de septiembre Manuel se aseguro de mezclar los medicamentos de Martín en los alfajores que tanto le gustaban, por el bien de ambos hombres que, sin decirlo, disfrutaban de la compañía del otro sin necesidad de cambios de su corta relación amistosa.

30 días de ti || ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora